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El derecho a la libertad religiosa

Toda persona lleva en sí el deseo innato de conocer y honrar a Dios, el Ser Supremo, aunque pueda ser entendido de manera diversa según las creencias. Incluso quien se dice ateo, constantemente habla de Dios aunque sea para negarlo. La facultad de profesar y practicar determinada religión, de manera pública o privada, individual o colectivamente, se llama libertad religiosa.

La persona por su propia naturaleza tiene la capacidad de trascender lo material, es decir, de ir más allá de lo meramente sensible, y de interrogarse sobre la verdad de sí mismo, de lo que le rodea y del origen del universo. Toda persona está abierta al Misterio y no permitirle seguir su conciencia para buscar la verdad, sería atentar contra uno de sus derechos fundamentales. La libertad religiosa se funda en esta inquietud natural que tiene el hombre de buscar a Dios.

La libertad religiosa permite al hombre regir la propia vida conforme a los valores aprendidos en el libre ejercicio de su religión. Es una libertad necesaria para encontrar el sentido de la vida y para encontrarse con Dios. La libertad religiosa no es propia de los creyentes, es un derecho que pertenece a todos, porque asegura a todos la libre profesión de las creencias, aunque se profese no creer en Dios.

El ejercicio de la libertad religiosa implica un profundo respeto por los derechos de todos. No se puede buscar a Dios y pisotear al mismo tiempo los derechos de los demás, por eso implica también cumplir los deberes en relación al bien común, es decir, trabajar en servicio de los intereses de la comunidad, sobre todo viviendo la solidaridad.

En una sociedad donde no se respeta la libertad de conciencia para buscar la verdad, unos cuantos terminan estableciendo qué es lo verdadero y lo bueno, y al resto tan sólo le queda acatar dichos dictámenes. La búsqueda sincera de Dios, es decir el ejercicio de la libertad religiosa, es una guía segura para determinar lo que es debido hacer. Dios no es un enemigo de la libertad humana, es más bien quien capacita al hombre para ejercerla en plenitud.

El hombre es por un lado un ser religioso, que busca a Dios y respuestas para los interrogantes más profundos de su corazón, y por el otro es un ser social, pues vive y se desarrolla en una comunidad y en relación con los demás. No hay que separar estas dos dimensiones que existen unidas en el hombre. No debería, por tanto, ser necesario renegar de las propias creencias, para ejercer los derechos civiles que como parte de una comunidad social todos tenemos.

Los valores universales que toda religión aporta, cuando busca sinceramente la verdad, son un patrimonio ético, moral y cultural que puede ayudar en cualquier ámbito, ya sea político, social o económico, a construir a favor de todos el bien común.

La reciente reforma aprobada por los diputados al artículo 24 constitucional sobre la libertad religiosa, no es más que un reconocimiento más amplio, acorde con los tratados internacionales, de este derecho fundamental que contribuye a la pacífica convivencia de los mexicanos, y ayuda a la construcción más justa de nuestra sociedad.

(Bibliografía: Benedicto XVI, Mensaje para la celebración de la XLIV Jornada Mundial de la Paz, La libertad religiosa, camino para la paz, 1° de enero de 2011).

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