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El burka no existe en el islam, es un símbolo de puro integrismo

Entrevista a la socióloga argelina Fátima Ayache

Pocas voces se expresan con tanta contundencia y claridad sobre temas tabú del mundo musulmán como lo hace la socióloga argelina, residente en Barcelona, Fátima Ayache. Sus palabras de rechazo hacia el burka tienen un doble valor porque provienen de su condición de mujer y musulmana, que además tuvo la valentía de enfrentarse en su momento al integrismo en Argelia.

¿Cuándo llegó a Catalunya?

Lo hice el 1 de Agosto de 1989. Mi padre me dijo que no podía quedarme en Argel por el terrorismo, yo no quería ir a Francia, así que vine a Barcelona con la idea de hacer el doctorado sobre las relaciones entre los catalanes y los beberedes.

¿En Argel era profesora de instituto?

Había estudiado Ciencias Sociales y Políticas y llevaba diez años como profesora. Mi formación había sido en francés, pero con la llegada del integrismo en los años 80 empezaron a exigir que se enseñase en árabe. El país se dividió en dos, y fueron unos años muy, muy calientes.

¿Cómo se produjo ese proceso de arabización?

Llegaron profesores contratados de origen egipcio, sirio, a veces sin titulación, pero ellos eran quienes enseñaban árabe clásico. Pero eso sólo fue el inicio del integrismo. Pronto empezaron a decirnos a las mujeres que teníamos que taparnos ponernos hiyab, vestidos largos… Y lo decían los imanes en las mezquitas y lo repetían los estudiantes. “El islam dice que no puedes ir con pantalones, que no puedes mostrar el pelo”, te decían. Fue muy duro. Mi profesor en la universidad, un liberal llamado Abassi Madani, se presentó un día con chilaba y barba y se convirtió en el líder del FIS.

¿Cuál fue su reacción?

Yo era muy rebelde, no podía aceptar aquello, iba a todas las manifestaciones. Además, mi familia ya estaba fichada. Mi padre era decano de la facultad de Tecnología, mi tío dirigía un diario. En casa éramos cuatro chicas, y siempre había podido opinar y estudiar, tenía voz, y de pronto me decían: “tu sitio está en casa, tú estás para tener hijos”. Hay que haber estado allí para saber lo que supuso. Empezaron las violaciones en la universidad, a los estudiantes les comieron el coco, les dijeron que el Corán decía que la mujer ha de estar en casa.

Y empezó la violencia.

Fue terrible. Una noche escuchamos los gritos de los vecinos. No podía hacer nada, todos teníamos miedo. Al día siguiente descubrimos sus cabezas cortadas. A un tío mío lo mataron a la puerta de su casa delante de su hijo de seis años. A otro familiar fueron a buscarlo para que les pagase dinero; como no estaba, se llevaron a su hijo de 16 años, y lo mataron.

Terrorismo en estado puro.

Es matar por matar. El integrismo no es un tema político, es delincuencia total, son gente que mata. Entraban en los colegios y mataban por placer. Empecé a tener miedo. (Al padre de Fátima lo mataron más tarde en el despacho de la universidad, cuando ella ya no estaba en Argel. No pudo ir ni a su entierro. Unas acciones que marcan para toda la vida. Aún ahora, dice que los petardos de Sant Joan la ponen nerviosa porque le recuerdan aquellos tiroteos.)

¿Y entonces decide irse?

No tenía seguridad, no tenía libertad, y más siendo mujer. Iba por la calle y tenía que mirar detrás. Pero no me daba la gana de taparme. Ni me entraba en la cabeza que compañeros que un día eran liberales pasaran a ser fanáticos. Me fui  definitivamente en el 92, pero mi mente aún está allí. Me han quitado una parte de la vida.

Desde aquí, ¿cómo valora la polémica del burka?

El burka no existe en el islam, es un símbolo del integrismo puro, de la mujer sumisa. Yo digo: burka no, pero sin debate, sin darle importancia, como mujer musulmana que soy, aceptar el burka en España, país que me ha dado la libertad y me ha permitido tener voz propia, es un insulto. No tiene sentido que quieran traerlo aquí, que quieran que nuestros hijas se tapen con la cabeza a los pies para proteger su honor, cuando yo he visto integrista con la cara tapada para violar y he visto prostitutas que se ponen el hiyab o el burka. No puedo tolerar que le digan a una niña de seis años que tiene que llevar pañuelo: a esa edad no entiende la religión.

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