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El inexistente Estado laico en Perú

La reunión pactada por el Cardenal Cipriani entre el presidente de la República Pedro Pablo Kuczynszki y la lideresa de Fuerza Popular Keiko Fujimori, no debe sorprendernos. El hecho de que el prelado haya sido el mediador de la misma, mucho menos. El sigiloso maniobrar de la Iglesia está vivo y presente desde la época de la Colonia. Lo que preocupa, y la gravedad del asunto son las decisiones que se han tomado desde la Iglesia en materia de educación y salud pública, dos lineamientos esenciales que han estado -y siguen estando- influenciados por la Iglesia. A pesar de llevar el título de Estado laico, el peruano sigue siendo un Estado que dota de generoso espacio a la Iglesia para su libre performance.

La cuestión religiosa en Latinoamérica es determinante para comprender comportamientos, actitudes, normas, lenguajes y expresiones cotidianas. El peso ideológico, cultural y social de quinientos años de evangelización española es parte de la identidad de esta región y desde la conquista  la Iglesia Católica ha mantenido una fuerte influencia sobre la sociedad civil en América Latina. Antes de la colonización, las normas de sexualidad eran completamente diferentes a las impuestas por los misioneros católicos[1]. La historia de la Iglesia Católica en América Latina es una historia de excesos e injusticias. El catolicismo fue implantado bajo métodos coercitivos y en ocasiones violentos. Y aún hoy en día la Iglesia en nuestro país sigue tomando posición en temas de salud sexual y reproductiva, sin olvidar el rol principal durante las campañas de Anticoncepción Quirúrgica Voluntaria AQV

En el caso de las esterilizaciones, recordemos que la Iglesia aprovechó las denuncias de las mujeres esterilizadas para recordar a los ciudadanos el uso de ‘métodos naturales para prevenir el embarazo no deseado’. La Iglesia y líderes católicos conservadores utilizaron la evidencia para exigir un cese inmediato de todos los servicios de planificación familiar y se encargó de asegurar que hubiera una gran cobertura de la prensa nacional e internacional. De este modo, los sectores más conservadores tuvieron esta oportunidad para cuestionar todos los métodos anticonceptivos con la salud reproductiva. Esto sin duda fue un golpe bajo para las organizaciones feministas en su batalla por el uso de anticonceptivos en nuestro país. La intervención de la Iglesia durante las denuncias de los casos de esterilizaciones sin consentimiento, desvirtuó la información, que fue usada para reforzar la ideología eclesiástica. Las organizaciones de salud y las organizaciones feministas han buscado su desarrollo, mientras que la Iglesia siempre ha estado en contra.

Hoy existe una lucha continua para despenalizar el aborto en América Latina, pero la Iglesia Católica la condena, al igual que la utilización de métodos anticonceptivos. Hasta el día de hoy conserva un discurso que busca provocar miedo frente a la utilización de estos, ya que, según la postura eclesiástica, ‘alientan a la promiscuidad sexual y destruyen valores familiares’. Esta posición aún no ha cambiado y sigue estando presente en los debates políticos.

Según las últimas encuestas demográficas de salud en el Perú respecto a la anticoncepción, la Iglesia parece estar perdiendo posición. La utilización de métodos anticonceptivos aumentó de un 31%  durante los años 1991-1992  a un 41% en 1996; luego subió al 50% en el 2000 y descendió a un 46.7% en el 2004[2]. No sorprende entonces que el aborto terapéutico se haya convertido en objeto principal de condena por parte de la Iglesia. En el Perú, este es permitido legalmente solo cuando la vida de la madre se encuentra en peligro; no obstante, la prohibición ha tenido como consecuencia que la tasa de mortalidad materna sea una de las más altas de toda América Latina. En 1994, el estimado nacional del número de abortos clandestinos fue de 271 000 y para el año 2000 ya era de 350 000[3].

Me pregunto si en la reunión que menciono al inicio de esta columna se discutió el tema de las esterilizaciones que Cipriani, en su momento condenó –y por una mascarada política, apeló a su ‘solidaridad’ con las víctimas–. También me pregunto si el presidente PPK y Mercedes Aráoz, quien firmó el documento, aún mantienen su compromiso con Esperanza Guayama, líder del Comité de Mujeres Esterilizadas de Huancabamba, para reparar a las víctimas. ¿Cuán importante pueden ser para Cipriani las cifras de las miles de mujeres que mueren a causa de abortos clandestinos? ¿Cuánto les preocupa la salud de las mujeres que fueron esterilizadas al cardenal y al presidente? Pero lo más inquietante es por qué, si somos un Estado laico, debemos celebrar este tipo de reuniones que más allá de una reunión diplomática parece un pacto entre el Estado y la Iglesia.


[1]                     Gutiérrez, Gustavo (1972). Teología de la liberación: perspectivas (p. 113). Salamanca: Ediciones Sígueme.

[3]                     Cáceres, Carlos; Marcos Cueto & Nancy Palomino (2008). Las políticas de derechos sexuales y reproductivos en el Perú: revelando falsas paradojas. En Richard Parker, Rosalind Petchesky y Robert Sember (eds.), Políticas sobre sexualidad. Reportes desde las líneas del frente (p. 148). México: Sexuality Policy Watch.

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