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El bicentenario de la independencia argentina: un laboratorio politico en construcción

Durante el período de la conformación del estado nacional en el cual la Argentina rompe los lazos que la unía a España, el pensamiento político francés constituyó la principal fuente intelectual de emancipación de la antigua madre patria. El ideario de la Revolución francesa y el modelo republicano fueron, sin lugar a dudas, los motores de la historia de las ideas políticas argentinas. Junto con Gran Bretaña y Estados Unidos, Francia representa el tercer pilar sobre los cuales reposa la filosofía política y la organización pública y privada del proyecto de modernidad argentino que va desde la independencia hasta la generación del ochenta y que se fractura en 1930 con el primer golpe de Estado militar de naturaleza antiliberal, nacionalista  y católica. Los autoritarismos militaristas que se nutrieron del fascismo europeo, el populismo bonapartista encarnado por el peronismo y las dictaduras militares de inspiración franquista o aquéllas que combinaron neo-liberalismo económico y represión política tienen su matriz en el programa político del 30. Todos estos movimientos políticos no sólo desviaron su mirada del ideario francés  sino que consideraron al afrancesamiento como responsable de la desintegración y la decadencia de la “autentica” Nación Argentina.

El presente artículo retraza la influencia europea en Argentina tanto a nivel de la organización publica cuanto de la vida privada.

 Si las corrientes políticas que se inspiraron del pensamiento francés, inglés y estadounidense no consiguieron consolidar el modelo democrático, el Estado liberal que han implementado represento las bases de la futura vida diplomática. Ciertamente se puede criticar el déficit democrático o social de la Argentina del primer centenario pero hemos de reconocer el enorme caudal de progreso, modernidad y desarrollo que las elites políticas de la época han representado para la Argentina. El laboratorio político que va de la independencia a la generación del 80 es un proyecto inacabado, truncado por el militarismo, el nacionalismo católico y el populismo que desde 1930 gobierna la Argentina.

I. El pensamiento francés en la vida publica

 Nos preparamos en breve a celebrar el segundo centenario del inicio del proceso de emancipación del Río de la Plata, territorio organizado políticamente bajo la forma de un virreinato dependiente del Rey de España. La base ideológica de dicho proceso encuentra sus raíces en la creciente influencia del iluminismo que, a través de los Borbones, había llegado a tierras españolas y de allí a las Indias (denominación de Latinoamérica en aquella época). En efecto, los jóvenes revolucionarios criollos habían obtenido una sólida formación académica en las universidades de Chuquisaca, La Paz (ambas en la actual Bolivia) o Córdoba (Argentina) donde llegaban los textos políticos del Iluminismo, los cuales circulaban en la Corte de Carlos III de España . El pensamiento del siglo de las luces afirmaba que todos los hombres nacen iguales y, entonces, la ley debía tratarlos por igual. Los iluministas creían en la libertad de pensamiento y estaban convencidos del valor de la educación, de la importancia de la divulgación de las ideas. Todo este afán de transmitir conocimientos se plasmó en la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert. Montesquieu planteó en el El Espíritu de las Leyes su teoría de la división de poderes y Voltaire en sus Cartas Filosóficas formuló una crítica radical del clero y de la monarquía absoluta. Rousseau imaginó la sociedad política como un Contrato Social según el cual el poder provenía del pueblo. Los primeros revolucionarios argentinos estaban familiarizados con dichos autores y veían en el nuevo mundo un laboratorio propicio para la aplicación de sus ideas.

El clima de libertad y progreso que habían propiciado los Borbones no tardaría en irradiarse a América del Sur y, si los excesos de la Revolución francesa pondrían fin a la simpatía que los déspotas ilustrados tenían por la filosofía de la Ilustración, la vuelta del pensamiento conservador a España no pudo impedir la propagación irreversible del ideario iluminista en las Indias.

 Mariano Moreno, uno de los grandes mentores de la Revolución de 1810 en Argentina, había traducido en 1802 y publicado en 1810 el Contrato Social de Rousseau. En La Gaceta de Buenos Aires, Moreno decía “las Américas no se ven unidas a los monarcas españoles por el pacto social que es el único que puede otorgar la legitimidad y el decoro de una dominación (…)”. Moreno se convierte así en el teórico del nuevo orden revolucionario americano estableciendo que “los habitantes de la América española no deben fidelidad al rey, puesto que ellos no forman parte del pacto, que la fuerza y  la violencia han sido los únicos vicios y medios de conquista y que por eso mismo no hay obligación legitima alguna” .

