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El lobby israelí, los evangélicos y Netanyahu: la alianza que dispara las alarmas por su relación con la extrema derecha

Más de 18.000 delegados han participado esta semana en Washington en la conferencia anual del AIPAC, el influyente lobby judío que determina las políticas de Estados Unidos en Oriente Próximo. Por primera vez en su historia no ha subido al estrado ningún aspirante demócrata a la presidencia en las elecciones de 2020.

Este miércoles, Anshel Pfeffer, del diario Haaretz, destacaba en la portada del periódico de Tel Aviv que Benjamín Netanyahu dijo recientemente a uno de sus consejeros: “Ya no necesitamos al AIPAC. Ya tenemos suficiente apoyo en Estados Unidos con los evangélicos. Con mucho gusto renunciaría al AIPAC si no los necesitáramos para contrarrestar a J. Street”, en referencia al lobby judío progresista, cuya influencia en Estados Unidos es muy limitada pero está creciendo y que, entre otras cosas, aspira a poner fin a la ocupación israelí de los territorios palestinos.

Y esta misma tarde, en el programa La hora internacional de la emisora de radio estatal Reshet Kan, el corresponsal en Roma ha entrevistado a Steve Bannon, que en más de una ocasión ha sido calificado de “antisemita”. El ideólogo republicano se ha definido como un “cristiano sionista” que defiende al estado judío como el primero y que apoya, entre otras cosas la anexión israelí del Golán sirio.

Bannon, que también se define como “nacionalista” se encuentra en Europa para impulsar el voto nacionalista y de extrema derechaen las próximas elecciones al parlamento europeo. Entre sus amigos está el partido nacionalista español Vox así como toda la raigambre de partidos nacionalistas y de extrema derecha de Europa, incluida Europa del este, partidos a los que ahora se les denomina “populistas”, y que en su inmensa mayoría mantienen estrechos vínculos con Netanyahu.

Pero Netanyahu tiene razón en gran parte puesto que los cristianos evangélicos han sido decisivos en las últimas elecciones a la Casa Blanca. En realidad, sus millones de votos son complementarios del esfuerzo que hace el AIPAC en los corredores del Capitolio para dirigir la política exterior de Estados Unidos, especialmente en Oriente Próximo. Entre unos y otros llevan en volandas al presidente Donald Trump, que también se siente a gusto estando en el ajo.

Lo más preocupante para la estabilidad de Oriente Próximo es que esos millones de cristianos evangélicos pueden seguir siendo decisivos en próximas elecciones americanas. Otra cosa no menos alarmante es la penetración de las iglesias evangélicas en América Latina, impulsadas por Estados Unidos. Países como Honduras, Brasil y otros están a partir un piñón con Netanyahu. De hecho, el presidente de Brasil, muy bien relacionado con los evangélicos, visitará Israel en los próximos días, en la víspera de las elecciones del 9 de abril, para dar su respaldo a Netanyahu.

Al igual que Bannon, el AIPAC, que defiende la política extremista de Netanyahu, instrumentaliza a los líderes nacionalistas y de extrema derecha de Europa del este que han trabado una sociedad colaborativa con Israel. Y esta sociedad opera justamente contra los intereses básicos de la Unión Europea allá donde se tercia, empezando por Irán y acabando por los palestinos, en lo tocante a Oriente Próximo.

Como cada año, la convención del AIPAC ha servido de fondo para la aparición de pancartas críticas con el lobby judío y sus políticas con respecto a Israel. Algunas pancartas decían: “AIPAC es igual a robo de tierras”, “AIPAC ama la bomba”, “AIPAC odia la paz”, y otras de parecida naturaleza. Un sondeo de Gallup recién publicado dice que el 50% de los estadounidenses está a favor de la creación de un estado palestino, un porcentaje que es más elevado entre los votantes demócratas, y especialmente entre los jóvenes. Naturalmente, el AIPAC está alarmado con esos datos preocupantes.

Un hecho sin precedentes se ha producido este año cuando la inmensa mayoría de los candidatos demócratas a la presidencia han optado por declinar las invitaciones del AIPAC para hablar en la convención y han optado por boicotearla. Así lo han hecho, entre otros, Bernie Sanders, Beto O’Rourke y Elizabeth Warren. De hecho, ningún candidato demócrata habló en la convención.

Sanders, que es judío, ha dicho que le “preocupa que el AIPAC sirva de plataforma a líderes intolerantes y que se oponen a la solución de los dos estados”. Sanders ya declinó participar en la convención de 2016, a la que también fue invitado. Naturalmente, estos boicots no han agradado a AIPAC, aunque se debe decir que otros líderes demócratas como Nancy Pelosi, presidenta del Congreso, sí que han participado.

Históricamente el AIPAC ha puesto su estrado al servicio de conocidos oradores antimusulmanes y antiárabes, al servicio de islamófobos reputados, siguiendo la política que en este sentido marca Israel, algo que también ocurre en Europa occidental. Cualquier ocasión para denigrar el islam desde cualquier punto de vista es bienvenida en esos ambientes.

Las políticas del AIPAC están cada día más alineadas con el Likud, el partido de Netanyahu. Se vio con claridad durante la crisis que enfrentó a Netanyahu con el presidente Barack Obama en relación con el acuerdo nuclear con Irán, un acuerdo que sigue estando en vigor entre Teherán y la Unión Europea, pero que Trump ha cancelado. El AIPAC ha dado un paso más adelante este año invitando por primera vez al estrado a un líder de los colonos judíos de los territorios ocupados palestinos.

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