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El Papa en Brasil

A los dos años de haber sido elegido Papa, Sumo Pontífice, Jefe del Estado Vaticano, de la Santa Sede y de la Iglesia Católica, el ex cardenal alemán Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, visita al Brasil entre el 9 y 14 de mayo. Y no será una visita pastoral o netamente religiosa, sino profundamente política en su diálogo con el Presidente Lula Da Silva, en sus discursos y misas, en sus actos oficiales públicos y privados en los que abordará los problemas sociales de nuestra América Latina.

Pero desde el punto de vista de El Vaticano; los problemas de la jerarquía eclesial surgidos de la Teología de la Liberación y para reafirmar el tradicionalismo ortodoxo que condena las reformas del Concilio Vaticano II del Papa Juan XXIII; para analizar y criticar el renacer y ascenso del izquierdismo en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Chile, Uruguay, cuyos gobiernos no son bien vistos por el Papa Ratzinger y tampoco por George W. Bush, gobiernos que les inquietan sobre manera y causan profundas preocupaciones porque vienen a perturbar el sistema de dominación global.

Joseph Ratzinger perteneció a las juventudes hitlerianas, pero luego advino al sacerdocio con fervor apasionado, después de un exacerbado fanatismo según recuerda su coetáneo Günter Grass, y por su clara inteligencia ascendió a lo largo de su vida hasta llegar al Pontificado.

Fue un estrecho colaborador del Papa Juan Pablo II y por él nombrado Jefe de la Iglesia Católica para la Congregación para la Doctrina de la Fe (heredera de la Santa Inquisición) ; prefecto del ex Santo Oficio y, como tal, condenó los “errores” de curas, obispos y cardenales que fundaron la “Teología de la Liberación” y expandieron por el mundo la nueva Iglesia Católica que proponía la “Opción de los Pobres”.

Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, condenó con particular energía la mínima aproximación de la Iglesia al marxismo, y con seguridad, debe haberle olido a azufre aquella frase que se difundió en Nicaragua en plena Revolución Sandinista: “Entre cristianismo y marxismo no hay contradicción”.

La Teología de la Liberación y su opción por lo pobres se comprometió con las luchas populares y de liberación nacional.

En nuestra América Latina surgieron -por decenas- curas y monjas, obispos y cardenales, teólogos y profesores que escogieron la iglesia de los pobres. Muchos se convirtieron en héroes y mártires de los procesos revolucionarios como Camilo Torres en Colombia, Monseñor Romero en Nicaragua, y otros fueron perseguidos como Dom Helder Camara y Leonardo Boff en Brasil, Ernesto Cardenal en Nicaragua que, inclusive, fue rechazado por el Papa Juan Pablo II cuando visitó Nicaragua.

Los demás cardenales y obispos en su papel de guardianes de la fe, tradicionalistas, conservadores, fanáticos y dogmáticos cumplieron su papel histórico: se pusieron al servicio de las oligarquías, de los ricos y poderosos y lo que es más vergonzoso y deshonesto, se unieron a los dictadores fascistas que con inmensa crueldad asesinaron, encarcelaron, torturaron, masacraron y desaparecieron a millares de latinoamericanos en Centro América y América del Sur, en particular, en el Cono Sur de tantas monstruosas pesadillas cometidas por los Pinochets, Galtieres, Videlas, Bordaberrrys, Strosners, etcétera.

Cuando vino a nuestra América Latina, el Papa Juan Pablo II, los obispos y cardenales que, junto a civiles, le pidieron que interceda por los encarcelados y desaparecidos, por el mínimo respeto a los derechos humanos nunca fueron atendidos, seguramente, porque los revolucionarios e izquierdistas no merecían ningún respeto. Solo los obispos y cardenales del establecimiento fueron recibidos, escuchados y bendecidos por el Papa Juan Pablo II. Esta es la historia reciente.

Hoy como ayer, los curas, monjas y cardenales comprometidos con la Teología de la Liberación son perseguidos y condenados por el Papa Benedicto XVI. Hoy como ayer, los obispos y cardenales tradicionalistas están al servicio del poder económico y político, del sistema de dominación y explotación y de los objetivos del imperio.