La noción de soberanía popular nace con Moreno quien otorga a los pueblos americanos la calidad de sujeto político capaz de someterse voluntariamente a quienes lo representen democráticamente. Nace así una concepción contractual del Estado contrapuesta a la visión “natural” de la monarquía. Dos ideologías no tardarán en enfrentarse en la joven Argentina, una de tipo liberal representada por los partidarios de Moreno y depositaria de las ideas de la Revolución francesa y otra de corte conservadora liderada por Cornelio Saavedra. Así como se sucederán en Francia periodos progresistas y restauraciones conservadoras, Argentina vivirá un incesante vaivén entre éstos polos.

 Aunque por razones estratégicas, la Revolución de mayo se hizo en nombre del rey Fernando VII en cautiverio después de la invasión de Napoleón a España, el proceso de emancipación estará determinado claramente por la preeminencia del pensamiento liberal. Así las primeras constituciones argentinas se encontrarán claramente marcadas por los principios liberales consagrados en la Declaración de los derechos del Hombre y del ciudadano de 1789. En efecto, el Estatuto provisional de 1811 garantiza la protección de la vida privada y la libertad de prensa. La asamblea de 1813 declaró la libertad de los esclavos y abolió la Inquisición declarando además que las comunidades religiosas del Río de la Plata eran independientes de toda autoridad de la Iglesia española. El pensamiento laico vio sus frutos durante la gestión de Bernardino Rivadavia como ministro de gobierno entre 1820 y 1824 quién suprimió los fueros eclesiásticos, un privilegio de los miembros de la iglesia para ser juzgado por tribunales propios sometiéndolos desde ese momento a los jueces civiles, suprimió asimismo el diezmo destinado al sostenimiento del culto católico y expropió los bienes de diversas congregaciones que pasaron al poder del Estado. En el año 1821 se fundó la universidad de Buenos y es también durante dicho período que fueron creadas las primeras escuelas para niñas de todas las clases sociales.

La Constitución de 1826 de corte liberal, aunque no cuestiona la religión oficial del Estado, proclama en su artículo 3 el respeto de todas las confesiones. La Constitución de 1853 aun vigente hoy día – con varias enmiendas – retoma el principio de protección de la vida privada de la constitución de 1826 : “Las acciones privadas de los hombres, que de ningún modo ofenden al orden público ni perjudican a un tercero, están sólo reservadas a Dios y exentas de las autoridades de los Magistrados”.

Como en el resto de los países de América, la organización de la vida política toma en Argentina, la forma de la república. Inspirada en la doctrina política del federalismo estadounidense, se estableció así un sistema de división de poderes, un importante grado de autonomía para las provincias y un poder federal con un Ejecutivo fuerte, pero limitado por un Congreso bicameral, con el objetivo de equilibrar la representación poblacional con la equidad entre provincias.

 La base del trabajo intelectual de la Constitución de 1853 fue la obra de Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, en la que el jurista intenta adaptar a las realidades de América del Sur los principios de organización del Estado y de protección de la libertades fundamentales proclamados por las constituciones de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia . El presidencialismo aparece como la mejor forma poder ejecutivo para las Américas.

 Bajo el lema “gobernar es poblar”, Alberdi propone la construcción demográfica de los Estados latinoamericanos basado en fuertes políticas migratorias y una instrucción pública y laica. En el capítulo XIV, Alberdi sostiene que los países americanos deben mirar a Europa como fuente de cultura, comercio y población, y sobre todo de futuro. Alberdi imaginaba para la Argentina una población de 50 millones de personas que debían venir espontáneamente, libremente, por las garantías que la Constitución debía dar para proteger su propiedad, su libertad, la libre circulación, la tolerancia religiosa y un amplio acceso a la tierra. Sostenía que había que facilitar la radicación de los inmigrantes en todo el país, y no sólo en el litoral y atribuía una importancia especial al ferrocarril: «el ferrocarril es el medio de dar vuelta al derecho lo que la España colonizadora colocó al revés en este continente».

 De manera anacrónica, se ha criticado duramente a Alberdi por proponer el fomento de inmigración del norte de Europa olvidando que en su proyecto no se trataba tanto de una cuestión racial cuanto de importar mano de obra calificada apta para la revolución industrial que necesitaba la Argentina. La propuesta de Alberdi era en su época tan sensata como la de los países europeos que facilitan hoy día la llegada de informáticos indios o de médicos sudamericanos o africanos para paliar las necesidades del mercado laboral de la UE. “No temáis, pues, la confusión de razas y de lenguas. De la Babel, del caos saldrá algún día brillante y nítida la nacionalidad sudamericana”, escribía Alberdi en el capítulo XV de Las Bases y aunque no haya sido poblada por la inmigración anglo-sajona que imaginaba Alberdi, la Argentina terminó siendo ese país cosmopolita al que se refiere en su obra.

