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El derecho a la crítica al islam

Me rebelo contra el pensamiento que basa en la negación del debate la verdad de sus argumentos

Primera cita. Ayaan Hirsi Ali, la diputada holandesa de origen somalí condenada a muerte por luchar contra la opresión de la mujer en el islam, en su libro Yo acuso: "Dos de cada tres guerras en el mundo se libran en nombre del islam. La idea de que el islam es una religión de paz no tiene ningún fundamento". Segunda cita. Wafa Sultán, psicóloga siria, en una entrevista en Al Jazira: "Solo los musulmanes defienden sus creencias quemando iglesias, matando gente y destruyendo embajadas. Este camino no dará resultado. Los musulmanes deben preguntarse qué pueden hacer por la Humanidad, antes de exigir que la Humanidad les respete". Vive amenazada de muerte. Tercera cita. Fadéla Amara, musulmana de origen argelino y presidenta del movimiento francés Ni Putas, Ni Sumisas: "Soy musulmana creyente y considero el velo un instrumento de opresión contra la mujer".
Podría añadir, a los nombres de estas tres mujeres, otras muchas cuya lucha a favor de la libertad, en el seno del islam, les ha supuesto vivir amenazadas. Ninguna de ellas insultó a esa religión, pero todas recibieron la acusación de insultarlo. Lo primero y más terrible que nos encontramos, cuando intentamos un debate sereno y democrático sobre el islam, es la demonización del pensamiento crítico, siempre en boca de personas que se otorgan su representación universal, y que presentan el islam como un dogma antidialéctico y ahistórico.

ESCRIBÍ,hace años, que al islam le urge tener un Voltaire, y viendo la repuesta que la señora Ndeye Andújar me dedica, en la que dispara ad hominem, mata al mensajero convirtiéndome en un ente cargado de prejuicios, y convierte mis argumentos críticos en insultos al islam, aún considero más urgente apelar a la Ilustración. Me rebelo contra esta maldad del pensamiento que basa en la negación del debate la verdad de sus argumentos. Me rebelo porque es una postura maniquea y antidemocrática. Puede que Andújar tenga miedo al pensamiento libre –es bueno leer a Fromm–, pero no podrá evitar que, a pesar de la demonización, algunas personas seamos seriamente críticas con el islam actual.
Un apunte fundamental. Aunque lo intente, no encontrará, en ningún texto mío, un solo insulto a la religión. Respeto profundamente las creencias de cada cual y, aunque soy de corte racionalista, no considero que la fe sea la fuente del problema. Pero sí encontrará muchas reflexiones preocupadas por el uso perverso de la religión en favor de una ideología totalitaria que, hoy, en nombre del islam, educa en el fanatismo, en el nihilismo suicida y en el desprecio a la mujer. Si la señora Ndeye Andújar quiere encontrar insultadores del islam a los que señalar, le aconsejo que mire hacia casa. Le doy algunas ideas. Insultan severamente al islam los que educan a sus hijos para ser bombas humanas. Insultan al islam los que establecen leyes que esclavizan a la mujer. Insultan al islam los que educan en el antisemitismo, en el antioccidentalismo, en el desprecio a la libertad. Insultan al islam los que usan la técnica del siglo XXI para conectarla con la Edad Media. Insultan al islam los que invitan a los niños a herirse hasta el delirio para conmemorar la muerte de alguien que desapareció hace siglos. Y, sí, insultan al islam los que, desde mezquitas occidentales, animan a tapar a sus mujeres, a enviar a los jóvenes a combatir en Irak o a considerar la democracia una maldad infiel.
¿No sabía que esto ocurre en mezquitas españolas, francesas…? La invito a leer algunos informes, o incluso a conocer los motivos de las expulsiones de algunos imanes en Francia. ¿Todas las mezquitas? Por supuesto que no. Por supuesto que existe una mirada progresista y democrática del islam. Pero convive con ella, y de forma muy extendida, una mirada regresiva, fanática y antimoderna. Esa mirada, para desgracia de todos, tiene mucho poder y recibe mucho dinero. Y esa mirada, por cierto, tiene una especial obsesión en imponer el velo, metáfora inequívoca de la negación de la libertad de la mujer.

PODRÍAMOSdiscutir otras cuestiones. Por ejemplo,
Ndeye Andújar asegura que la Universidad Islámica de Al-Azhar niega la validez coránica de la ablación. Pero olvida que en la misma universidad hay estudiosos que la avalan. Y también olvida que desde Al-Azhar se han alimentado algunas de las lecturas fundamentalistas del Corán que más daño ideoló- gico han hecho. Fundadores de los hermanos musulmanes de Egipto, desde Hassan al-Banna hasta Sayyid Qutb o Yousouf al-Qaradawi, han bebido de sus fuentes. Y sus textos, paradigma del discurso integrista más totalitario, son lectura en la mayoría de centros islámicos europeos. El tema, pues, ni es tan simple ni es tan bonito.
En lugar de intentar demonizar a los que levantamos nuestra pluma para denunciar los abusos en nombre del islam, harían bien las Ndeye que nos rodean de dedicar sus esfuerzos a combatirlos. El enemigo del islam no somos las mujeres que defendemos la libertad. El enemigo está en casa, usa el nombre de Dios en vano y lo pervierte a favor de una ideología malvada. Una última petición. Piénselo dos veces antes de señalarnos con el dedo y acusarnos de insultar al islam. Porque quiero recordarle que algunos de los suyos pueden considerar esa acusación una diana.

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  • VeloMiquelZueras
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