En el Ecuador, la Conferencia Episcopal juega a la mediación cuando surgen conflictos entre las clases dominantes políticas y económicas. Varios de sus miembros claman por ’la paz, la concordia, el diálogo, el consenso’, pero ominosamente callan ante la imparable migración de hombres, mujeres y niños que, desesperados por la pobreza, abandonan la patria y muchos mueren en alta mar. Nada dicen del 80% de pobres e indigentes, desempleados y enfermos, desnutridos y hambrientos que pululan por plazas y calles de las ciudades en busca de mendrugos de pan.

En Venezuela, los cardenales y obispos -en su mayoría- son pro imperialistas, pro ricos, pro oligarquías, pro sistema. En el mes de abril del año 2002, la obispalia venezolana apoyó con entusiasmo la insurrección civil-militar desatada por las oligarquías, la oposición política y Estados Unidos en contra del gobierno legítimamente constituido de Hugo Chávez.

Los jerarcas de la Iglesia Católica, con el arzobispo Porras a la cabeza y, quizás, con el beneplácito de El Vaticano, estuvieron presentes para bendecir la inauguración del gobierno del “presidente” Carmona, representante del empresariado, que había sido ungido para el cargo, luego del momentáneo triunfo del golpe de Estado.

La Conferencia Episcopal Venezolana se convirtió en tenaz opositora ideológico-política al Presidente Chávez y, en consecuencia, acoge el odio imperial y el odio fanático de la oposición al Socialismo del Siglo XXI que proclama el mandatario venezolano.

Monseñor Porras está lleno de contradicciones: es crítico pertinaz de Chávez y a veces considera que la Teología de la Liberación se basa en los valores fundamentales de los pueblos latinoamericanos, en las realidades de vida de esta empobrecida América Latina. Si mantiene estos criterios, Porras corre el peligro de ser condenado por el Papa Benedicto XVI que visita al país más grande y poderoso de Latinoamérica y que cuenta con el mayor número de católicos que, para mala suerte del Papa, la inmensa mayoría no sabe ni como se llama.

¿Por qué el Papa Ratzinger o Benedicto XVI escogió a Brasil, para su visita a nuestra América Latina?

Brasil es una potencia económica superior en América Latina. El Presidente Inácio Lula Da Silva proviene del Partido de los Trabajadores de tendencia marxista. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea consideran a Brasil como el líder natural de la Región y, en este sentido, prefieren a Lula como líder de la proyectada Unión Sudamericana o UNASUR.

El Vaticano coincide con la geopolítica imperial de la Casa Blanca y Ratzinger, siendo un Papa ultrareaccionario aborrece a Chávez tanto como lo hace Bush Jr.

Ni El Vaticano, ni Estados Unidos tienen un mínimo de simpatía a los intentos unionistas de América del Sur y Washington insiste en su preferencia por los Tratados de Libre Comercio, TLCs, que, posteriormente, posibiliten el surgimiento del ALCA, ideado como brazo ejecutor de las políticas económicas de dominación neocolonial del imperio que, a su vez, le interesa al Vaticano no sólo ideológicamente sino, también, desde la óptica económica y religiosa ya que los fieles católicos son más de 400 millones de personas en el subcontinente, número suficiente para contrarrestar el creciente protestantismo anglosajón que, en ningún caso debe tomarse como una contradicción flagrante, sino como un asunto de negocios en que son expertos el imperio y el Vaticano. Al fin y al cabo, fuera de Jesús y sus verdaderos apóstoles, la ’religión’ siempre ha sido un negocio redondo.

Tanto desde el punto de vista del Estado de El Vaticano como de Estados Unidos, el surgimiento del ALBA, la Alternativa Bolivariana para América Latina es un peligro real para sus intereses porque imposibilita la firma de tratados de libre comercio y nulita la ALCA y, desde el punto de vista doctrinario, ideológico y religioso, porque la ALBA está liderada por Cuba, Venezuela y Bolivia, cuyos líderes son “un mal ejemplo” para los demás gobiernos y pueblos de nuestra América Latina.