 No olvidemos que el tan criticado liberalismo argentino llevó al poder a unos de sus más ardientes defensores, un modesto y autodidacta maestro provinciano, Domingo Faustino Sarmiento. Si se hubiese tratado de una revolución oligarca, como dicen sus detractores, cómo habría sido posible que un humilde hombre de provincias llegase al máximo poder del Estado?

 Como presidente de la republica entre 1868 y 1874, Sarmiento llevó a cabo algunos de los proyectos que había pergeñando en sus obras. En efecto, aumentó el presupuesto de educación :  de 600 escuelas primarias, al fin de su mandato el país contaba con 1644 y de 30 000 alumnos pasó a casi cien mil. En dicho periodo se construyeron bibliotecas populares y en materia legislativa se sancionó el código civil (aun vigente) de clara influencia francesa.

 Más tarde, la denominada generación del 80 llevó al país al período de mayor prosperidad. Entre 1880 y 1916 la Argentina estrechó sus relaciones con Europa. La secularización de la sociedad y la laicización del Estado fueron pilares de la cultura política argentina. Es durante ese periodo que nace el matrimonio civil y los registros civiles. En 1912 se sanciona la denominada ley Saenz Pena que instaura el voto universal masculino, secreto y obligatorio. A pesar de ello, como subraya Juan José Sebrelli la generación del 80 “fue un liberalismo con democracia limitada (…) era una versión, al fin, del despotismo ilustrado propuesto por los filósofos del siglo de las luces”. Aunque considerado por algunos como elitismo, se trataba sin embargo de asegurar la educación del pueblo para que pueda gobernarse. Sin embargo no podemos pasar por alto la influencia negativa de ciertos intelectuales franceses de derechas que propiciaban una limitación de la democracia, sobre todo luego de los acontecimientos de la comuna de Paris en 1871. Las ideas conservadoras de Hippolyte Taine, Ernest Renan, François Guizot habían sin duda conformado un cierto elitismo en Argentina. Las injusticias sociales existentes durante dicho período fueron sin embargo compensadas por un acceso constante a la educación y la sanidad publica y una movilidad social que permitió la creación de una clase media generalizada como ningún otro país de América Latina había conocido. Se puede ciertamente criticar el elitismo de los gobernantes de la generación del 80, pero el coup d’Etat contra Hipolito Yrigoyen que puso fin al sistema liberal en 1930 trajo un militarismo endémico que en nombre del pueblo, de la nación y de los valores de la tradición católica confiscó a ese mismo pueblo el poder y su capacidad para gobernarse.  

II. El pensamiento francés en la vida privada

  Si en la organización de la vida pública, Francia comparte principalmente con Estados Unidos  el modelo de organización político de Argentina, en lo que se refiere a la regulación de la vida privada, es sin duda el código civil francés de 1804 y de sus diversos comentaristas que constituyeron la principal fuentes de inspiración del código civil argentino. Sin ser una mera copia del Code Napoléon (como fue el caso de los códigos civiles de Haití 1825, de Oaxaca  – México – de 1827, Bolivia de 1830, República Dominicana de 1845, entre otros), el denominado Código Velez Sarsfield de 1869, en homenaje a su redactor, toma la forma del proyecto de código civil del brasilero Teixeira Freitas y el contenido del Code Napoleón teniendo en cuenta principalmente los comentarios de la doctrina francesa . En efecto, juristas como Charles Buenaventure Marie Toullier, Raymon Théodore Troplong, Jean Charles Demolombe, Victor Marcadé y sobre todo Charles Marie Aubry et Charles Rau sirvieron a Velez Sarsfield para no cometer los mismos errores y rectificar imprecisiones del código francés. Así, el código argentino dispone de una sección regulatoria de los actos jurídicos en general, ausente en el código Napoleón, define el contrato y da al conjunto una metodología más clara.

 Durante la primera presidencia de Roca se crea la Ley de Registro Civil por la que el estado civil de las personas deja de estar en manos de la Iglesia que hasta entonces se había hecho cargo de tal situación, para pasar a ser competencia exclusiva de las autoridades civiles.

 Cuando se aparta del código francés y busca en la tradición del derecho de Indias o del derecho español, el código argentino se tiñe de un franco conservadurismo. El ser humano es persona no desde el nacimiento sino desde la concepción, la disolución voluntaria del matrimonio está prohibida y no se puede elegir el régimen patrimonial, por ejemplo.

 En matière criminelle, es necesario señalar que el primer proyecto de código penal fue obra de un juez francés Bellemare en 1819. Son escasas las referencias que se tienen de ese proyecto y de las ideas del mencionado jurista. Solo se sabe que era contrario a la pena de muerte, que entendía que la cárcel no tenía por fin castigar sino resocializar.

