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El matrimonio homosexual centra el debate electoral en EE UU

La legalización o no del matrimonio entre personas del mismo sexo se ha convertido estos días en el debate más candente de la campaña electoral en Estados Unidos, el que hoy marca la división entre la parte más progresista del país y la más conservadora. La forma en que se resuelva puede tener, por tanto, consecuencias políticas que sobrepasan a las que afectan a la moral y a las condiciones de vida de los homosexuales.

Para evitar pronunciarse claramente sobre el tema, el presidente Barack Obama se ha protegido hasta ahora en una declaración anterior de que su opinión estaba “evolucionando”. Pero la presión sobre él ha crecido considerablemente y mañana va a ser preguntado al respecto en una entrevista en la cadena ABC.

Su rival republicano, Mitt Romney, también trata de huir de la polémica, aunque la semana pasada se vio plenamente inmerso en ella por la dimisión de uno de los principales asesores de su campaña que se había declarado abiertamente gay. Pese a que Romney dijo después que estaría encantado de readmitirlo, no pudo evitar las duras críticas de quienes le acusaron de haber cedido al chantaje de la derecha religiosa y el Tea Party. A lo largo de su carrera, Romney ya ha cambiado de posición en lo referido a los derechos de los homosexuales, desde el reconocimiento a la plena igualdad que defendió en sus comienzos hasta su oposición al matrimonio gay que sostuvo después.

Este es un asunto que afecta a la conciencia de las personas y que tiene implicaciones electorales diversas y contradictorias, de ahí la prudencia con la que los candidatos lo abordan. Pero el impulso de un colectivo que gana influencia en la política y la propia dinámica modernizadora de la sociedad lo han puesto ahora sobre la mesa de una manera inexcusable.

El pasado domingo, el vicepresidente Joe Biden se pronunció por primera vez a favor del reconocimiento de las bodas entre homosexuales. La Casa Blanca se sintió obligada después a precisar que esa declaración representaba únicamente la opinión personal de Biden, pero quedó la impresión de que Obama estaba utilizando a su número dos como ariete para medir el efecto de esa posición.

Varios comentaristas del lado progresista, incluido un editorial del diario The New York Times, han recomendado al presidente que de un paso adelante de una vez y se pronuncie por la legalización del matrimonio gay. Otros, en cambio, le advierten de los riesgos de esa decisión, en la que tiene poco que ganar y mucho que perder.

Un ejemplo de lo que Obama se juega en este asunto es Carolina del Norte. Ese es un Estado que el presidente ganó en 2008 y que aspira a volver a ganar en noviembre. Pero es un estado esencialmente conservador y religioso donde los potenciales votantes de Obama pueden estar de acuerdo con él en muchas cosas pero negarle el apoyo por una discrepancia por un asunto de fe, como es el matrimonio homosexual. Como prueba de ese peligro, Carolina del Norte se convirtió el martes en el 30 Estado de la Unión que aprueba una ley que define el matrimonio como “la unión entre un hombre y una mujer”.

Las uniones entre el mismo sexo cuentan hoy con el respaldo del 50% de los norteamericanos y la oposición del 48%, según la última encuesta de Gallup, es decir es un tema que divide por la mitad a la nación. Y la divide, además, de una forma irregular. Muchos de los tradiciones votantes demócratas están en el campo de los que se oponen. Un 55% de los afroamericanos, por ejemplo, lo rechazan. Similar puede la situación entre los hispanos, en su mayoría católicos.

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