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El nuevo Primado de España, digno sucesor de Cañizares

El nuevo Primado apunta maneras y mucho me temo que no vamos a añorar a su predecesor. Lleva escasamente tres meses desempeñando esta prelatura, entre los que ha mediado uno vacacional, y ha dejado ya unas cuantas perlas de las que podría sentirse orgulloso el mismísimo cardenal Cañizares, a quien dios tenga en su estado Vaticano por el tiempo que estime necesario, si ésta es su voluntad.

La verdad es que Braulio Rodríguez, que éste es el nombre del actual arzobispo de Toledo, venía precedido de justa fama para cubrir un puesto tan relevante. Sus opiniones sobre la retirada de los crucifijos de los lugares públicos, la asignatura Educación para la Ciudadanía, las campañas gubernamentales fomentando el uso del preservativo o el matrimonio homosexual, no han pasado desapercibidas por el Santo Padre que ha estimado en lo que vale tan preciado currículum y lo ha premiado con el nombramiento más deseado entre nuestros prelados.

Sobre la retirada de los crucifijos piensa y dice que se debe “al fundamentalismo laicista”, las campañas a favor del condón las considera “zafias”, la “Educación para la ciudadanía” una “amenaza real para España” y el matrimonio homosexual un “error que va en contra del sistema moral que ha regido en nuestra patria desde hace muchos siglos”.

Los socialistas que gobiernan hoy el país -que fue en su día el más sólido baluarte del catolicismo en Occidente- se han hecho acreedores del tratamiento beligerante de la cúpula vaticana. Ésta podía haber optado por una persona conciliadora, pero los retos que se avecinan les ha aconsejado que las riendas de la Iglesia española sean manejadas con intransigente firmeza.

En el pasado mes de agosto, con motivo de la celebración de la Virgen del Sagrario, patrona de Toledo, el Primado ya nos avisó de su talante al instar a sus feligreses a la desobediencia civil. Argumentó el arzobispo que la ciudadanía de los católicos está en el cielo y que, estando empadronados ya en esta ciudad, porque aquí “están de camino”, se hace “preciso obedecer a Dios antes que a los hombres".

No obstante, tras el oficio religioso en el que hizo este llamamiento a la resistencia, cuando los asistentes se acercaron a la imagen de la Virgen para pedir los favores y la felicidad que el mundo no sabe o no puede darles, fueron advertidos de que no besaran las medallas milagrosas y que se limitaran a tocarlas con la mano y posteriormente se la besaran. Especialistas en el conocimiento del virus de la gripe “A” habían advertido del riesgo de contagio de esta enfermedad y el Primado se fió más de esta advertencia “humana” que de los poderes milagrosos de su Virgen. La desobediencia, al parecer, se la reserva para asuntos de envergadura más de tipo moral.

La última protagonizada por el ilustre prelado han sido unas declaraciones realizadas este pasado lunes sobre el proyecto de “Ley sobre la Interrupción Voluntaria del Embarazo” que se presenta, según su juicio, con un título "muy eufemístico". Ante esta animadversión que parece tener el Primado a los eufemismos cabría preguntarse, entonces, que porqué se deja llamar “padre” cuando ha hecho voto de castidad y, consecuentemente, no puede tener hijos. Ocurre, sin embargo, que su Institución lleva tantos siglos de poder real en nuestra sociedad que una de las acepciones de esta palabra es, justamente, la del “tratamiento que se da a ciertos religiosos o sacerdotes”.

La otra valoración expresada por el Primado sobre esta ley es que “repele la razón”. Aquí sí que me rindo. Si esta persona considera razonable, y no le repugna a su inteligencia, poseer el mágico poder, y ejercerlo a diario, de convertir un pedazo de pan en un dios todopoderoso y el de redimir del fuego eterno a todos aquellos que se le acerquen para contarle sus miserias, yo me confieso desarmado de argumentario para llevarle la contraria sobre cualesquiera de sus ideas, valoraciones o convencimientos.

Pero quedan ustedes avisados, a medida que su Ilustrísima o Excelentísima -que en estas alturas pierde uno la noción del tratamiento debido- vaya tomando confianza con su digna prelatura, nos esperan días de gloria, y no divina precisamente, para los que no somos de su cuerda pero sí conscientes de la influencia que sus palabras pueden tener en un estrato nada desdeñable de nuestra sociedad. ¡Qué dios nos coja confesados!

Gerardo Rivas Rico es Licenciado en Ciencias Económicas

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