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León XIV el pasado 12 de mayo, encuentro con los media | Edgar Beltrán. The Pillar / CC BY-SA 4.0

El papa como actor global: poder simbólico e intereses estratégicos · por Evaristo Villar

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El papa no solo lidera la Iglesia católica; también es un actor influyente en la política internacional para dialogar con potencias, denunciar injusticias y mediar en conflictos

La elección de un papa es, en apariencia, un asunto estrictamente eclesiástico: un acto de fe, tradición y discernimiento espiritual entre los cardenales reunidos en cónclave. Sin embargo, en la práctica, se trata también de un proceso profundamente influido por factores geopolíticos, tensiones ideológicas y estrategias institucionales. El papa no sólo lidera la Iglesia católica; también encarna una figura con alcance global que influye en los grandes debates de la humanidad: paz, justicia, ecología, ética, derechos humanos y más.

La reciente elección de León XIV ha reavivado esta doble dimensión del papado: por un lado, como guía espiritual de más de mil millones de fieles; por otro, como actor influyente en la política internacional, con capacidad para dialogar con potencias, denunciar injusticias y mediar en conflictos.

Este artículo examina qué papel juega el papa en la geopolítica mundial, qué intereses se juegan en su elección y cómo la geopolítica misma ha influido en la elección del nuevo pontífice.

El Vaticano como actor geopolítico

Aunque el Estado Vaticano tiene solo 44 hectáreas y una población residente reducida, su influencia global es desproporcionada. Goza de reconocimiento diplomático por parte de más de 180 países y tiene un estatus de observador permanente en Naciones Unidas. Esta red diplomática le permite al Vaticano participar activamente en negociaciones internacionales, pronunciarse sobre temas de gran sensibilidad global y ejercer un papel de mediador en conflictos armados, disputas territoriales y crisis humanitarias.

Históricamente, papas como Juan Pablo II y Francisco han demostrado últimamente cómo el liderazgo moral del Vaticano puede tener efectos políticos concretos. El primero fue clave en el debilitamiento del bloque soviético, especialmente a través de su apoyo al movimiento Solidaridad en Polonia. El segundo ha tenido un papel destacado en la reanudación de relaciones entre Cuba y EE. UU., la denuncia del capitalismo salvaje, y la articulación de una agenda ecológica global. Estos ejemplos muestran que el papado, lejos de ser un mero símbolo religioso, actúa como un verdadero poder especial en el escenario internacional.

Además, el papa puede ejercer presión moral sin recurrir a sanciones ni intervenciones. Las encíclicas papales —como Laudato Si’ o Fratelli Tutti— se convierten en documentos de referencia incluso fuera del mundo católico, al influir en foros como la COP, el G20 o el Consejo de Derechos Humanos. En este sentido, el papa representa una autoridad ética con capacidad para movilizar, o al menos inquietar, a gobiernos, empresas y ciudadanos.

Intereses estratégicos en la elección papal

La Iglesia católica, como institución milenaria, enfrenta hoy día múltiples desafíos: la secularización creciente en Europa, la competencia de otras religiones (especialmente el islam y el protestantismo pentecostal), las divisiones internas entre sectores conservadores y progresistas, los escándalos de abusos sexuales, etc. En este contexto, cada elección papal es una oportunidad para redefinir el rumbo institucional, fortalecer ciertas líneas de acción y posicionar a la Iglesia frente a los grandes dilemas de su tiempo.

Entre los factores que suelen influir en la elección destacan:

  • El origen geográfico del candidato: En los últimos cónclaves, se ha buscado salir del eurocentrismo tradicional. La elección de Francisco (Argentina) y ahora León XIV apunta a reforzar el peso del sur global.
  • La capacidad de comunicación del futuro papa: Se valora su habilidad para conectar con la gente, enfrentar a los medios y manejar crisis internas.
  • Su perfil doctrinal y pastoral: Ni demasiado rupturista para los sectores conservadores, ni inmovilista para los reformistas.
  • La experiencia diplomática e institucional: En un mundo globalizado, el papa debe también entender los códigos de la política internacional.

Todo ello revela que el cónclave es un espacio donde confluyen distintas corrientes eclesiales, con alianzas, tensiones y estrategias que reflejan, en parte, las fracturas del mundo contemporáneo. Así, la elección papal es también un mensaje: hacia dentro, sobre el tipo de Iglesia que se quiere construir; y hacia fuera, sobre el tipo de papel que la Iglesia quiere jugar en el mundo.

