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El pañuelo en las escuelas

Como siempre que se produce un debate sobre culturas ajenas a la occidental, se cae en la generalización. Este mal hábito lleva a confundir el burka, el chador, el nicab y el litam, las diferentes formas de velo según el país y la consiguiente interpretación de las ramas del islam. El velo está muy arraigado desde un punto de vista histórico y religioso; es un mandato reflejado en El Corán y Los Hadices (dichos del profeta). En el mundo árabe preislámico la mujer “libre” se diferenciaba de la esclava por llevar velo. La historia del velo en los países de religión islámica es la de la evolución e involución de usos sociales, el peso en las mismas de la religión y de la interpretación que se da de ella.

Desde luego, este análisis no exime de la conclusión a la que nos lleva la lógica: el velo supone un símbolo de dominación patriarcal, una expresión de pudor femenino que indica, en última instancia, obediencia al padre y al marido y contención sexual. El velo significa cosificación. Pero no hay que olvidar que ocultar el pelo femenino bajo un pañuelo fue un tocado muy arraigado en el mediterráneo, no hace muchas décadas era norma por ejemplo entre las viudas de las zonas rurales de España y atuendo indispensable para entrar a misa. E imposible no hacer referencia a las monjas, cuyos motivos para cubrirse la cabeza son, en esencia, idénticos a los esgrimidos en el Islam.

Actualmente, surge con fuerza el uso del nuevo hiyad, pañuelo (no velo) que tapa el pelo y el cuello. Se lleva de una forma moderna, con ropas actuales, deportivas,… y que permite una actividad independiente. Supone un pequeño avance de las mujeres musulmanas hacia su liberación. Más allá de la realidad de la mujer en el mundo islámico y especialmente de la imagen del burka en Afganistán o del chador en Irán, el debate del velo se traslada a Europa y llega hasta nuestro país, obviando completamente nuestra propia problemática con respecto a la indumentaria.

Conseguir que los corsés quedaran estéticamente obsoletos es uno de los grandes logros de la liberación de las mujeres occidentales. Una prenda insana, incómoda, que impedía cualquier tipo de actividad física. Ahora, vuelven a estar de moda, combinados con apretados pantalones de pitillo y zapatos de tacón de aguja. La merma de la movilidad y del disfrute del espacio físico en que se traduce esta indumentaria, además de la adaptación a los severos cánones de delgadez impuestos para llevarla, también es cosificación.

El debate del velo o, mejor dicho, del pañuelo, es pues un debate por la puerta de atrás, a falta de una legislación que realmente saque la religión de las escuelas. La polémica se centra en el reglamento internos de los centros. El problema surge cuando alguno, con la disculpa de la integración y bajo la pauta de la incomprensión de lo diferente, pretende poner a la misma altura una gorra que un pañuelo. Cómo se puede plantear negar el hecho cultural y religioso a una estudiante musulmana cuando en la mesa de al lado su compañera puede llevar al cuello una cruz, en su centro de estudios existen infinidad de símbolos cristianos e incluso, en los concertados, las monjas pueden ir cubiertas con su tocado. Es por tanto una falsedad y una clara demagogia que no esconde otra cosa que el miedo y la discriminación a la diferencia.

Más aun cuando el derecho a la educación debe primar sobre si lleva o no pañuelo. Ante la inoperatividad de las administraciones permitiendo decidir a cada centro, lo único que se genera son focos de intolerancia, incomprensión y segregación. Al final en los centros concertados cristianos no habrá pañuelo y las jóvenes que lo quieran llevar acabaran en los públicos. Una forma más de los colegios religiosos de evitar la matriculación de minorías o personas diferentes a sus creencias, cuestión inadmisible cuando se financian con dinero público y más aun en un estado de derecho.

Estamos en contra del uso del velo, del pañuelo, del burka, de los cánones de belleza occidentales, de los corsés y de un sinfín de elementos que someten a las mujeres y que pueden encontrarse a lo largo y ancho del planeta.

El hecho de que las mujeres oculten o no su pelo, no puede poner en riesgo el ejercicio de sus derechos. Más aún tratándose del derecho a la educación, al acceso a la escuela pública, elementos fundamentales para la toma de conciencia de las mujeres, para que puedan decidir libremente si llevar o no el hiyad. Desde la intolerancia y el prohibicionismo sólo se consigue dar argumentos a las interpretaciones de una y otra religión. Nuestra sociedad es multicultural y dicha realidad ha de ser parte de nuestro sistema educativo y germen de un mundo mejor.

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