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El hecho religioso y su incidencia en España

Tras dos mil años de cristianismo y mil cuatrocientos de islamismo se han derrumbado los pilares en los que se basaban las religiones, sin embargo no parece haberlas afectado sino levemente ante su extraordinaria capacidad para superar las situaciones más conflictivas y los obstáculos mas embarazosos.

Durante ese periodo de tiempo el planeta Tierra ha ido aumentando su población hasta alcanzar y superar la cifra de 7.000 millones de habitantes. Aunque las cifras son difíciles de precisar, se estima que más de 2.200 millones son de confesión cristiana mientras que el número de musulmanes supera los 1.500 millones, cifra similar al de religiosos hindúes, budistas y resto de religiones de China, India y países limítrofes. El resto correspondería a las religiones minoritarias, pseudoreligiones y a los no creyentes (en torno a 900 millones).

  Así pues la mayoría de la población mundial profesa algún tipo de religión y las dos grandes religiones monoteístas poseen un mercado que alcanza a la mitad de ésa población, aunque conviene reconocer que no todos asumen el hecho religioso de la misma manera y con la misma intensidad.

     Las religiones se han fundamentado en una visión del Cosmos, de la materia, de la vida e incluso de la moral derivadas de las llamadas escrituras sagradas, aquellas que constituyen el Antiguo Testamento y dieron origen al judaísmo y a las otras dos religiones monoteístas, y de las mas recientes, Nuevo Testamento y Coran, que dicen recoger las enseñanzas de sus maestros, Jesús y Mahoma, remodeladas con las aportaciones de los llamados padres de la Iglesia en el caso del cristianismo. Pero esta visión mitológica transmitida de forma oral y escrita, reinterpretada en ocasiones, mantenida en otras, y usada en todo caso para el mantenimiento del temor y la preparación para una vida ulterior,  ha sido superada hasta extremos de hacer caer en el ridículo a estas creencias todavía persistentes en gran parte de la población. Ni la Tierra es el centro del Universo, ni lo es nuestro Sol, ni siquiera la galaxia a la que pertenecemos; ni el mundo fue creado en la forma que relata el primer libro sagrado (Génesis) ni es posible sostener la existencia de esos espacios celestiales o infernales (de los que el purgatorio es una especie de antesala), ni de sus habitantes de procedencia angelical o satánica, porque no es sostenible la existencia de una vida después de la muerte; salvo que demos por real lo que corresponde al pensamiento mágico o no racional.

 El conocimiento de la realidad a través de la observación, de la experimentación, del análisis comparativo, del método científico, ha supuesto el mayor revés para los intereses de las religiones porque significa el desenmascaramiento de sus falsos fundamentos. La ciencia ha permitido desentrañar la composición de la materia, la estructura de la célula y con ello las secuencias genéticas que dan consistencia a las características hereditarias de los seres vivos, y en su continua evolución esta dando origen a nuevas disciplinas que nos traerán nuevos descubrimientos en áreas inexploradas hasta ahora. La medicina consiguió romper la barrera impuesta por las religiones al estudio del cuerpo humano, permitiendo hacer frente a las epidemias (castigo divino, según sostenían quienes se oponían al desarrollo científico) y continua su evolución, en combinación con otras disciplinas, hacia la reproducción de tejidos, órganos y la propia vida. Absolutamente nada que ver con las verdades supuestamente reveladas por la divinidad, de forma que la ciencia se convierte en el máximo oponente de las creencias religiosas.