La elección de León XIV: claves geopolíticas

La elección de León XIV cabe leerse como una respuesta estratégica ante este panorama. Su perfil combina firmeza doctrinal con sensibilidad social. Procedente de una región que no solo experimenta el crecimiento del catolicismo, sino también su creciente politización, León XIV representa una figura de síntesis. El nombre elegido —“León”— evoca fortaleza, autoridad y reforma. No es casual: remite a papas como León XIII, recordado por su intervención en la cuestión social, en el mundo laboral, y su apertura a los cambios del mundo moderno sin perder fidelidad a la doctrina.

Desde el punto de vista geográfico, la elección parece consolidar un desplazamiento del centro de gravedad de la Iglesia hacia el sur global. Es una apuesta clara por una Iglesia más internacionalizada, menos centrada en los problemas de Europa occidental y más atenta a los desafíos del mundo en desarrollo. Esta elección busca también ampliar el alcance moral del papado en escenarios donde el cristianismo todavía tiene un papel central en la vida pública.

El Colegio Cardenalicio, significativamente más diverso hoy que hace treinta años, ha reflejado esa dinámica. Los cardenales africanos, asiáticos y latinoamericanos han ganado influencia, desplazando a los tradicionales equilibrios europeos. Esta transformación no es sólo simbólica: responde a la necesidad de que la Iglesia se abra a nuevos lenguajes, culturas y realidades sociales, lo cual tiene implicaciones directas en la diplomacia vaticana. Se trata de mostrar que el mensaje evangélico puede dialogar con los retos del siglo XXI sin encerrarse en nostalgias del pasado.

Repercusiones geopolíticas de su elección

León XIV llega en un momento de crisis internacional. Las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias, el ascenso de autoritarismos, la amenaza de una guerra a gran escala, la crisis climática, la inteligencia artificial, las migraciones masivas y el debilitamiento del multilateralismo requieren voces con legitimidad moral que trasciendan el interés nacional o económico. El papa puede desempeñar ese papel.

Entre las líneas que probablemente marcarán su pontificado figuran:

  • La defensa del orden multilateral: El Vaticano ha criticado en diversas ocasiones la lógica de los bloques de poder y ha abogado por soluciones cooperativas.
  • El diálogo interreligioso: Fundamental para prevenir el extremismo y fomentar la convivencia.
  • La promoción de una economía ética: En línea con Laudato Si’, se espera una crítica firme a los modelos que destruyen el medioambiente y generan exclusión.
  • La diplomacia humanitaria: La Santa Sede seguirá activa en zonas de conflicto, apoyando procesos de paz y denunciando violaciones a los derechos humanos.

Internamente, León XIV tendrá que afrontar la reforma de la curia y de todos los procesos de nombramientos eclesiásticos, actualmente cuestionados, la prevención de abusos, y el avance de la sinodalidad como nuevo modelo de gobierno eclesial. Estos desafíos, aunque internos, tienen un eco en la percepción internacional del Vaticano: su credibilidad global depende también de su coherencia institucional. En ese sentido, la capacidad del papa para ejercer autoridad sin autoritarismo, y para reformar sin provocar rupturas, será una de sus principales pruebas.

Conclusión

El papado es, hoy más que nunca, una figura bisagra entre lo espiritual y lo político. Su autoridad no se basa en el poder coercitivo, sino en la capacidad de representar valores universales: justicia, paz, dignidad humana. La elección de León XIV confirma que la Iglesia católica es consciente de su función en el mundo y que busca ejercerlo con inteligencia estratégica, sin renunciar a su misión espiritual.

El nuevo papa no solo tendrá que guiar a los católicos del siglo XXI, sino también dialogar con líderes, denunciar injusticias y proponer caminos éticos para una humanidad desorientada. Su éxito dependerá de su capacidad para sostener ese equilibrio: entre tradición y renovación, entre fe y política, entre la Iglesia ad intra y su misión ad extra. La historia juzgará si León XIV ha sido capaz de encarnar no sólo el peso de una institución milenaria, sino también la esperanza de un mundo que aún busca voces capaces de unir a los seres humanos y de respetar y cuidar la Casa Común.

(*) Teólogo; profesor jubilado

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