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El final de la religión tal como la conocemos: por qué las iglesias no pueden seguir ocultando la verdad. Entrevista a Daniel Dennett

Andrew Aghapour entrevistó al filósofo norteamericano Daniel Dennett para la revista Religion Dispatches.

Si Daniel Dennett es algo, es el campeón de los hechos. El eminente filósofo de la ciencia es un abogado del empirismo puro y duro, y en su calidad de prominente cabeza del llamado Nuevo Ateísmo aboga por explicaciones naturalistas de la religión. Dennett es también el co-autor (con Linda LaScola) de la reciente reedición ampliada y puesta al día de Caught in the Pulpit: Leaving Faith Behind [Atrapados en el púlpito: dejar atrás la fe], en donde se documentan casos de predicadores y rabinos que llegaron a ver por sí mismos… los hechos.

Caught in the Pulpit es un pariente cercano de The Clergy Project [El proyecto clerical], un esfuerzo de divulgación destinado a “profesionales y exprofesionales de la religión que han dejado de tener creencias sobrenaturales”, muchos de los cuales se ven obligados a esconder su escepticismo para mantener sus carreras y sus ámbitos comunitarios.

Para Dennet, los clérigos secretamente ateos no son sólo figuras trágicas; son también los heraldos de grandes cosas venideras. Dispersos entre distintas historias de caracteres, aparecen en Caught in the Pulpit varios microensayos de Dennett en los que se predice un cambio de magnitud oceánica en la doctrina y en la práctica de las religiones. Nuestra era de la información, sostiene, está trayendo consigo un “nuevo mundo de transparencia universal” en el que las instituciones religiosas no pueden seguir ya escondiendo la verdad. Para sobrevivir en una era de transparencia, las religiones necesitarán acomodarse a los hechos.

Dennett habló recientemente para The Cubit sobre transparencia institucional y los paralelos entre el fundamentalismo religioso y el fundamentalismo ateo, así como sobre el futuro de la religión.

A.A.— Usted describe a los clérigos no creyentes como los “canarios en la mina”. ¿Por qué adquiere este grupo tal significado para entender el futuro de la religión?

D.D.— Yo creo que estamos entrando ahora en una era realmente perturbadora en la historia de la civilización humana gracias a la nueva transparencia que han traído los medios de comunicación sociales e Internet. Era mucho más fácil mantener secretos antes que ahora.

En el número de marzo pasado de Scientific American, Deb Roy y yo comparamos eso con la  Explosión Cámbrica. La Explosión Cámbrica ocurrió hace 540 millones de años, cuando se dio una repentina y muy espectacular  explosión de diferentes formas de vida en respuesta a cierto cambio novedoso experimentado por el mundo. El zoólogo de Oxford Andrew Parker sostiene que la acrecida transparencia del océano hizo posible la visión ocular. Y eso lo cambió todo: ahora, los predadores podían ver a las presas y las presas, a los predadores, lo que desencadenó una carrera armamentística de interacciones. Bien, pues nosotros pensamos que algo parecido está ocurriendo en la cultura humana. Las instituciones –no sólo las religiones, sino también las universidades, los ejércitos, las empresas— se enfrentan ahora a la tarea de cambiar su estructura fundamental y sus métodos para lidiar con el hecho de que ahora todo el mundo vive en una casa de cristal.

Proteger tu funcionamiento interno se hace muy difícil; es muy ardua tarea la de mantener los secretos. Las religiones florecieron en parte porque fueron capaces de mantener secretos. Capaces, por lo pronto, de mantener secretos respecto de otras religiones ante unas parroquias harto ignorantes de lo que otras gentes del mundo creían o dejaban de creer. Y capaces de mantener secretos sobre el propio modo de funcionar y sobre historias internas, de manera que resultaba fácil disponer de una suerte de mensaje controlado destinado a la gente. Esos días pasaron. Tú puedes ahora ir a Internet y acceder a información de toda laya. Y eso terminará por cambiarlo todo.

¿Qué tiene usted por más probable: un desplazamiento de la religiosidad hacia el ateísmo, o un cambio dentro de los grupos religiosos hacia interpretaciones más liberales de las escrituras?