El desarrollo y avance del conocimiento científico y sus múltiples aplicaciones tienen un reflejo notabilísimo en la cultura científica y tecnológica y en el pensamiento individual y colectivo, haciendo mella en las formas de conducta y por consiguiente en la moral establecida por mucho que las religiones o, mejor dicho, los lideres religiosos se empeñan en ignorar en su interés por mantener cautiva la capacidad librepensadora de los seres humanos. Aunque la tecnología es prácticamente universal no lo es el conocimiento científico, circunstancia que aprovechan los líderes religiosos para dirigir su mensaje continuista y retrogrado. Es en este contexto de incultura científica y de rechazo al hecho científico donde tiene consistencia (aunque insustancial) la naturaleza divina de la hostia consagrada, las virtudes divinas de un ser humano como Jesucristo, la virginidad de su madre, la coexistencia de tres divinidades en una y otras tantas creencias que inspiran la fe de los católicos; así como las rogativas individuales o colectivas (propias de sociedades primitivas) que pretenden conseguir favores de imágenes de madera o escayola de la supuesta madre de Jesús (que aunque es solo una puede tener miles de representaciones con cualidades milagrosas diferentes), tales como acabar con una sequía o superar una compleja crisis económica. Quizás para estos propósitos u otros relacionados con las nobles y duras tareas de gobierno hay pueblos de España que se han encargado, con ceremoniales propios al caso, nombrar a sus vírgenes alcaldesas honoríficas. Tan deprimente como ver a ministros del gobierno de España  encomendándose a santas o vírgenes de renombre, no se si porque son verdaderamente ignorantes o porque creen que los ciudadanos somos idiotas.

 ¿Cómo explicar la importancia del hecho religioso en un entorno de extraordinario desarrollo de las ciencias a partir del siglo XVI? La respuesta, en modo alguno puede ser única dada la complejidad de la realidad religiosa y su imbricación en la mente de las personas y mucho menos universal por los diferentes tipos de sociedades en que se presenta el hecho religioso.

 Existen razones históricas que explican la trascendencia del hecho religioso, contradictorias con el avance del conocimiento experimentado en los últimos siglos. Desde el Congreso de Nicea (año 325 de la era cristiana) el cristianismo se convierte en la religión dominante del imperio, su alianza con el poder civil la convierte en cómplice de la acción política y como contrapartida se ve respaldada por el poder en el adoctrinamiento de la población hasta el punto de dominar la vida de las personas desde su nacimiento hasta la muerte.

 No es cuestión de repasar la historia, aunque solo mencionar otros dos aspectos que tenían por objeto preservar el dominio del cristianismo sobre la sociedad y las mentes de las personas; el primero de ellos es la creación de los Tribunales de la Santa Inquisición con objeto de perseguir la herejía, es decir la discrepancia con las creencias impuestas por la jerarquía eclesiástica y en segundo lugar la labor evangelizadora, el proselitismo religioso llevado a los lugares recién descubiertos por los conquistadores españoles y portugueses principalmente.  En ambos casos el terror era impuesto cuando las doctrinas fundamentadas en la salvación o la condenación eterna no calaban en la mentalidad de la población con la suficiente solicitud. Así ocurrió durante siglos de poder absoluto, en los que, en ocasiones, los reyes se sometían a los dictados de la autoridad eclesiástica ante el temor a una indeseada excomunión que le excluyera del seno de la iglesia y con ello a la condena prematura a sufrir las llamas del infierno.

 Las creencias en la vida después de la muerte y en la salvación eterna de las almas o la condena a un suplicio perpetuo habían calado en la mente de las personas, salvo algunas excepciones en las minorías mas instruidas, de tal manera que sus vidas estaban condicionadas a dichas creencias, dado que aquello les suponía un consuelo ante las miserias del mundo en que vivían, las calamidades que sufrían y las carencias y dificultades que habían de superar para sobrevivir. La esperanza de alcanzar el paraíso celestial les compensaba de una vida terrenal de miseria y sufrimiento.      

 Las sociedades modernas han conseguido librarse del yugo del cristianismo gracias, principalmente, al pensamiento moderno derivado del enciclopedismo y la Ilustración, con algunas excepciones entre las que se encuentra España como veremos mas adelante. Sin embargo en algunas de estas sociedades más abiertas, con democracias mas o menos consolidadas, aunque los estados son considerados oficialmente laicos, existen Acuerdos de Colaboración (Concordatos) con la Iglesia Católica que posibilitan que la religión dominante campe a su antojo y para su propio beneficio, manteniéndose aquellas viejas connivencias entre poder político y poder religioso establecidos en los siglos precedentes. Conviene recordar que la Ciudad del Vaticano, que incluye a la Santa Sede, fue configurada como Estado gracias al beneplácito del fascista italiano Benito Mussolini en el año 1929 (Pactos de Letrán), por lo que dichos acuerdos tiene la consideración de acuerdos entre estados soberanos. 