El Papa Benedicto XVI, en Brasil impondrá sus tesis doctrinales y condenará no sólo la Teología de Liberación, la Opción por los Pobres y su popularización, la creciente tendencia a la propia identidad latinoamericana, sino, también, el impostergable compromiso de la unión sudamericana, reafirmado en la Primera Cumbre Energética realizada en la Isla Margarita de Venezuela que es el comienzo de UNASUR y el principio de la recuperación de la soberanía económica para nuestros pueblos.

Estados Unidos, históricamente, se ha preocupado por la destrucción sistemática de las economías nacionales de nuestras patrias a fin de someterlas a sus designios e intereses. Ha sido y es un imperio depredador y saqueador de nuestros recursos naturales; es decir de nuestras riquezas, a fin de convertirlas en extremo dependientes y, consecuentemente, someterlas con infame violación de las soberanías nacionales. La jerarquía ’católica apostólica y romana’, ha usufructuado de millones y millones de dólares donados por los creyentes y gobiernos de nuestra América Latina desde la crueldad de la conquista y la dominación española ayudada por la religión. Bastaría recordar que los ’sabios’ en el Vaticano discutieron por decenas de años, si los indios tenían alma o no.

Cuando en América Latina insurgen con fuerza algunos gobiernos progresistas y democráticos elegidos por los pueblos cansados de tanta explotación neoliberal impuesta por Estados Unidos y harta de la dominación religiosa ejecutada por obispos, cardenales y sacerdotes acusados reiteradamente de abusos sexuales, violaciones y otros delitos sancionados por las legislaciones nacionales, tanto el imperio como el Vaticano de Ratzinger condenan a esos gobiernos y pueblos que intentan la liberación de sus patrias, el rescate de las soberanías con economías solidarias y la Unión Sudamericana.

En Brasil, el Papa Benedicto XVI no se alejará en ningún momento de los asuntos terrenales. Todo su periplo por nuestra América Latina se relaciona profundamente con la política, la economía, la práctica de la religión y “los peligros” de los gobiernos de la nueva Izquierda que aspiran para sus pueblos, la vigencia del Socialismo Siglo XXI.

El Papa Ratzinger asistirá al Santuario brasileño de La Aparecida, en donde se inaugurará la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, CELAM, que tendrá lugar entre el 13 y 31 de Mayo. Ese será el escenario para hablar a obispos y cardenales de nuestra América Latina el absoluto neoconservadurismo católico, en la concepciones doctrinales, filosóficas, dogmáticas religiosas, económicas y políticas del Papa reemplazante de Juan Pablo II.

No habrá espacio parta la Teología de la Liberación, para la Iglesia como Opción de los Pobres, para el compromiso con Nuestra América y sus pueblos explotados y no permitirá que ningún sacerdote o religioso se aparte de sus dictados inamovibles. Es que el Trono de San Pedro está ocupado por un Papa en ultramontano con pretensiones de censor universal y con ínfulas de la supremo inquisidor, que sólo quiere sumisión total de la iglesia de Nuestra América.

El cercano colaborador del Papa Benedicto XVI, Federico Lombardi, al tratar de justificar el viaje al Brasil, sólo alcanzó a decir: “Es un continente muy dinámico y muy importante para la Iglesia”. Es el primer viaje que iniciará el 9 de mayo cuando llegue a Sao Paulo que será también su “primer encuentro con el mundo americano, en particular con el latinoamericano”.


Si tan importante es el Continente para el Papa Benedicto XVI, la condena a la Teología de la Liberación es inevitable. Así lo demuestra un artículo publicado en Altercom por Sanjuana Martínez cuando señala que “la doctrina católica del jesuita Jon Sobrino uno de los grandes exponentes de la teología de la liberación “puede derivar en un daño grave para los fieles”, dictaminó el Vaticano en una “notificación oficial que pretende censurar dos de sus principales obras teológicas, porque supuestamente destaca “lo humano” de Jesucristo, en lugar de su “divinidad”.

Jon Sobrino es un jesuita de origen vasco de 69 años de edad y que vive en la República de El Salvador desde hace 50 años. Este sacerdote defiende “la liberación de los pobres” y su obra literaria es un referente de primerísima importancia académica. “Es Director del Centro Moseñor Romero de la Universidad Centroamericana, donde imparte clases de Cristología e Historia de la Iglesia, y un sobreviviente de la matanza perpetrada por militares salvadoreños contra seis jesuitas de ese Centro de estudios, incluido el rector Ignacio Ellacuría, ocurrida hace 27 años y aún impune”, dice Martínez.

