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El Estado Islámico reivindica un atentado con al menos 32 muertos en Afganistán

La conmemoración del asesinato de un líder político afgano ha acabado en un baño de sangre. Según el Ministerio de Interior, al menos 34 personas han muerto, incluidos los dos atacantes, y otras 58 han resultado heridas cuando un grupo de atacantes no identificados abrieron fuego contra una multitud. Ocurrió en el distrito kabulita de Dashte Barchi, cuya mayoría de vecinos pertenecen a la etnia Hazara, durante la celebración de un acto para recordar a Abdul Ali Mazari, un líder político torturado y asesinado por los talibán en 1995.

Los hazara son el tercer mayor grupo étnico de Afganistán y uno de los objetivos de la represión talibán durante su gobierno, en la segunda mitad de la década de los 90. Abdul Ali Mazari, líder del movimiento Hezbe Wahdat, fue uno de sus principales representantes. Resistió la invasión de la URSS, se integró en el Gobierno que sucedió a la derrocada administración soviética y acabó enzarzado con otras facciones durante la agónica guerra civil, que se combatió con especial dureza en Kabul.

Hoy, Mazari es considerado uno de los héroes nacionales y, por eso, el acto de este viernes contaba con la presencia del jefe en funciones del Ejecutivo, Abdullah Abdullah, del expresidente Hamid Karzai y del director del Alto Consejo para la Paz, Mohammad Jalili. Fue durante el discurso de este último cuando de repente, según puede apreciarse en el vídeo del acto, empiezan a escucharse disparos que siembran el pánico. Según testigos, procedían de un edificio en construcción cercano.

Las fuerzas de seguridad afganas abatieron a los dos atacantes tras seis horas de persecución, según informan medios locales, que también confirman que las personalidades asistentes han sido evacuadas y no han resultado heridas. Sin embargo, el número de fallecidos podría aumentar porque “un número de los heridos no se encuentra en buenas condiciones debido a heridas abdominales y están siendo operados”, anotó el portavoz del Ministerio de Salud Pública.

No era la primera vez que algo así ocurría. El año pasado, la misma conmemoración acabó con once muertos por otro ataque. Pero, dado que este sucede apenas una semana después del acuerdo Talibán – EEUU, visto como un primer paso para un proceso de nacional de reconciliación que pacifique el país, este atentado dispara la frustración de muchos. Los talibán, que esta semana habían recordado que el período de reducción de violencia decretado para firmar la tregua había expirado, han negado su responsabilidad. Horas más tarde, el Estado Islámico ha reivindicado el ataque a través de su agencia de noticias, según informa Reuters.

Con todos, la misma administración de Pakistán, con un rol crucial en los contactos previos al acuerdo con Washington por su papel como santuario talibán, ha condenado el ataque de este viernes. “Esta es una encrucijada histórica. Pakistán urge a todas las partes a trabajar conjuntamente, con espíritu constructivo, para establecer una estabilidad y una paz duraderas para Afganistán”, han subrayado, en un comunicado.

Los servicios de emergencia ayudan a un herido en el ataque en Kabul.
Los servicios de emergencia ayudan a un herido en el ataque en Kabul.REUTERS

De acuerdo con datos de un observatorio de seguimiento del conflicto, los talibán han participado en 76 ataques a lo largo de 24 provincias del país desde que anunciaron el fin de su período de reducción de violencia. En el mayor de los atentados, 15 soldados del ejército afgano murieron a las afueras de la ciudad de Kunduz, justo pocas horas después de que el Presidente de los EEUU, Donald Trump, llamase al Mulá Baradar, representante del comité negociador talibán.

En medio de esta nueva ola de ataques, el secretario de Defensa de la Casa Blanca, Mark Esper, ha enfatizado que los talibán están respetando el acuerdo en términos de “no atacar a las fuerzas de los EEUU y de la coalición, pero no en términos de sostener la reducción de violencia”. Por su parte, los talibán lamentan la indisposición del Gobierno afgano a liberar a los al menos 5.000 prisioneros talibán comprometidos en el texto del acuerdo, como gesto de buena fe y paso previo al diálogo intra afgano cuyo inicio estaba previsto para la próxima semana. Una nueva negociación cuyo fin, tras esta nueva matanza, se ve más difuso.

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