 En los países de mayoría protestante no existen Concordatos pero en algunos, como los EEUU de Norteamérica, la religión tiene un peso considerable en el desarrollo de las campañas electorales. 

 Extraordinariamente grave aún es la persistencia de sociedades teístas en los que siguen sin concebirse un derecho civil al margen de las supuestas leyes sobrevenidas de los llamados textos sagrados, tal como ocurre en muchos países musulmanes en donde la inferioridad de la mujer respecto del varón esta establecida en las propias leyes e imbuida en las mentes de los hombres e incluso de las propias mujeres. La poligamia y los casamientos forzados son practicas que se establecen de manera normativa, las mujeres son repudiadas cuando no gozan del agrado del hombre y las infidelidades femeninas son castigadas con el repudio, el desprecio e incluso con la lapidación, las violaciones no son condenadas ni perseguidas, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son un estigma, además de otros derechos de los hombres que la mujeres no pueden ejercer sin consentimiento de algún varón. Son por tanto sociedades cerradas en las que las ideas contrarias a las establecidas por su religión son perseguidas, en ocasiones, hasta con la muerte de quienes las sostienen. En estas sociedades la persistencia del hecho religioso esta garantizada e incluso adquiere una mayor importancia gracias al avance del integrismo religioso de algunos de ello.

La realidad española  

 Hasta la muerte del dictador Franco, en el año 1975, el régimen sostenía que la autoridad del tirano procedía directamente del mismo Dios (lo que por otra parte no es de extrañar dado el carácter sanguinario del dios del Antiguo Testamento y padre del dios del Nuevo Testamento según el cristianismo) y la religión católica se configuraba como un pilar fundamental de la dictadura. La Iglesia Católica se encargaba de adoctrinar las conciencias de los españoles y de inocular el virus del nacional-catolicismo en la mente de los niños y niñas desde sus primeros pasos en el desarrollo de su personalidad, de ahí la importancia de que se mantenga la educación religiosa católica en los centros escolares.  

 La Constitución de 1978, redactada sin un proceso previo al franquismo, declara en el articulo 16.3 que “Ninguna confesión (religiosa) tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrá las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Hay quienes deducen de este apartado la declaración de aconfesionalidad del Estado, sin embargo la mención expresa a la IC en su enunciado y el resto del texto hacen sospechar que se trata de una formula para el reconocimiento implícito de una realidad pasada y del mantenimiento de los tradicionales privilegios de la IC, fundamentados la mayoría de ellos en la existencia de los Concordatos (en materia económica, educativa, jurídica y militar) del Estado Español con la Santa Sede (o sea, con el Estado Vaticano). Los partidos políticos, con independencia de su ideología, han mantenido el estatus conferido a la IC y en ocasiones sus privilegios han sido incrementados de forma vergonzante, en contradicción con la menor adscripción religiosa católica de la población española.

 La sociedad española ha evolucionado hasta el punto de mantener un profundo divorcio con las creencias mantenidas por el catolicismo y una oposición a la influencia que la Iglesia mantiene en las instituciones del Estado y a los privilegios de los que aún goza. Por decirlo de otra forma, la condescendencia de la clase política con el poder religioso es muy superior al que le concede la sociedad.

