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El Librepensamiento europeo por la libertad de la Ciencia

El papa Bergoglio (« Francisco ») acaba de disponer una jornada de rezo para la salvaguardia de la creación. ¿Será que su Dios no es lo suficientemente fuerte, o bien está distraído y hace falta recordarle su trabajo de vez en cuando, pellizcarlo para impedirle dormir? ¡Este dios no habría soportado seis días en el Olimpo!

En realidad, hemos comenzado a estudiar en Francia la última encíclica papal. Lo hemos hecho mirando el Manifiesto de Oslo, fundador de la AILP. Lo hemos hecho también a partir de la experiencia que hemos ganado de la actividad de libre-pensadores franceses en el terreno de la defensa de la ciencia, de la defensa de la libertad de investigación.

 Las religiones se esfuerzan siempre lógicamente en oponerse a las ciencias, aunque solo sea porque no pueden admitir que la arqueología, la historia, la genética o la física arruinan los fundamentos históricos mitificados sobre los que las religiones pretenden fundarse.

Esta oposición se divide en dos actitudes:

*) la de los fundamentalistas que consideran que el libro o la tradición han dicho todo y que hace falta por tanto destruir lo que se le oponga;

*) y la de los “políticos” que pretenden reforzar su poder trazando, desde un punto de vista dogmático, la frontera de lo que puede ser aplicado o investigado.

El mismo tipo de razonamiento se encuentra tanto en lo que concierne a los “exo-injertos”, como en la investigación sobre el embrión humano, la robótica, las nanotecnologías o las OMG.

Es preciso entonces identificar y hacer conocer los vectores de la ofensiva obscurantista, y ello converge especialmente con las preocupaciones más habituales del Libre Pensamiento, como la defensa de la Universidad y de los diploma que ella confiere contra los privilegios de las religiones que, en Francia desde hace poco tiempo, participan en la elaboración de ciertos diplomas y otorgan sus propias titulaciones gracias a un “acuerdo universitario” (acuerdo Vaticano-Kouchner).

Los libre-pensadores rechazan también una “enseñanza del hecho religioso” destinada a legitimar la existencia de un pretendido magisterio moral de los cultos en materia científica.

Esto no tendría que dispensar, por tanto, al Libre Pensamiento de interesarse en el debate “ciencia y tecno-ciencia” (patentización de lo vivo, pero también acceso a los servicios de salud, ingeniería medioambiental, gestión del agua, mercado de los “derechos a contaminar”, etc.).

Es una tendencia real del estado actual del capitalismo la de reducir justamente la ciencia a la tecno-ciencia, comandada por los únicos sectores todavía rentables de la producción.

Contrariamente a lo que pretenden los ideólogos del relativismo cognitivo “posmoderno”, ello no es simplemente una tendencia natural de la comunidad científica. La pretendida “demanda social” es de hecho aquella de las empresas por una parte y la de las ONG reaccionarias por la otra, bajo la apelación de “ciencia ciudadana”.

Es así que ciertos sectores fundamentales de la investigación son condenados de hecho a una clandestinidad, habida cuenta de las reglamentaciones al uso, subordinadas a la ideología obscurantista y mercantilista. Demasiados terrenos se encuentran, de lejos, casi prohibidos a la investigación científica libre.

Resta igualmente la cuestión delicada del ecologismo, movimiento político donde el resultado social es indudable. El hecho de que un laboratorio francés de investigación fundamental en ecología acabe de ser agredido en nombre de ella va sin dudas a ampliar este campo. Ayudar a los investigadores clarividentes al contrataque no es simple. Debería por tanto quedar claro que los organismos que se definen como “intergubernamentales” por muy honorables que sean no pueden ser calificados de científicos, aunque cuenten con la participación de investigadores.

Bioética o anticlericalismo: las bases del debate internacional son sanas.

Desde el 2009 y un famoso coloquio en la facultad de Medicina de París a propósito de la investigación sobre el embrión humano, la colaboración de científicos eminentes ha abierto una nueva etapa en la actividad de la comisión Ciencias.

Ella pasa por:

Una actividad de profundización y de divulgación frente a las estructuras universitarias, hospitalarias, de maternidad o de los centros de protección maternal e infantil, gracias a una actividad editorial común con las universidades.

Una actividad de debates internacional y de confrontaciones sobre el marco filosófico de la actividad científica y de sus aplicaciones. Eso que habitualmente es designado como “bioética”. Los encuentros han hecho que este debate, comenzado en Oslo en 2011, haya sido llevado conjuntamente con –entre otros- la Federación Humanista Europea. Luego de Barcelona, Thesaloniki, Lille y Varsovia, es tiempo de lanzar una primera conclusión.

Y es precisamente el coloquio de Varsovia el que nos ofrece la ocasión: en el debate que tuvo lugar, con determinaciones vecinas, los participantes miembros o próximos a la AILP o de la Federación Humanista Europea se encontraron sobre la misma longitud de onda frente a una posición “atea-liberal” que  pretende que ¡la lucha contra el clericalismo está fuera de actualidad puesto que el lobby católico dentro del comité de ética no influenciaría significativamente ni las orientaciones de la investigación científica ni la distribución!Debemos al mismo tiempo formalizar las posiciones comunes apoyándonos en las resoluciones conclusivas de los coloquios y proponiéndolas a la reflexión de científicos y a la sagacidad de gobernantes, como base de una acción enfocada a proteger absolutamente la ciencia de las religiones y de las instrucciones espirituales obscurantistas.

Así, el trabajo sobre las ciencias puede abolir ciertas fronteras “políticas” entre asociaciones y crear una sinergia activa de aproximación, ya que pone en primer plano las posiciones y valores comunes. Más allá de la cuestión de la libertad propiamente científica, de investigación y de desarrollos terapéuticos, están desde luego las libertades públicas para los ciudadanos: interrupción voluntaria del embarazo, procreación médicamente asistida, derecho a morir en dignidad.

En conclusión,

El trabajo comenzado sobre la encíclica papal “Laudato Si” nos ha conducido a considerar que las preocupaciones que allí se expresan no son más que una manera de utilizar las preocupaciones medioambientales, y bajo ese encubrimiento, tratar nada menos que de agrupar las fuerzas políticas más variadas y las más eficaces del imperialismo mundial alrededor de soluciones aseguradas por la institución eclesiástica para hacer aceptar su suerte a los oprimidos.

Esto se hace bien entendido en nombre de la “lucha contra la pobreza”, fondo de comercio principal de la casa desde hace dos milenios, con los exaltantes resultados que se conocen. En cuanto al autor, he leído con mucho interés el retrato de Bergoglio pintado por nuestro excelente amigo Fernando Lozada, vocero de la AILP, y sabemos a cuenta de quién devino papa. Nos falta intentar sintetizar nuestros análisis y nuestras críticas.

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