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El día en que se acabó el Estado laico

El Estado laico se había acabado. Sí señor.

Fue cosa de un par de horas como se logró borrar la historia de más de 150 años. Titulares de periódicos, denuncias en internet, editoriales, las redes sociales ardían. El espíritu de Juárez asesinado. Algunos urgían al Senado a corregir tal abuso y no permitir que eso sucediera.

Me preocupé, la verdad.

Y me puse averiguar.

Vi que, por ejemplo, la diputada Enoé Uranga había negociado de parte del PRD y había votado a favor de la reforma. ¡Ah caray! No me imaginaba yo a la diputada Uranga entregando el país a Norberto Rivera. Luego supe que Alejandro Encinas había sido parte de la negociación y luego se había ausentado a la hora de votar. Encinas no se hubiera ausentado en algo tan importante, pensé.

Seguí averiguando.

El artículo 24 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tiene tres párrafos. Se cambió sólo uno, el primero, que así dice después de aprobado por los diputados:

“Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado. Esta libertad incluye el derecho de participar, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, en las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley. Nadie podrá utilizar los actos públicos de expresión de esta libertad con fines políticos, de proselitismo o de propaganda política.”

Debo confesar que no estudié leyes, y me cuesta ver en cuál vocablo es que los niños serán indoctrinados en la escuelas públicas si el párrafo se aprueba. O se podrán celebrar misas en el Zócalo y así.

Actualmente, por cierto, el primer párrafo del 24 dice: “Todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no constituyan un delito o falta penados por la ley”.

Y van los otros dos que quedaron igual:

“El Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohíban religión alguna. Los actos religiosos de culto público se celebrarán ordinariamente en los templos. Los que extraordinariamente se celebren fuera de éstos se sujetarán a la ley reglamentaria.”

Seguramente me equivoco, pero creo que alguien no leyó completo lo que sucedió y que —por lo pronto— el Estado laico se ha salvado.

Estaremos atentos.

Porque algo raro hay si es el mismo Alejandro Encinas quien ahora pide al Senado que no pase la reforma que él negoció.

Algo raro hay por ahí.

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