No veo cómo los modelos tradicionales de creencia religiosa pueden ser capaces de resistir a esa especie de presión epistemológica. Me parece que vemos tendencias incluso en las iglesias evangélicas tradicionales, que están apartándose crecientemente de la doctrina y aferrándose más a la ceremonia, dejando a la gente más tranquila respecto de lo que deban creer o dejar de creer.

Ahora, si esto funcionará, no lo sé. Creo que hay lugar en el mundo para organizaciones ligadas por la tradición, por la música, por la ceremonia y por textos tratados como una suerte de escrituras míticas. Y creo que las religiones que sobrevivan a este período merecerán sobrevivir. Serán muy distintas a lo que vemos hoy.

Pero las creencias proposicionales sobre el mundo son sólo una pequeña parte de la vida religiosa. Hay mucho más en la religión: familia, comunidad, rituales y prácticas, modos de ser. ¿No es acaso el Proyecto Clerical un modo que tienen los ateos de hacer algo más que hablar sobre creer y no creer?

Desde mi punto de vista, lo que deberíamos es prestar mucha atención, reunir tantas pruebas empíricas como sea posible y sacar ventajas de la nueva transparencia: aprender, aprender, aprender y, a su turno, informar, informar, informar. Dejemos la información en la plaza pública. Y luego yo soy muy laissez faire respecto de lo que debería pasar a continuación. Dejemos que las gentes resuelvan por sí mismas con qué se sienten confortables y qué desean hacer. Yo no quiero interrumpir tradiciones, a menos que sean tóxicas de alguna manera. Hay algunas tradiciones que son claramente tóxicas.

Una reciente Pew survey muestra que el Islam es la religión que más rápidamente crece, no porque la gente se esté convirtiendo al Islam, sino porque tienen más hijos. La tasa de fertilidad es mucho más alta que la de cualquier otro grupo religioso. Eso significa que tendremos cada vez más niños educados en principio como musulmanes.

Sin embargo, no creo yo que lo normal, lo obvio, la rutina vaya a ser que sigan siendo musulmanes cuando crezcan. El Islam tiene una larga y desdichada tradición de tratar a los apóstatas con mucha severidad, y creo que veremos más de eso. Y creo que eso resultará en un culatazo.

Qué compromisos abrazarán los exmusulmanes o los hijos de musulmanes en el mundo en los próximos 20 años, es cuestión se suma importancia. Y no tengo la menor idea de cómo funcionará eso.

El Pew Research Center pronostica que el crecimiento de las poblaciones en el mundo musulmán no sólo se incrementará en el África subsahariana y en Oriente Próximo, sino también en la América del Norte. Su estudio demográfico avala la predicción que usted hace de que habrá más cambios religiosos dentro de la cultura occidental: del cristianismo a la no-afiliación. Pero el porcentaje de creyentes no afiliados decrecerá en realidad como porcentaje de la población.

Pero eso es una proyección, huelga decirlo. Y se basa en análisis de tendencias observables hoy.

Yo sospecho que se subestima la importancia de esa nueva transparencia. Lleva veinte años convertirse en un creyente baptista, y veinte minutos dejar de creer.

Y yo creo que la gente se encontrará con verdaderas sorpresas en esos ámbitos. Después de todo, sólo han transcurrido una o dos décadas desde que eso se ha convertido en una cuestión para los hijos de los musulmanes. ¿Permitirán que tengan teléfonos celulares y que accedan a Internet? Si se lo prohíben, resultará muy duro, y si se lo permiten, dejarán que se introduzcan una fuerza formidable nueva en el mundo de la cría y educación de los niños. La educación religiosa se ve abocada a hacer algunos cambios espectaculares. Y será interesante ver cómo funcionan esos cambios.

Eso aún depende de las creencias. Esa nueva generación puede ser musulmana, aun cuando no acepte las interpretaciones literales de las escrituras sobre, digamos, el origen del universo.

Yo creo que la transparencia no versa únicamente sobre las creencias. Versa también sobre los hechos. Hay una larga tradición para sortear prohibiciones del Corán, de modo que puedas vivir en el mundo moderno. Yo creo que todo eso se acelerará, y, así, el abanico de formas de ser musulmán dentro de veinte años se expandirá espectacularmente en relación con lo que vemos hoy. Y por mucho, yo creo, en las buenas direcciones. Habrá más y más diversidad, más y más apertura, menos rigor fideísta.

