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El dinero del cura

«Queremos soluciones definitivas y estables al tema de la asignación tributaria». Así han hablado el obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, y Fernando Jiménez, vicesecretario de Asuntos Económicos.Dicen estos señores que hay que resolver pronto este asunto porque huele demasiado a dinero. Pensamos que olería un poco menos si ellos dejasen de darle vueltas. Pero la Iglesia es sabia por vieja, no por santa, y los obispos actuales saben que deben estar siempre en contienda apostólica contra el Gobierno, sea uno u otro.

Cuando el Gobierno es republicanote y laico, su postura natural consiste en ignorar ese callado asunto, o sapientísimo castillo que es la Iglesia. Porque la Iglesia se asienta definitivamente en Roma para que la dejen difundir su verdad entretejida de mentiras y con la menor molestia posible. Esto es así en el aspecto social como en el aspecto individual, y todos hemos conocido muchos clérigos que entraron en religión movidos mayormente por el atractivo de un trabajo meramente espiritual, y por la salvación de un alma o un cuerpo que tenemos siempre a mano para pecar, pero también para purificarse.

En una dimensión humana, resulta que la Iglesia es un magno asunto que se resuelve entre inciensos y fumatas, pero verdaderamente sólo se resuelve mediante monederos y bandejas de plata donde echaba el buen cristiano sus limosnas durante siglos. Ahora, en estos tiempos de descristianización que principiaron con la llegada a la Luna del señor Aldrin y el otro, hasta la Luna ha dejado de ser virgen y las finanzas de la Bolsa, que no hay otra, siguen escondiéndose bajo los plátanos silvestres del Paseo del Prado. La Iglesia tiene el temor y el temblor de llegar tarde a la redención de los infieles y a la evangelización de los pecadores.De modo que los obispos han decidido formar en un batallón de naipes donde una sota desfila en primer plano. No se trata de pedir lo justo, lo pertinente, lo acostumbrado en una nación católica, sino que se trata de pedir y sacar todo lo posible porque hasta el negocio de la enseñanza se les está yendo de las manos eucarísticas.

Hasta los hermanos de las Escuelas Pías pierden fieles allá por Lavapiés y pierden boxeadores por Ventas. Tuve un masajista que pretendía hacerme joven josefino, pero ya había entendido yo que en este Madrid mejor eres pilarista o cura por libre que escolapio con crucifijo. Los seminarios están más despoblados que los cines de la Gran Vía y los colegios religiosos sólo responden a la exigencia de una enseñanza millonaria y católica que se perpetúa a sí misma en sociedades anónimas.

La Iglesia quiere una solución definitiva, un nuevo modelo de financiación que debe estar resuelto antes de septiembre para entrar en el reparto de estampitas todavía con piel de agosto.Hay quien se mete a cura huyendo del mundanal ruido, pero no sabe que en el convento o la parroquia hasta los inversores nos hablan de una guerra perdida como para volver a ganarla. La política de la Iglesia vuelve así a los periódicos, pero secularizada por el nuevo lenguaje que exige nuevo dinero o solamente más, eso seguro. Hay en los medios un tratadista religioso como hay un columnista deportivo. La Iglesia lo necesita para discrepar de los nuevos católicos que tienen en la ducha a Marilyn, quien, según Capote, iba a los funerales de luto transparente.

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