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El Papa, el papanatismo y los otros

Que el Papa venga a España en los últimos seis años, en tres ocasiones, no se desprende de pura casualidad o amor divino a España y a Santiago. La última hace sólo mueve meses: en noviembre pasado, visitando Santiago de Compostela y Barcelona, habiendo sido un fracaso en la respuesta social de sus adeptos. Ahora ha cosechado éxitos de multitudes. –Se duda, si todos venían con afanes peregrinos—. Regresa el Sumo de la Iglesia católica, porque este país, desde su historia, y más recientemente, impuesto con la dictadura franquista, fue bastión en gran número de adeptos y ejemplo del catolicismo. Habiendo comenzado, su imparable declive y como tal, se está perdiendo para el catolicismo integrista. Es por ello, que el Papa y toda la jerarquía de mandamases de la Santa Sede: cardenales, prelados, secretarios de Estado, etc., le otorgan a este País, el mayor referente y su captación como nuevo embrión de la cristiandad. Que esta España ultra católica, sirva de base para re evangelizar al endemoniado mundo de renegados.

El gran temor del pontífice y su púrpura clerical, es que se siga perdiendo tantos devotos y creyentes en su fe y credo. Y que los cristianos españoles no sigan, en ese auge con la impráctica católica, enfriada desde hace tres décadas. Habiéndole restado a la Iglesia tantos curas, creyentes y fieles, y ganado en laicismo e increencias. Esta pérdida ha sido un hecho, ganada por méritos propios del Vaticano, en tantos herejes y apóstatas, bajando drásticamente, en los jóvenes católicos. Los endemoniados aumentos de la anti fe en el catolicismo, ha sido producto de las numantinas beligerancias papales, con los avances sociales, la modernidad y del abandono de la Iglesia para los pobres y necesitados, entre otras muchas causas. Además, de las implacables negaciones a renovarse en las doctrinas, acordes con los tiempos que se viven en los progresos culturales y científicos. Sin vivir de espaldas a la realidad social.

El representante de Pedro, tan hostil en su particular catolicismo, desde que fuera cardenal. Bélico, e incrédulo también, con aquellos curas que quieran interpretar el catolicismo, como un verdadero cristianismo, desde las creencias en la iglesia de los necesitados y de los desheredados, según la palabra de Cristo. Sin aceptar, y rechazando toda variación, a lo que la curia papal, desde el Vaticano dicte, lo que debe ser católico y su práctica divina, y a él atenerse incuestionablemente. Distinguible y muy variable, en las penurias de cada pueblo del mundo, y a los cambios en la mentalidad común de la sociedad de cada rincón en sus miserias.

La cruzada vaticana contra el laicismo, que está imperando en España, debe abolirse radicalmente, para que no se imponga, aunque se recoja en los dictados de lo escrito en la Carta Magna. La que dice, que no sea influenciada por cualquier creencia o religión, en la aconfesionalidad del Estado español. El acoso al régimen de libertades, evoluciones y derechos sociales en España, está aún bajo la clara influencia del poder de las negras sotanas, en su carca sistema doctrinal, contra la homosexualidad, el aborto, el preservativo (anómalo en toda evidencia, por el control natal, especialmente en los países pobres del planeta católico; salubridad contra el sida, o por el sano placer sexual, etc.); matrimonios del mismo sexo (no sacramentales a los cánones del cristianismo); y la virginidad, hasta su pérdida, en la consagración matrimonial eclesiástica, etc.

Muchos son los traumas y hándicap que la Iglesia católica impone a sus feligreses, a los que acuartela, en una inagotable cuarentena de miedos y patetismos en sus mientes, en el vivir pecaminoso y el pavor a la condena eterna, desde que nace hasta que muere, en esa religión. La juventud de esta generación, desea vivir sin pánicos trasnochados, al fuego eterno, viviendo el presente como quieren. Los ateos, fabricados muchos, por el papanatismo eclesial más intransigente, desean pasar los tres días, que aquí estamos de prestados biológicamente (no por designios de los dioses), con honor a sus principios éticos y formas de vida privada, sin que ningún iluminado y sus acólitos, le dicten el camino a seguir en los comportamientos de su libre existencia; conciencia moral y en plena libertad de pensamiento y obra. Sin que nadie ni nada, le reproche su ‘maldad’, ateísmo, pecados, o incredulidad en esta religión, haciéndole pagar en la eternidad con el fuego de Lucifer y sus pompas.