Eso retrotrae a un tema de su libro: que es difícil navegar por el mundo moderno sirviéndose de creencias religiosas literalistas. Usted también encuentra una simetría entre los cristianos fundamentalistas y los nuevos ateos: ambos piensan que las pretensiones de verdad necesitan ser tomadas muy en serio. ¿Cómo responde usted a la acusación de que hay un fundamentalismo en el llamado Nuevo Ateísmo, en el que la ciencia recibe a menudo un tratamiento de metafísica absolutista?

Bueno, el absolutismo es casi siempre un termino muelle y presto al abuso. Nadie abandera el absolutismo. Cuando se llama absolutista a alguien, normalmente es para criticarlo. Y sin embargo, usted no oirá calificar como absolutista a un contable con patente pública para revisar los libros de contabilidad de una empresa. Se supone que se enfrenta a hechos, y los hechos tenemos que tomarlos con toda seriedad, y no lavarnos las manos y convertirnos todos en zascandiles postmodernos a la hora de dar cuenta de lo que ocurrió con los dineros.

Las gentes, así pues, tienes un respeto por los hechos aun sin ser absolutistas: hasta las iglesias tienen respeto por los hechos. Los hechos son una cosa bastante seria.

Pero hay una importante diferencia entre el empirismo pragmático y el cientificismo, que niega la pluralidad de caminos que llevan a la comprensión de nuestro mundo humano. No podemos medir todos y cada uno de los aspectos de la vida humana sirviéndonos de métricas científicas.

Eso es verdad, obvio es decirlo. Y pienso que en determinadas ocasiones los nuevos ateos yerran al despreciar bruscamente perspectivas diferentes que son muy importantes, muy legítimas. Nadie quiere disquisiciones sobre la biomecánica y la fisiología del orgasmo cuando está haciendo el amor: hay momentos en los que lo que quieres es apagar la luz y olvidarte de esas cosas.

En la medida en que las religiones están muy comprometidas con enriquecer nuestras vidas con significado, con ceremonia, y aun con un sentido del misterio y del asombro, todo va bien. Yo creo que el problema viene cuando piensan que tienen que poner a competir esos mitos inspiradores de asombro y reverencia con los descubrimientos de la ciencia, que –me atrevo a decir— no son menos inspiradores de asombro y reverencia.

Los dioses y los carros flamígeros no son nada, son cuentitos ridículamente baratos comparados con lo que hemos terminado por aprender sobre estrellas, galaxias, etc.

Pienso que hay una suerte de imagen especular, antagónica del cientificismo, que tiene un oído muy fino para la imponentemente asombrosa majestad de la ciencia. Basta escuchar a David Attenborough, a Carl Sagan o a otros brillantes divulgadores científicos, para caer en la cuenta de lo pasmosamente hermoso que es el mundo.

Cree usted que hay un futuro para la ciencia que incluya el asombro, la divulgación social, la reunión comunitaria y otras funciones en las que andaban involucrados esos clérigos antes de perder su fe?

Pienso que, durante siglos, una de las grandes cosas que las iglesias y los grupos religiosos de todo tipo han sido capaces de hacer es dar importancia a las vidas de las gentes y proporcionar amor a gentes que carentes de amor. Eso, además de ofrecerles un sentido de comunidad y de pertenencia. Eso es extraordinariamente valioso e importante. Y el Estado no llenará esa función, y otros tipos de organizaciones no parecen  deseosas o capaces siquiera de intentarlo.  Y yo creo que queremos preservar y robustecer esa función en la sociedad.

Esa es la función de las religiones que a mí más me gustaría ver promovida y protegida. ¿Cómo puedes hacer eso, sin rendir el franco reconocimiento del carácter mítico de sus credos? No estoy seguro de que pueda lograrse, pero espero que se pueda.

Daniel Dennett, profesor de filosofía en el Centro de Estudios Cognitivos de la Tufts University, es uno de los grandes filósofos vivos. Ha hecho contribuciones decisivas a la filosofía de la mente y a la filosofía de la biología, e interesantes e internacionalmente apreciadas incursiones en la metafísica y aun en la teoría moral. Son muy recomendables, en este contexto, dos de los libros de su última etapa filosófica: Darwin’s Dangerous Idea (1993) y Freedom Evolves (2003). Hay traducción castellana de ambos.

Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss

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