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El clero y el principio de laicidad

La Iglesia Católica, especialmente la cúpula clerical, siempre se han colocado de lado de los poderosos y su política terrenal se inclina por el intento de dominar y someter a la República a sus intereses privados y esas acciones violentan los principios o fundamentos constitucionales, como laicidad, soberanía popular, legalidad, justicia, igualdad y libertad.
Así, con el acceso al poder público de la derecha panista, la cúpula de la Iglesia Católica se siente protegida y en las mejores condiciones políticas para pretender, desde el Estado, imponer su creencia religiosa y sus dogmas a toda la sociedad y, de ser posible, instalar la creencia religiosa en las escuelas públicas. Estas acciones se llevan a cabo en el momento en que un presidente católico, Felipe Calderón, accede al poder, a través de un fraude electoral, cibernético, tradicional y con ausencia de legitimidad; situación que es aprovechada por el clero para recuperar sus privilegios.
La intervención del clero, desde la esfera de lo privado, de la creencia, de la fe, en el espacio público, lo común, lo de todos, lleva la intencionalidad de modificar los principios de la Constitución, ésta nos instituye como nación, como pueblo, como país, con el fin de trazar una política que le dé muerte a lo público y convertirse en los dueños exclusivos de la salvación de las almas y del poder temporal. Como bien afirma Octavio Rodríguez Araujo: «Terminar, poco a poco y pacientemente, con el Estado laico y acabar de una vez por todas con la separación de la Iglesia y el Estado para convertirla en una unidad y hacerla depender de otro Estado disfrazado de autoridad religiosa: el Estado Vaticano.
La laicidad no se puede entender como un medio, sino que es un principio, un fundamento que permite el fortalecimiento de la libertad de conciencia, en la que cada individuo decide, desde su autonomía, la elección de la creencia religiosa o también la posibilidad de no practicar ninguna. Como bien dice Henri Peña-Ruiz: «Laico es, pues, el sujeto del pueblo que no es distinguido por ninguna misión, por ningún privilegio, por ningún poder sobre el prójimo».
Es momento para defender la emancipación laica del Estado, de la sociedad civil y de la escuela pública. La nueva cruzada de la Iglesia Católica y sus fantasmas autoritarios e inquisitoriales, se hacen presentes, con el objeto de golpear la unidad y la libertad del pueblo. No estamos en contra de lo religioso, sino de la aspiración dominadora del clero sobre el poder público. Se trata entonces de una transgresión sobre los principios como el de laicidad, la universalidad de la cultura, soberanía popular, igualdad, justicia, con la finalidad de que el clero se convierta en guardián único de las creencias.
Recordemos que el ideal laico rechaza la imposición y le apuesta a la libertad para elegir o no, una creencia confesional. Quien ataca la laicidad pretende derrotar el ideal de tolerancia y aquélla no acepta la humillación y el servilismo.
El clero (clase sacerdotal en la Iglesia Católica), es muy corto de memoria histórica, ya que muy pronto olvida, que en nombre de Cristo, nacieron las Cruzadas y las guerras de religión y con su presencia han justificado a las dictaduras, sus torturadores y criminales como en Argentina y la guerra sucia en México. El ideal laico es ese principio que instituye, que funda la posibilidad de que la República sea de todos y que no es propiedad de unos cuantos, como en estos momentos en que los más ricos, los poderes fácticos, tienen secuestrada a la nación e ignorados y violentados los principios constitucionales. No se aplica la ley donde se conculcan los fundamentos que le dan sentido histórico, ético y político a la República.
Se trata de emancipar al Estado, a la sociedad y a sus instituciones, a fin de que sea la voluntad soberana del pueblo, la que rescate los principios que fundan y orientan la existencia social, económica, política y cultural del país, dado que la laicidad es una afirmación del pueblo y de sus derechos, afirmación irreductible a ninguna otra cosa.
Hoy, el clero católico pretende obstaculizar ese sentido, con el pretexto de la libertad religiosa. En el fondo lo que desean es imponer su creencia confesional, por la fuerza, desde el Estado policiaco de Felipe Calderón, el miedo o la coacción moral.
Lo laico, señores del clero católico, no es un medio o instrumento para atacar a lo religioso, sino lo que instituye, para evitar que una religión domine la esfera pública y que ponga a ésta al servicio de su interés particular. Lo laico es condición para que cada individuo elija su creencia religiosa o no, y que el Estado garantice la libertad para decidir. Por eso la separación Iglesia y Estado es un principio que fortalece el ejercicio de la libertad de conciencia y coloca lo común y la razón crítica, como lo que une y da sentido a la existencia del pueblo. Si el clero ataca lo que instituye, lo que da fundamento republicano, entonces, lo arbitrario y lo particular se adueñan de lo público y el pueblo pierde soberanía y su fuente legitima de unión.
La laicidad es la libre disposición de la mente y de la conciencia. En el ideal laico desaparecen los tutores de la conciencia, se toma distancia de lo dado, como herencia, como objetividad, como subjetividad y como acción social. El poder público no puede ni debe tener una convicción concreta, sino defender lo que es común a todos y respetar la libertad de conciencia, como derecho universal de todos.
Laicidad no es ateismo, sino que ésta es una convicción más en la sociedad, que puedo elegir o no. La primera protege la libertad de conciencia y no impone a nadie creencia alguna. Lo laico reconoce la esfera pública y la privada. Tampoco se trata de que la primera se imponga y someta a la segunda. Lo laico no es integrismo, sino condición de posibilidad para que lo humano se emancipe de cualquier alienación temporal, espiritual, económica y social.
Con Felipe Calderón se abre la posibilidad de que el bien común, la República, la cosa pública, lo de todos, esté en peligro de ser sometido al interés de una mafia, configurada por los poderes fácticos, internos y externos, pero también está en peligro la libertad de conciencia, lo privado del individuo, con la intervención clara y decidida del clero católico mexicano en la vida pública. No entienden, o no quieren entender, que lo laico, les permite dedicarse a las cosas de Dios, de las almas, pero también les indica el límite, para no intervenir en lo público, lo común y lo de todos. Si el Estado toma partido, por alguna creencia religiosa, y no es discreto, neutral y respetuoso de los principios constitucionales, la violencia se apoderará de la sociedad mexicana. Al tiempo. Otro mundo es posible.

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