Benedicto XVI, con su ególatra figura de falso mesías, y toda la clerecía vaticanista, no han venido a la España católica, y ultra católica del Opus y de los Legionarios, solo para hacer proselitismo apostólico, con estos fastos acontecimientos, entre todos los jóvenes creyentes –que aún quedan—, en todo el mundo. Venidos de muchas partes, a asarse con el terrible termómetro agosteño de Madrid, con 40º. Aumentando éste con el calor de los propios cuerpos y el ardor enfebrecido de las masas, ante las emociones de las palabras enardecidas. Han aprovechado el viaje, para sacar réditos en la política de este Gobierno ‘rojo’, a los ojos de la derecha recalcitrante. Haciendo creer, a los que gobiernan ocasionalmente, que son la única y verdadera religión en la Tierra. ¿Y las otras… que también, se dicen únicas y verdaderas? Dicho Gobierno, según las ideas impositivas de la curia, tiene que seguir sus directrices católicas, y por ellas gobernar. Aunque este sea un País constitucionalmente aconfesional y secular. El Ejecutivo central, en su encuentro con el Secretario de Estado del Vaticano (que no ha hecho públicas aún), esas sacrosantas exigencias conversadas. Que con seguridad versaron, sobre algunos de los asuntos que tanto irritan al Vaticano: La Ley de igualdad en los colegios; Aborto; Matrimonio homosexual; Asignatura para la Ciudadanía; Ley a morir dignamente; Adopción de menores por lesbianas y gays; y otras, que la Iglesia repugna doctrinalmente, etc. No vino, no era su intención, este pontífice a velar por los pobres, los parados, los excluidos, los emigrantes, por la cooperación social, las hambrunas mundiales, etc. etc.

A cambio de algunas de las prebendas concedidas (con toda veracidad), en ese ‘top secret’, el Gobierno socialista, le propuso al Secretario vaticanista, que abogara para que el Valle de los Caídos, no siguiera constituyendo un valorado símbolo del nacional-catolicismo, con el atroz dictador al frente, allí sepultado. Sugiriéndole además, que la Iglesia vasca intermediara por el final de la banda terrorista etarra. No hay huevos, o se han roto. Para que un Gobierno elegido democráticamente, se acobarde, topando con la Iglesia. Temiendo la reacción de los ultra católicos españoles, hubo que ceder y rogarle y pedirle, con todo fervor ante el Sumo, su intersección divina. Y ambas peticiones fueron denegadas rotundamente por la púrpura celestial. ¿Quién manda en un Estado aconfesional y laicista, como el nuestro?
Vergüenza se sintió cuando la Policía Nacional, cargaba brutalmente a porrazos y puñetazos, contra los ‘demonios’, que en nada perturbaban la paz social y el respeto a los demás, ni de forma agresiva. Tan solo se manifestaban en su legal derecho a la protesta, en su libertad expresiva, a esta venida (y dispendios gastos públicos), de este representante del catolicismo unilateral. Llegado a servirse en este País, libre de creencias y religiones, a imponer su doctrina y un modelo de vida igualitario para todos. Fueran impíos o creyentes, cuán corderos de los dioses. De sonrójante han sido los cobardes embustes, de las inexistencias de gastos del erario público. Dichas éstas por los entes oficiales, una y otra patraña, haciéndonos comulgar con ruedas de molino, con esta vileza y desfachatez. Hagamos un arqueo. En un País que se ahoga cruelmente, en una impenitente crisis en las finanzas comunes. Y al Vaticano no se le pasa factura. Se va de rositas.

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