 Según datos del barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) del año 2013 en cuanto a adscripción religiosa de los españoles, en torno a un 26% de la población española se considera no creyente o atea, porcentaje muy superior al 9,8% de hace veinte años. Y como dato muy significativo este porcentaje supera el 35% para jóvenes entre 15 y 29 años. A estos datos habría que añadir que entre quienes se consideran católicos la mayoría no van a misa ni a otros oficios religiosos (59,1%), aunque si asisten a otros actos de carácter social o festivo como bautizos, comuniones, bodas o procesiones y romerías. En consonancia con esta tendencia los católicos  españoles, en su mayoría, no comparten los criterios de la Iglesia Católica en materia de aborto, matrimonios entre personas del mismo sexo, la convivencia fuera del matrimonio (cada vez más parejas conviven fuera del matrimonio y el numero de matrimonios civiles ha superado al eclesiástico) o incluso están en contra de la permanencia de sus actuales privilegios y de la presión que ejerce sobre los gobiernos para mantenerlos.  Todos estos datos están analizados por otros centros de estudio como la Fundación Ferrer i Guardia y diferentes observatorios sobre la laicidad en España.

 Estos datos serian más que suficientes para reducir el enorme peso que el lobby eclesiástico (Conferencia Episcopal y sus adláteres) ejerce en las instituciones del Estado, sin embargo éstas no parecen que estén en disposición de encarar esta nueva realidad social y encaminarse hacia un Estado verdaderamente laico, para lo que seria necesario dar por terminado los acuerdos con el Vaticano y reformar la Constitución.

 Sin embargo, aunque la realidad actual española sea tan distante de lo establecido en la legislación en la materia que estamos considerando, la llegada al poder del Partido Popular ha supuesto un reforzamiento del poder de la IC que ha visto la ocasión propicia para eliminar la asignatura de “Educación para la ciudadanía”,  recuperar la educación religiosa en la escuela, intentar acabar con la ley de plazos en la interrupción libre del embarazo, condenar como perversa las homosexualidad y congratularle de cómo los ministros del gobierno llegan al espantoso ridículo de orar ante vírgenes y santas con el propósito de acabar con la crisis económica o de imponerles medallas por supuestos meritos civiles o militares.    

 Privilegios sociales  

 A pesar de ésta lejanía de la población española respecto de las posiciones defendidas por la Iglesia Católica, las instituciones del Estado muestran una estrecha colaboración con la jerarquía eclesiástica como prueba la masiva presencia de las autoridades civiles en actos religiosos y de las eclesiásticas en el ámbito civil. 

 A los ya mencionadas manifestaciones de fervor y de suplicas a vírgenes y santas hemos de constatar los juramentos de personalidades publicas ante símbolos religiosos, como crucifijos o biblias, siendo la mas significativa y aberrante la toma de posesión de los presidentes del gobierno de España y de sus ministros, con independencia de su ideología política. Tanto Zapatero y sus ministros como Rajoy y los suyos prometieron o juraron el cargo ante el grandioso crucifijo de la Sala de Audiencias del Palacio de la Zarzuela. Puesto que el crucifijo es un símbolo religioso católico podríamos deducir que no se cumple el citado artículo 16.3 de la Constitución Española cuando dice que ninguna confesión tendrá carácter estatal.

 Pero no es la única prueba de la falsa aconfesionalidad del Estado Español, aunque si considero que es la mas relevante y significativa. En el calendario laboral son fiestas el día de los Reyes Magos, esos personajes de ficción que fueron a adorar a un niño nacido del dios de los cristianos, el viernes santo (que simboliza la pasión y muerte del hijo de ese dios), el día de la inmaculada concepción (aquello de la virginidad de la madre del hijo de ese dios), el día de todos los santos, el día de navidad (cuando nació el hijo del dios de los cristianos) y los días festivos a criterio de cada comunidad autónoma y de cada capital de provincia, ciudad, pueblo o aldea. Entre estos podemos destacar el día de San Isidro en Madrid, de Sant Jordi en Barcelona, de la virgen de los Reyes en Sevilla, de las Angustias en Granada, del Pilar en Zaragoza, los días de la Asunción de la virgen, del Corpus Christi, de Santiago y cierra España y así un sinfín de santos, santas y vírgenes patronales que celebran su festividad con honores militares y civiles. A esto hay que añadir la multitud de cristos justicieros, con cruces a cuestas, crucificados, yacentes y resucitados, que precesionan en la semana privativa de la Iglesia Católica, durante la que se prohíben todas aquellas manifestaciones que puedan restar protagonismo a la santa madre iglesia o alterar el orden establecido. En todas estas actividades destacan la presencia, en puesto relevante, de las autoridades civiles que ven una ocasión primordial para conquistar o mantener el voto católico.