Agrega que Jon Sobrino engrosa la larga lista de teólogos castigados por el Vaticano. La Congregación para la Doctrina de la Fe lo vigilaba y cuestionaba desde hace 30 años, pero él resistió y se negó a someterse para corregir los supuestos “errores” señalados por Joseph Ratzinger primero como Prefecto del ex Santo Oficio (Léase Inquisición) y ahora como Sumo Pontífice”

Jon Sobrino, mediante carta dirigida al general de los jesuitas, Peter Hans Kolvenbach, explica sus sobradas razones para no aceptar “las notificaciones de el Vaticano” y se refería al actual Presidente del Pontificio Consejo de la Familia, Alfonso López Trujillo, “que iba a acabar con Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Ronaldo Muñoz y Jon Sobrino. Así me lo contaron y parece verosímil. Las historias de López Trujillo con el padre Ellacuría, con Monseñor Romero y conmigo son interminables. Continúan hasta el día de hoy” testimonia Sobrino; pues López Trujillo sigue el mismo ’dogma’ del Papa Benedicto XVI y de su antecesor Juan Pablo II, respecto de la Teología de la Liberación.

La “notificación” vaticana a Sobrino fue filtrada a los medios de comunicación europeos en la última semana del mes de marzo de este año. El texto completo se publicó en internet, junto con “la explicación del documento”:

“La Congregación no pretende juzgar las intenciones subjetivas del autor, pero tiene el deber de llamar la atención acerca de ciertas proposiciones que no están en conformidad con la doctrina de la Iglesia. Dichas proposiciones se refieren a los presupuestos metodológicos enunciados por el autor, en los que funda su reflexión teológica, la divinidad de Jesucristo, la encarnación del Hijo de Dios, la relación entre Jesucristo y el Reino de Dios, la autoconciencia de Jesucristo y el valor salvífico de su muerte”, informa Martínez.

Sobrino se defiende con sabiduría de esa “acusaciones” y narra las razones por las que no acepta la censura del Vaticano y cuenta la historia de 30 años de persecuciones y exclusiones por ser uno de los tantos defensores e impugnadores de la Teología de la Liberación que tanto aborrece el Papa Ratzinger.

Sobrino y centenares de sacerdotes de América Latina que profesan la Teología de la Liberación y que se han comprometido con los pobres y “condenados de la tierra” como diría Fanon, son perseguidos y criticados por el Papa actual. Todos los fieles deberíamos entender que, si se quiere que la iglesia, perdure en América Latina y sumar fieles en lugar de alejarlos a otras religiones, necesaria e ineludiblemente debe comprometerse con los pueblos y sumarse a los trabajos que desarrollan los gobiernos democráticos y progresistas de la subregión. Nuestra América y UNASUR necesitan de una Iglesia renovada que se oriente socialmente a las nuevas realidades del mundo contemporáneo.

La iglesia no debe intervenir en las políticas diseñadas por el imperio y las oligarquías criollas. Debe estar al servicio de políticas encaminadas a la lucha contra la pobreza, la ignorancia, la insalubridad, la desnutrición infantil y la totalidad de problemas surgidos por la globalización y el neoliberalismo depredador, calificado por el Papa Juan Pablo II como “capitalismo salvaje”.

La iglesia debe entender el mensaje de la ONU expresado por los expertos de la Comisión Económica que señalan que América Latina y el Caribe han alcanzado un notorio crecimiento económico y grandes logros mediante la aplicación de políticas sociales en los países con gobiernos de la nueva izquierda: Venezuela, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay y últimamente el Ecuador.

El Papa Benedicto XVI, sin duda, será bien recibido por el pueblo brasileño, en representación de los pueblos de nuestra Patria Grande.

Que deseable sería que el Papa comprenda la realidad latinoamericana y permita que se desarrolle sin censuras, sin condenas, la Teología de la Liberación y su terrenal objetivo:

La iglesia que escoge la opción por los pobres, los oprimidos, los excluidos, los marginados. Construir el paraíso en la tierra.

La Iglesia que se une, acompaña, participa, en las luchas de los pueblos por su liberación.

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