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El catolicismo como enemigo de una sociedad abierta

Aceptemos que el Jesús de los católicos existió en la Judea de hace ahora algo más de 20 siglos, la discusión sobre su existencia o no es algo bastante estéril, pues durante todo este tiempo la humanidad se ha debido de tragar el concepto de hijo de dios tanto para bien pero sobre todo para mal. Si hoy el Jesús del que hablan los cristianos existiese, los representantes de esta religión en la tierra lo volverían a crucificar porque si lo tuvieran ante ellos no lo reconocerían.

Un hipotético Jesucristo del siglo XXI viviría en un país no desarrollado, probablemente del Continente Africano, el color de su piel sería oscuro, tendía sida o muy alto riesgo de contraer esta enfermedad, sería una mujer y estaría embarazada o bien contra su voluntad por una violación o porque la miseria en la que vive la alejan del acceso a los anticonceptivos no sólo por cuestiones sociales sino también por cuestiones económicas ya que viviría con menos de un euro al día y con muchos individuos a su cargo de una u otra manera.

Las recientes declaraciones del Papa Ratzinger en Camerún denostando el uso del preservativo como forma de combatir el sida en estos países, para muchas mujeres de 15 y 49 años esta enfermedad es la principal causa de muerte, es algo que como mínimo puede ser considerado como Crimen contra la Humanidad y sería un caso digno del Tribunal Penal Internacional de La Haya. Al clero católico le gusta hablar de lo que se supone que no sabe, mención aparte son los más de 4.000 casos constados de pederastia de la iglesia católica de Estados Unidos, y como si fuera una voz autorizada en temas de sexualidad se empeñan en decirle a todo el mundo, no sólo a la gente que les sigue de manera manifiesta, con quién deben acostarse sino cómo, cuándo y dónde deben hacerlo o no. El pacto anti natura que ha hecho el PSOE con el PP para gobernar en Euskadi y arrebatar el poder al PNV ganador de las elecciones ha dado sus primeros frutos al sentar en la presidencia del Parlamento Vasco a una ultra católica del Opus Dei como Arantza Quiroga que en público, ejerciendo de cargo electo, se atreve a hacer campaña en contra del preservativo con lo que ha costado que este producto, que salva millones de vidas en el mundo y previene de embarazos no deseados que contribuyen a aliviar la desgracia en nuestro mundo, se imponga en muchos encuentros sexuales esporádicos que implican riesgo. El problema no es que esta persona independientemente decida no usar este anticonceptivo de manera individual y responsable, esa es su vida y nadie tiene derecho a decirle lo que debe hacer, sino que desde su cargo es una tremenda temeridad, que debería de tener consecuencias jurídicas, hablar contra el condón como cuando un ex presidente del gobierno se atreve a hacer campañas en contra de la ingesta de alcohol al volante como la que hizo un zoquete como José María Aznar.

La ampliación de la ley del aborto no sólo es un derecho para que las mujeres que abortan y los equipos médicos que realizan estas operaciones tengan una seguridad jurídica mínima sino que es de justicia porque la actual ley tiene casi 20 años y muchos huecos que llevan a una inseguridad peligrosa de las personas. Ésta no es deseable para nadie pero mucho menos para las mujeres que tienen, por cuestiones de su vida personal, someterse a esta intervención que no es precisamente agradable. Y es que los que estamos a favor de que las mujeres decidan con su cuerpo lo que desean hacer, sin imposiciones de otras personas y mucho menos de instituciones rancias como la iglesia, no deseamos imponer a nadie que aborte sino todo lo contrario ya que este tipo de prácticas siempre acarrea riesgos psicológicos y sociales para la mujer. Buena nota deberían haber tomado los distintos gobiernos en estos 18 años de vigencia de la ley de los tres supuestos del aborto para difundir una educación y una sexualidad sana y afectiva no sólo entre los jóvenes sino también en mucha gente mayor que no saben cómo se debe amar y que tantas desgracias de violencia de género han deparado estos años y que no han sabido realizar tanto el PSOE como el PP. Estos años de beligerancia de la iglesia católica con los gobiernos del PSOE, ley de matrimonios gay, aborto, métodos de reproducción asistida, educación para la ciudadanía o defensa de la familia que goza de la mayor salud de su historia, ha representado el mayor desprecio y ataque a la sociedad civil abierta y plural en los últimos años de esta nefata secta religiosa. Como siempre la iglesia ha obtenido el mayor beneficio de los gobiernos del PSOE que con los del PP pues la reciente ley que permite la financiación pública de esta institución viene a ser más de los mismo que había antes a pesar de que la Constitución recoge que España debe ser un estado laico sin preferencia religiosa de ningún tipo. La campaña del lince, que no es ibérico, en contrapartida a la protección de un niño es, simple y llanamente, una pura demagogia y algo vomitivo.

En estos días de Semana Santa, fechas que hay que aprovechar para descansar o tener sexo sano con nuestras parejas, las calles se llena nde procesiones que no dejan de ser adaptaciones cristianas de ritos paganos milenarios. Que las instituciones se vuelquen en estos actos no es algo ajeno para las personas que no profesamos este tipo de creencias y que, en mayor medida, somos mayoría. En estos días también el obispo de La Laguna recordado por excusar la pederastia cuando decía aquello que los menores iban provocando al pederasta, Bernardo Álvarez Afonso, ha vuelto a llorar a las instituciones canarias para que den un millón de euros que necesitan para reconstruir un obispado lagunero que se quemó porque el clero no se gastaba un céntimo más de la cuenta en medidas anti incendio. La imagen de Melchior, Rivero, el alcalde de La Laguna del que nadie suele recordar su nombre y el propio Bernardo asomados en el balcón de la Casa de Salazar y que salió en un medio local debería servir para la reflexión. Un clero exento de la mayoría de los impuestos que recibe dinero del erario público y que sólo sirve para poner la mano para pedir y no dar nada a la sociedad sino que la agrede es algo que debería de desaparecer de nuestra sociedad para siempre al igual que la religión dogmática de nuestras escuelas. La afinidad que los pseudos nacionalistas de ATI tienen con las instituciones religiosas o con la fea talla de la Virgen de Candelaria resulta una forma más de manipulación de nuestra sociedad en manos del caciquismo más secular y rancio del archipiélago. Es algo que una sociedad diversa y abierta como la nuestra no debe permitirse el lujo de suscribir y mucho menos de mantener porque una iglesia que estuvo más de 40 años aliada al fascismo de Franco no es algo que mire por el bien por el interés general. Nunca lo han hecho.

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