 Mención especial merecen los funerales de Estado, ya sea por soldados muertos en actos de servicio, por actos de terrorismo o por expresidentes de gobiernos, como el reciente tras la muerte de Adolfo Suárez, en donde estuvieron presentes todas las autoridades desde el Jefe del Estado, el presidente y expresidentes del gobierno, ministros, presidentes de Comunidades Autónomas, presidentes del Congreso y del Senado y los máximos representantes del Poder Judicial, bajo la batuta de quien fue el máximo representante de la jerarquía eclesiástica y exponente del reaccionarismo más rancio, caduco y cavernícola, el cardenal Rouco Varela, quien en todo momento pretende dar lecciones de su estraña moral.

 Ocurre lo mismo en multitud de actos civiles, como la inauguración de obras publicas, en las que aparece la representación eclesiástica católica del ámbito correspondiente bendiciendo y fotografiándose con el resto de representantes del mundo civil, o en las paradas y desfiles militares en donde el obispo castrense, con su orgullosa presencia, da el correspondiente carácter religioso a la actividad militar. O la existencia de capillas para la oración y culto en centros públicos, como universidades, hospitales o cuarteles, como una muestra más de la falsa aconfesionalidad de Estado Español.

 En el ridículo caen ya los nombramientos de vírgenes como alcaldesas honorarias, y la guinda al más alto nivel la ponen las beatificaciones y santificaciones de hombres de la Iglesia por supuestos actos milagreros. La ceremonia mas extravagante tuvo lugar el 12 de octubre de 2013 en Tarragona, en donde se beatificación 522 supuestos mártires victimas de la actuación marxista en la pasada guerra civil española, esa guerra que es preciso olvidar cuando las victimas son las del bando republicano, naturalmente con la presencia de las autoridades del Estado.

 Por último, la IC tiene a su cargo gran parte de la educación de los niños y niñas (a través de sus colegios concertados o privados) en España y ejerce una influencia extraordinaria en los poderes del Estado para llevar a cabo su misión evangelizadora y directora del pensamiento individual y colectivo, como prueba la desaparición de la asignatura “educación para la ciudadanía” y el mayor peso dado a la enseñanza de la religión en la nueva ley “para la mejora de la calidad educativa”.

 Privilegios económicos  

La Constitución española menciona expresamente a la Iglesia Católica en el Art. 6.3, como hemos comentado anteriormente, “con quien se establecerán relaciones de cooperación”. Estas relaciones ya estaban establecidas antes de la aprobación de la Constitución, en tiempos de la dictadura franquista. Se trata de los Acuerdos entre el Estado y la Santa Sede, aún vigentes aunque renovados en noviembre de 1979. Estos acuerdos son más bien el establecimiento de una serie de privilegios para la IC entre los que se encuentran:

 1.- La ayuda al sostenimiento económico de la IC por parte del Estado español (acuerdos económicos, Art. II)

2.- La exención total y permanente de la Contribución Territorial Urbana y de los impuestos sobre la renta, sobre el patrimonio y sobre Sucesiones, Donaciones y Transmisiones Patrimoniales (acuerdos económicos, Art. IV)

3.- El Estado reconoce el derecho fundamental a la educación religiosa (acuerdos enseñanza, preliminares)

4.- La educación que se imparta en los centros docentes públicos será respetuosa con los valores de la ética cristiana (acuerdos enseñanza, Art. I)

 En estos acuerdos “La IC declara su propósito de lograr por si misma los recursos suficientes para la atención de sus necesidades. Cuando fuera conseguido este propósito, ambas partes se pondrán de acuerdo para sustituir los sistemas de colaboración financiera expresada en los párrafos anteriores por otros campos y formas de colaboración económica entre la IC y el Estado” (Art. II.5). Naturalmente la IC no ha tenido ningún interés en autofinanciarse ni el Estado se ha preocupado de que tal propósito se cumpla.

