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El «delito moral» de las mujeres afganas

Huir del esposo se considera un “delito moral”, por el que cientos de afganas han sido encarceladas, y otros cientos corren el riesgo de recibir sentencias similares.

“Cuando tenía 11 años me obligaron a casarme con un hombre mentalmente enfermo. Yo todavía era una niña y no tenía ninguna información sobre el sexo y el matrimonio. Me acababa de escapar de mi casa porque la segunda esposa de mi padre me pegaba”, dijo Mursal.  Los recuerdos de esos años todavía están frescos en su mente. Los evoca desde un refugio de mujeres en Kabul, lejos de su antiguo hogar.

“Mi madre falleció cuando yo tenía un año, y desde entonces mi vida ha sido un infierno. Es por eso que hace nueve vine a este refugio. Un año después, mi padre llegó y me obligó a ir a Maidan Shar, a vivir con mi prima. Un mes después me casé”, relató. ”Como mi esposo tiene muchos problemas mentales, la gente empezó a decir que yo era una prostituta. Una noche empezaron a gritar frente a mi casa, así que me fui y estoy aquí desde hace tres días”, dijo.

Al verla usando un vestido con un hermoso bordado y un pañuelo que parecen no combinar con el humilde entorno, no se puede evitar pensar que Mursal huyó llevando sus posesiones más preciadas sobre su espalda, y poco más.  Ahora quiere divorciarse, pero sabe que no será fácil obtener el consentimiento de su esposo, que cambia según su ánimo inestable y las opiniones de quienes lo rodean.

De todos modos, ella está segura de que quiere volver a casarse, esta vez con un hombre de Kabul.  ”Los hombres de la ciudad son mejores que los de las aldeas”, dijo esperanzada, con lágrimas en sus ojos.

Convivir con el abuso o morir

A las mujeres como Mursal no les quedan muchas alternativas al matrimonio, porque una mujer que vive sola en Afganistán es considerada una prostituta aunque tenga otro trabajo.

Afortunadamente, el refugio en el que vive, administrado por la organización no gubernamental Humanitarian Assistance for the Women and Children of Afghanistan (HAWCA, Asistencia humanitaria para las mujeres y los niños de Afganistán), brinda clases donde se enseña a leer y escribir, así como cursos de modista. Dos de las mujeres del refugio incluso se hicieron policías.

Hace dos años, una propuesta de cambio de legislación estuvo cerca de hacer clausurar todos los refugios privados y de ubicarlos bajo el control del gobierno, pero protestas multitudinarias lograron que se llegara a un acuerdo por el cual las autoridades solo administrarían los “refugios abiertos” y las organizaciones no gubernamentales se ocuparían de los “cerrados”. Hasta ahora, el gobierno no abrió ningún refugio propio, así que los ministerios y la policía continúan enviando a mujeres en peligro a los centros que están a cargo de organizaciones no gubernamentales.

En Kabul hay solo tres de esos refugios operativos, y en todo Afganistán son 14, que no son adecuados para satisfacer las necesidades de las cada vez más sobrevivientes de la violencia doméstica.

Las mujeres también recurren a la autoinmolación como manera de evitar los abusos domésticos, prefiriendo morir de manera dolorosa que seguir adelante con una vida de sufrimientos.

El hospital Istiqlal de Kabul inauguró un departamento especial para quemados, 90 por ciento de los cuales son mujeres. La mayoría de estas víctimas sucumben a la severidad de sus quemaduras. Pero las pacientes quemadas no siempre son víctimas de autoinmolaciones. Ocurre bastante a menudo que quienes les prenden fuego son sus propios esposos, o parientes políticos. Por ello, se informa a la policía sobre todas las quemadas, para que se inicien las investigaciones pertinentes, dijo Harir, médico en el hospital Istiqlal.

Lamentablemente, la mayoría de los miembros de la fuerza policial están mal equipados para manejar las denuncias por violencia doméstica que presentan las mujeres. Y a ellas mismas les preocupa ser violadas por algún efectivo.  Para abordar esta situación, HAWCA realiza cursos para educar a los policías, “pero no es fácil cambiar un legado cultural”, dijo a IPS la presidenta de la organización, Selay Ghaffar.

Ghaffar también admitió que las matanzas por honor siguen siendo un problema importante, “en muchos casos ocultado por la tribu o la comunidad (y que nunca salen a la luz). La niña o la mujer simplemente desaparece”. ”En otros casos, el (movimiento extremista) Talibán se hace cargo de la ejecución, lapidando a la niña”, agregó.

También hay casos generalizados de torturas. ”Sarah Gul fue torturada por su esposo porque se negó a hacerse prostituta”, relató a IPS la afgana Malalai Joya, ella misma víctima de al violencia estatal en represalia por obtener un escaño en el consejo de ancianos de la región de Farah.  A ella la golpearon luego de que pronunció un discurso contra los señores de la guerra del Talibán, mientras algunos parlamentarios gritaban: “¡Viólenla!”. Ahora su caso es famoso en todo el país.

Gulnaz, una mujer de 21 años, también se hizo conocida en el ámbito nacional por presentar una demanda ante la policía luego de ser violada por su primo político, que resultó ser un hombre poderoso de la comunidad local.  En vez de arrestar al perpetrador del delito, la policía condenó a Gulnaz por adulterio. La alternativa que tenía para no cumplir su sentencia a tres años en prisión era casarse con el hombre que la había violado. Ella se negó.

Trato inconstitucional

Estos “delitos morales” están determinados por un procedimiento legal que no está contenido en la Constitución, sino más bien determinado por vagos conceptos religiosos.  A consecuencia, ahora cuando las mujeres huyen de sus casas son sentenciadas a prisión. Denunciar que fueron violadas hace que las etiqueten como adúlteras y negarse a un matrimonio forzado es un delito.

Los líderes religiosos afganos emitieron una declaración para limitar las ya escasas libertades femeninas. Por ejemplo, una mujer no puede hablar con un hombre desconocido, y el esposo está autorizado a golpearla si ella no obedece. Este documento es apoyado por el presidente Hamid Karzai, quien prohibió que se publicara la versión inglesa en el sitio web del gobierno.

Todo esto está ocurriendo bajo el “control” de la comunidad internacional y de varias fuerzas armadas que todavía están muy presentes en Afganistán.

Más de “10 años después de la caída del Talibán (que gobernó el país entre 1996 y 2001), la situación de las mujeres empeora día a día”, dijo la senadora Bilqis Roshan, que cotidianamente recibe malas noticias sobre las mujeres de su región de Farah.  ”La mayoría de los senadores son señores de la guerra y fundamentalistas religiosos, así que es muy difícil asumir posiciones a favor de los derechos de las mujeres. Pero por lo menos puedo plantear el tema y elevar la voz de mi pueblo”, agregó.

Mujeres en Afganistán archivo (Santiago Lyon /AP Photo)

Mujeres Afganas /AP

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