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El Laicismo

El arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, ha hecho un llamamiento para que no se vote al PSOE en las próximas elecciones. Está en su derecho y es absolutamente legítimo que haga este llamamiento, porque cualquier ciudadano tiene libertad para manifestar públicamente una opinión política, y una opción de voto es eso, una opción.

Pero monseñor Sebastián fundamenta esta opción legítima en el siguiente argumento: "Cuando el Gobierno está endureciendo los perfiles del laicismo, que crea tantos problemas, los católicos tienen que reaccionar". Es decir, que el arzobispo de Pamplona llama a no votar al PSOE porque el laicismo le crea problemas a la iglesia católica.

Este argumento ya no es de recibo. Porque tras las palabras de Fernando Sebastián, tras su crítica al laicismo, lo que se esconde es el propósito de que se mantenga el actual status quo, es decir, que se mantengan los privilegios de que actualmente se beneficia la confesión religiosa a la que pertenece el arzobispo de Pamplona.

El Estado no tiene por qué privilegiar a ninguna confesión religiosa, y debe ser absolutamente neutral en este aspecto. Y la aconfesionalidad y el laicismo son manifestaciones de esta neutralidad. Por tanto, Fernando Sebastián no se está limitando a hacer uso de su legítima libertad al pedir que no se vote al PSOE, sino que está defendiendo unos privilegios inaceptables.

La iglesia católica está oponiendo una resistencia numantina al reconocimiento de que sus gastos debe pagárselos ella, y de que el Estado no tiene por qué invertir ni un euro del dinero público -el dinero de todos- en financiar a esta confesión religiosa. Éste es el fondo del problema.

La religión es un asunto privado, es algo que se mueve en un espacio puramente personal. Si las cuestiones personales, privadas, tienen unos costes, lo lógico es que los pague quien los origina. En esta dinámica, los costes de una confesión religiosa concreta, la iglesia católica, deben pagarlos sus fieles, no todos los ciudadanos.

Éste es el problema de la posición del arzobispo de Pamplona. Sus palabras tienen trampa, porque si bien es totalmente legítimo pedir que no se vote al PSOE, no lo es pretender que, entre todos, paguemos los gastos de la organización religiosa a la que pertenece dicho arzobispo. Es decir, no es lógico pretender que los gastos de monseñor Sebastián los paguemos entre todos. Que se los pague él.

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