 Por otra parte, la ley de Mecenazgo de 2002, que regula el régimen fiscal de las entidades sin ánimo de lucro, considera como tal a la IC y a todas las entidades y centros dependientes de ella, cuando ciertamente sabemos que estas no siempre están exentas de lucro.

 La consecuencia de estos acuerdos es que la IC obtiene un beneficio estimado (ante la falta de transparencia de estas cuentas) del Estado Español del orden de 11.000 millones de € anuales (asignación IRPF, exenciones tributarias, centros de ideario católico, asistencia sanitaria y obra social, mantenimiento del patrimonio y otros conceptos).

 Por si fuera poco la ley Hipotecaria y su modificación llevada a cabo durante el primer gobierno de Aznar, concede a la IC la potestad publica de inmatricular a su nombre bienes (eclesiásticos o no, urbanos, rústicos o solares). De esta forma se esta adueñando de bienes que eran considerados por los ciudadanos como municipales (el ejemplo mas sangrante es la apropiación, por este derecho, de la Mezquita de Córdoba).

 El poderío económico de la IC, le sirve para una ejercer una extraordinaria influencia en los poderes del Estado y condicionar el sistema educativo para sus intereses evangelizadores dirigidos a los niños y niñas, desde la más corta edad, cuando sus mentes están dispuestas a recibir todo tipo de influencias del exterior.

 Según la fundación Ferrer i Guàrdia la Iglesia Católica es propietaria, a través de sus más de 40.000 instituciones (diócesis, parroquias, órdenes y congregaciones religiosas, asociaciones, fundaciones, universidades, etc.) de un enorme patrimonio consistente en bienes mobiliarios, inmobiliarios (ej. posee aproximadamente el 70% del suelo habitable de Toledo, Ávila, Burgos y Santiago y unas 120.000 hectáreas en tierras agrícolas), suntuarios (enorme patrimonio en joyas, trajes, etc.), obras de arte y capital en fundaciones. También participa en el sector financiero español (fundamentalmente cajas de ahorro) y posee innumerables empresas mediáticas y de comunicación social, así como del mundo editorial. Es partícipe, además, de acciones en multitud de grupos empresariales de diversos ámbitos.

 A modo de resumen

 No podemos negar el hecho religioso y su dimensión publica, nos guste o no, pero esto no significa que las instituciones públicas le otorguen una importancia mayor que la que le corresponde socialmente. La práctica religiosa debe circunscribirse al ámbito de lo privado, como ocurre con otras realidades sociales, como puede ser el ateismo, y en ningún caso permitírsele connotación de servicio público.

 La Constitución española no establece la confesionalidad del Estado, de forma que podría deducirse de ello que el Estado Español es laico y como tal debería de  existir una separación clara entre el Estado y cualquier Iglesia por muy mayoritaria que sea. Sin embargo, en la práctica las evidencias legislativas y de costumbre vienen a demostrar lo contrario.

 Por consiguiente para ir hacia un Estado laico es preciso:

 1.- Modificar la Constitución para establecer la laicidad de manera expresa eliminando cualquier referencia a confesiones religiosas

  2.- Derogar definitivamente los Acuerdos con la Santa Sede (el Concordato) y que se haga efectiva la autofinanciarse de la IC y de cualquier otra confesión religiosa o no religiosa.

3.- Derogar la actual Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980 y sustituirla por otra de Libertad de Conciencia que proteja todo tipo de creencias y convicciones, sean de naturaleza religiosa o de cualquier otra.

4.- Suprimir la simbología religiosa de los actos oficiales y de los espacios de titularidad publica. Los actos confesionales no deberán tener carácter oficial, ni los oficiales carácter confesional.

5.- Eliminar el derecho de la IC a inmatricular bienes, recogido en la Ley Hipotecaria.

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