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El Gobierno abre el debate sobre el uso del velo y otros símbolos en espacios públicos

El debate acerca de la presencia de lo religioso en la esfera pública, que en esta legislatura ha suscitado numerosas polémicas entre el Gobierno y las distintas confesiones religiosas, se abrió ayer de nuevo de par en par tras las declaraciones que la secretaria general de Políticas de Igualdad, Soledad Murillo, realizó en una entrevista concedida a la agencia Europa Press.
 
Pero en el trasfondo de este debate, más allá del derecho o imposición del velo a las mujeres musulmanas o de la afirmación de esta vestimenta como un elemento religioso o cultural, se encuentra la cuestión de los límites a la presencia de los símbolos religiosos en lugares públicos: desde colegios hasta ayuntamientos, pasando por juzgados e, incluso llegando -como ha sucedido recientemente en el Reino Unido- a prohibir la utilización de crucifijos a azafatas o personas que trabajan de cara al público.
La propia Conferencia Episcopal, en su reciente instrucción pastoral sobre la situación actual de España, alertaba contra la «oleada de laicismo» que, en palabras de varios obispos consultados, «amenaza con arrinconar a Dios y a la fe, permitiéndola subsistir únicamente en privado».
«Estatuto de Laicidad»
Otro episodio sucedió hace unos meses, coincidiendo con la Semana Santa. En ese momento, cobró protagonismo la propuesta, lanzada por sectores de la izquierda socialista, de la creación de un «Estatuto de Laicidad», entre cuyas «perlas» se encontraba la petición al Gobierno de «limitar en todo lo posible» las manifestaciones populares de carácter religioso, desde la celebración de «funerales de Estado», a la prohibición a cargos públicos de participar en actos religiosos, como las procesiones de Semana Santa o misas mayores con motivo de las fiestas patronales.
Sin embargo, en declaraciones a ABC, la responsable de Igualdad precisó las declaraciones de Ep, explicando que desde su departamento se trata de llevar a cabo un acercamiento, a través de encuentros y congresos, a la realidad de las mujeres musulmanas para encontrar puntos en común. Y plantear que «si ellas son las portadoras de los símbolos religiosos deberían ser convocadas por su propio grupo para participar en la toma de decisiones».
La intención es buscar, según Murillo, «puntos en común entre el Islam y las sociedades occidentales para deliberar sobre las ventajas e inconvenientes de que estén tan repartidos los símbolos entre hombres y mujeres».
Entre esos puntos coincidentes destacó que igual que las mujeres occidentales trabajan por conseguir mayor representación en academias, en la vida política y en los consejos de administración de las empresas, «las musulmanas también quieren ser oídas». Y lanzó su propia pregunta: «¿Cómo se puede combinar la igualdad de trato en todas las religiones que conviven en una sociedad como la nuestra con la igualdad de trato entre hombres y mujeres?».
No obstante, aunque el debate ya se haya iniciado sólo con el hecho de entablar un acercamiento para conocer la opinión de las mujeres musulmanas sobre la conveniencia o no de portar velo y su trascendencia en la esfera pública, o en otros muchos asuntos que afectan a su vida, Murillo aseguró que «no está en el ánimo del Gobierno ni prohibir el velo de las mujeres musulmanas ni cualquier otro símbolo de ninguna otra religión». Para la secretaria de Igualdad «occidentales y musulmanas queremos tener más participación en la vida pública y hablar del velo es muy simplista».
Y puso como ejemplo el caso de una profesora de historia alemana que por principios porta el velo. «Hay mujeres -dijo- que quieren llevar el velo por propia iniciativa y otras porque lo recomienda el grupo y se pliegan a él».
El Gobierno es consciente de que existen mujeres musulmanas, con un nivel de estudios elevados, que desean llevar el velo como signo de su identidad. Lo que servirá precisamente como punto de partida en los encuentros y congresos, porque «pronunciarnos en contra del velo -dijo Murillo- no nos permite acercarnos a las mujeres musulmanas, porque ya vamos con una posición».
Lo cierto es que el Gobierno ya está dando pequeños pasos de acercamiento al colectivo musulmán. En la entrevista con ABC, Murillo anunció la intención del Ejecutivo de introducir una enmienda en la ley de igualdad -actualmente en trámite parlamentario-, para dar mayor extensión a la norma, con un artículo «específico que hable de mujeres inmigrantes y otros colectivos vulnerables como las mujeres con discapacidad».
Árabes en el PSOE
No obstante, otras iniciativas del propio Partido Socialista parecen coincidir en el diagnóstico, apuntado desde diversas organizaciones, de que el debate sobre la laicidad en la vida pública se encuentra en su máximo apogeo. De hecho, el pasado 4 de noviembre, el PSOE presentó en Madrid la creación del Grupo Federal Árabe Socialista que tiene por objetivos, entre otros, actuar contra el racismo, la xenofobia, el integrismo y el fundamentalismo, así como promover la igualdad y la participación de la mujer árabe en la sociedad española.
Dicho grupo fue apadrinado por el secretario federal de Movimientos Sociales y Relaciones con las organizaciones no gubernamentales del PSOE, Pedro Zerolo, quien presidió un acto al que se sumaron 300 personas. Entre ellas los representantes de una veintena de asociaciones árabes que trabajan en diferentes ámbitos en España.
Los coordinadores del Grupo Árabe Socialista, Kaoutar Boughalala y Amin Mohamed, subrayaron durante el acto la importancia de abrir «espacios de reflexión» que contribuyan a un mayor entendimiento de las dos culturas. A su vez, Zerolo abogó porque el análisis que realice esta agrupación federal pueda «contribuir a construir la Alianza de Civilizaciones». En su opinión, la creación de este grupo demuestra que «España es un pueblo mestizo», al tiempo que subrayó el interés de los «valores republicanos» de la libertad, la igualdad y la fraternidad, y los principios del laicismo, del socialismo y del «internacionalismo».

En ella, Murillo explicó la necesidad de abordar una reflexión con mujeres musulmanas sobre la laicidad, «entendida como que en el espacio público no se ostenten signos ni símbolos que representen posiciones y creencias». Con estas palabras, Murillo ponía sobre la mesa la polémica sobre el uso del velo y de otros símbolos religiosos en la esfera pública.

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