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El burka y la caza de votos

El domingo 6 de junio, Judith Alberich, alcaldesa de Cunit y senadora socialista, recibía un 3 por declarar que propondría la prohibición total del burka. El jueves pasado, el Senado aprobaba una moción similar de la senadora del PP y candidata a la presidencia de la Generalitat, Alicia Sánchez-Camacho, que logró el respaldo de CiU, un partido central de Catalunya.

La candidata del PPC tiene la cualidad de ser una feroz trabajadora, pero esta vez el populismo le ha hecho pasarse de rosca. El burka no puede ser bien visto en una sociedad libre, pero la prohibición es peor y contraproducente. Por eso, el mismo día, el Consejo de Europa aprobaba por unanimidad una resolución que afirma que impedir el velo integral va contra el derecho de las mujeres que quieren ocultar el rostro. Y asegura que ello no impide la identificación por razones de seguridad. La prohibición puede acarrear además otros dos efectos perversos. Uno, convertir el velo en un peligroso símbolo de protesta por motivos religiosos. Dos, limitar todavía más la escasa libertad de movimientos de las mujeres que lo llevan por imposición.

Prohibir el burka no es, como dice Sánchez-Camacho, proteger a la mujer. El movimiento contra el burka sigue al de no querer inscribir en el padrón municipal a los inmigrantes ilegales y pretende aprovechar electoralmente las pulsiones de rechazo a la inmigración. Prohibir el burka puede ser más presentable que vetar el acceso a la escuela, o a la sanidad, de los sin papeles. Pero subyace la misma intención. Ambas son iniciativas de la extrema derecha (Plataforma per Catalunya) a las que por miedo (el caso de Vic), o por oportunismo, se han sumado el PP catalán, algunos alcaldes de CiU e incluso grandes ayuntamientos gobernados por el PSC que no creen rentable plantar cara al populismo. Hay incluso cierta histeria. En Tarrés, pequeño pueblo de Lleida con 100 habitantes y ningún inmigrante, se discute la prohibición.

Un concejal socialista de L'Hospitalet me justifica así su actitud: «No podemos votar contra prohibir el burka en espacios municipales porque somos contrarios y nos repugna. Pero no es lo más sensato. Solo tenemos localizados unos cuatro burkas en toda la ciudad y la prohibición puede generar reacciones contrarias e incluso disminuir la libertad de las mujeres que lo llevan de forma forzada. En este caso, el burka es solo la expresión de algo más grave».

Lo peor de la iniciativa –que la hace más nociva que las aprobadas en los ayuntamientos catalanes– es que no se limita a excluir el velo integral en los locales municipales, sino que extiende el veto a todo el espacio público. Es querer ganar votos enconando sentimientos. Es jugar con fuego.

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