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El candidato cristero

La broma es ya muy conocida en Guadalajara: dicen allí que tienen un arzobispo que es como gobernador del estado y un gobernador que es como arzobispo. Lo cierto es que el cardenal Juan Sandoval Íñiguez es un hombre poderoso porque las autoridades civiles (y no nada más las actuales) se le han arrodillado (literalmente) y le han cumplido sus deseos, en más de una ocasión, pasando por encima de la norma jurídica y el principio de separación que está establecido en la Constitución. También es verdad que el conservadurismo ideológico ha conducido a más de algún funcionario a comportarse como líder religioso, impulsando obras ligadas a una religión, en este caso específico, la católica. Es el caso, ya conocido, del tristemente célebre gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, quien no desaprovecha oportunidad para encorvarse ante el cardenal Juan Sandoval y manifestar la catolicidad de su gobierno. Etilio, como le dicen muchos en su estado, desde aquella ocasión vergonzosa en la que completamente borracho anunció ante las cámaras que le valía madre todo y que él apoyaría la construcción del templo para los cristeros, ahora volvió a usar el dinero público para organizar un homenaje al arzobispo. Lo más asombroso es que esta acción la comete en plena precampaña de promoción de su candidatura al partido Acción Nacional, lo que haría pensar que su estrategia es presentarse precisamente como el candidato cristero, dispuesto a violar la Constitución vigente, como ya intentó hacerlo en su momento Vicente Fox. Su carta de presentación para esta campaña es entonces el homenaje a un personaje tan cuestionado como lo es el propio cardenal.

¿Cuál es el problema?, dirán algunos. Después de todo, el cardenal Sandoval es una persona respetada por muchos de sus feligreses y, en este momento que su renuncia está a punto de ser aceptada por el Vaticano, lo mínimo es que la autoridad civil le haga un reconocimiento, tomando en cuenta el sentir de una supuesta mayoría de creyentes en la región. Pero las cosas no son tan simples. El problema es que ese puede ser un cálculo electoral, por lo demás no muy acertado, dada la poca asistencia popular al homenaje en cuestión, pero ciertamente no es una valoración social, legal o políticamente apropiada. A políticos como el gobernador de Jalisco se les llena la boca con el concepto de “libertad religiosa”, pero como lo único que quieren es favorecer a la Iglesia de su preferencia, ignoran su verdadero contenido. Cuando los independentistas estadunidenses hablaban de libertad religiosa, lo primero que tenían en mente era que no había nada que violentara más su conciencia que el hecho de sostener a una Iglesia oficial, cuando no necesariamente eran miembros de la misma. Así que una de sus primeras medidas al ser gobierno fue la de establecer el principio de separación entre el Estado y las iglesias, entre otras cosas para que nadie tuviera que sufragar, con sus impuestos, a una institución religiosa que no era la suya. Por lo mismo, también en México, utilizar dinero público para un homenaje a un dirigente religioso, así sea el de las mayorías, es absolutamente violatorio del principio histórico de separación.

El otro principio que se viola es el de laicidad, establecido por lo pronto en la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, votada para ser elevada a rango constitucional por la Cámara de Diputados hace un par de años, pero bloqueada por los senadores panistas en la Cámara alta. Pese a ello, en el estado de Jalisco los diputados de esa entidad aprobaron desde el 3 de febrero de este 2011 la reforma al artículo 2 de su Constitución, en los siguientes términos: “El estado de Jalisco adopta para su régimen interno, la forma de gobierno republicano, democrático, representativo, laico y popular”. La violación reside en que no se está respetando uno de los tres pilares centrales de un Estado laico, es decir el principio de igualdad y no discriminación. Al llevar a cabo un homenaje a un dirigente religioso, el gobierno del estado de Jalisco ha roto ese principio de igualdad, pues además de destinar recursos para una religión, está enalteciendo oficialmente ese liderazgo, privilegiándolo por encima de todos los otros. Aunque no sería una solución, cabe la pregunta: ¿acaso el gobierno del estado ha destinado recursos para enaltecer a los dirigentes evangélicos, mormones, judíos, musulmanes, testigos de Jehová, o hare krishnas de Jalisco?

El gobernador de Jalisco se equivoca una vez más cuando confunde el sentido de la laicidad. Ciertamente, como él dijo, es necesario dejar atrás los lastres de las ideologías para convertirnos en una sociedad más tolerante, justa y libre. Y ciertamente la laicidad no debe ser confundida con la ausencia de convicciones, porque las religiones existen e inciden en la vida de las personas. Pero esto que él hizo no tiene nada que ver con lo anterior. Esto es exactamente lo contrario del principio de laicidad. Es actuar como si una religión fuese la oficial y como si no existiera la separación entre el Estado y las iglesia. Es ignorar las leyes federales y las constituciones de su propio estado, así como la de la República. ¿Y ese personaje quiere ser candidato a la Presidencia?

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