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El Papa, contra el «nuevo laicismo» que arrincona los símbolos cristiano

El discurso llega tras la pastoral de los obispos españoles y el manifiesto laicista del PSOE

Que Benedicto XVI no pierde ocasión para aclarar conceptos morales que remiten al orden social y político se evidencia en el discurso que realizó ayer ante los participantes del Congreso de Juristas Católicos italianos en el Vaticano. Bajo el título de «La laicidad y los laicismos», el Pontífice revisó el desarrollo histórico del concepto «laicismo» y lamentó el significado que ha tomado en los últimos tiempos: «El laicismo ha asumido el significado de exclusión de la religión y de sus símbolos de la vida pública mediante su confinamiento al ámbito de lo privado y a la conciencia individual», denunció. «No es laicidad sino una degeneración en laicismo la hostilidad ante cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión y a la presencia, en particular, de cualquier símbolo religioso en las instituciones públicas», afirmó el Papa.
   «La laicidad hoy se expresa como la total separación entre el Estado y la Iglesia, sin que ésta tenga derecho alguno a intervenir en temas relativos a la vida y los comportamientos de los ciudadanos», prosiguió. «La laicidad supone la exclusión de los símbolos religiosos de los lugares públicos destinados al desarrollo de las funciones propias de la comunidad política: oficinas, colegios, tribunales, hospitales, cárceles, etc», afirmó el Pontífice. «Así -continuó- se habla hoy de pensamiento laico, de moral laica, de ciencia laica, de política laica. Existe una visión irreligiosa de la vida, del pensamiento y de la moral, una visión en la que no hay lugar para Dios, para un misterio que trasciende la pura razón», indicó.
   «Este significado parece haberse convertido casi en el emblema de la postmodernidad, y en particular de la democracia moderna»,lamentó, para explicar a continuación la necesidad de una «sana laicidad», ya referida en su día tras el Concilio Vaticano II: «Esta“sana laicidad” implica la autonomía de las realidades terrenas. No puede ser la Iglesia la que indique qué orden social y político conviene más, sino que es el pueblo el que debe elegir libremente la mejor manera de organizar la vida política», afirmó, asegurando que lo contrario sería una «injerencia» indebida de la Iglesia.
   Sin embargo, esta «sana laicidad» comporta que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, limitado al ámbito privado, sino que la Iglesia sea «reconocida como una presencia comunitaria pública». Esto supone también «que el Estado garantice a toda confesión religiosa la libertad de culto».
   Manifiesto laicista
   No es la primera vez que el Papa afronta la espinosa cuestión del «nuevo laicismo», un debate que se planteó ya la ciudad italiana de Verona, hace unos meses, durante el Congreso nacional de la Iglesia italiana. También en Turquía, durante su reciente visita pastoral a este país, musulmán y sin embargo laico, el Papa volvió a hacer referencia a esta «sana laicidad». Las palabras del Pontífice no hacen una alusión directa a la situación que se vive en España, donde esta misma semana el Partido Socialista ha reivindicado el laicismo como «principio constitucional» en un manifiesto, desmarcándose del principio de aconfesionalidad que se recoge en la Constitución. El texto suscitó las críticas no sólo de obispos y juristas, sino de todos los ámbitos de la sociedad, al considerarlo «ofensivo contra todas las religiones». El manifiesto llegó pocos días más tarde de la Instrucción Pastoral de los obispos españoles que, bajo el título «Orientaciones morales ante la situación actual de España», denunciaba la «fuerte oleada de laicismo» y la difusión de la mentalidad laicista.
   La exclusión de los símbolos religiosos de los lugares públicos y la reducción de la religión al ámbito de lo privado como consecuencias directas de este «laicismo beligerante» al que alude el Papa en su discurso, son realidades que también afectan a la sociedad española. La reciente polémica sobre la retirada de un crucifijo en Córdoba porque «molestaba» durante un acto cultural y la retirada sistemática de imágenes religiosas en colegios y lugares públicos está a la orden del día en territorio español. Y hace apenas unos días llegaba la noticia de la suspensión de los actos de Navidad y Reyes en el colegio público Hilarión Gimeno de Zaragoza «para defender y promover una educación laica».
   En cuanto a la «injerencia indebida» de la Iglesia en materias que no le corresponden, tendría su equivalente «laicista» en la asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadanía, que, según la Instrucción Pastoral de los obispos, sería un claro ejemplo de «intromisión del Estado» en la educación moral de los alumnos.

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