III. Un laboratorio político en construcción.

El período que va desde el proceso de independencia teorizado por Mariano Moreno a inicios del siglo XIX hasta el golpe militar de tizne fascista en 1930 pasando por la generación del ochenta, significó, salvo los años de gobierno autoritario de Juan Manuel de Rosas (1829-1852), un verdadero laboratorio político donde se experimentaron con un relativo éxito las ideas liberales gestadas en Europa. En efecto, en materia de laicidad con las medidas que anticipáramos tomara la Asamblea del año XIII y la gestión de Bernardino Rivadavia durante el gobierno de Martín Rodríguez – en particular la reforma eclesiástica de 1822 – la Argentina entra en el círculo de los pocos países que reconocen la tolerancia religiosa, prolegómeno de la laicidad. Así, la Constitución de 1826 consagra la libertad de culto, principio que será retomado por la Constitución de 1853.

 Julio A. Roca dio un extraordinario impulso a la educación mediante la Ley 1420 del 8 de julio 1884 (iniciativa de Domingo Faustino Sarmiento, entonces director del Consejo Nacional de Educación) que establecía la enseñanza primaria gratuita, obligatoria, mixta y laica para todos los habitantes del país. Su gobierno llevó a una gran prosperidad, alimentada por una masiva inmigración europea, la construcción de ferrocarriles y el desarrollo de las exportaciones agrícolas, y sentó las bases del moderno Estado argentino. Acrecentó el espíritu laico, sancionando las leyes de Registro Civil (1884) y de Matrimonio Civil (1888), lo que llevó a romper relaciones diplomáticas con el Vaticano.

 Entre 1890 y 1916 las exportaciones argentinas pasaron de 50 a 500 millones de peso oro. La constitución de 1853 establecía ya en su articulo 25 : "El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes". La prosperidad económica y la legislación diseñada para promover la inmigración atrajeron a millones de extranjeros. Entre 1870 et 1910, 2.200.000 inmigrantes se asentaron permanentemente en el país. Hacia 1914 los inmigrantes europeos representaban casi el 30 por ciento de la población nacional, superando el de cualquier otro país incluso los Estados  Unidos.

Si la Argentina del primer centenario aparecía como un país serio cuyo futuro nadie ponía en tela de juicio, era gracias a los intensos lazos económicos, políticos y culturales que habíamos estrechado con Europa. En efecto, en 1913 el producto bruto per capita era de 3797 dólares, haciendo de Argentina el décimo país del mundo por arriba de Francia, Italia, España y Rusia. En 1915 se convierte en el segundo mayor productor de maíz y de lana del mundo. Entre 1895 y 1913, el número de industrias en Buenos Aires se duplicó y la inversión de capital se quintuplicó . Los salarios medios reales pagados en Argentina estuvieron en aumento constante, el salario real de los trabajadores en Buenos Aires en 1916 era superior en un 80 por ciento de los que se pagaban en Marsella. En 1913 la Argentina ocupa el primer lugar en el mundo en lo que se refiere al kilómetro de vías férreas por habitante. En 1857 Buenos Aires contaba con un teatro de opera con capacidad para 2500 personas, conocido como el primer teatro Colon. El 25 de mayo de 1908 se inaugura el nuevo teatro Colon con la opera "Aida", de Giuseppe Verdi, considerado como uno de los mas importantes teatros líricos. Asimismo, la industria editorial argentina era el referente en lengua española así como las revistas culturales, como lo muestra el estudio de Noemi Girbal-Blacha y Diana Quattrocchi-Woisson

Aquel país serio y prospero del primer centenario fue confiscado por las corrientes nacionalistas que siempre se opusieron al liberalismo político (y mas tarde al socialismo) de matriz europeo y colocaron en su lugar la metafísica del “ser nacional” con su cortejo de corporativismo, regionalismo, censura, clericalismo y militarismo. Como lo muestra Loris Zanatta , a partir de 1930 se produce un gradual proceso de militarización y confesionalización de la vida política y del debate ideológico argentino. Fue en esos años que comenzó a difundirse la noción de “patria católica” y a revalorizarse la hispanidad como fundamento de la identidad nacional y durante la cual las corrientes antipositivistas e irracionalistas declararon la guerra al cosmopolitismo liberal y a la ideas de progreso y modernidad de manera masiva y radical.

Conclusión

 Reconciliarnos con la tradición liberal, laica y democrática que hemos intentado presentar sumariamente en éstas páginas nos permitirá reencontrarnos con un proyecto de país que los diferentes populismos autoritaristas no han cesado de socavar desde 1930. Retomar el proyecto de modernidad iniciado por Moreno, Rivadavia y Alberdi y llevado a la práctica principalmente por Sarmiento, Roca Roque Saenz Peña e Yrigoyen constituye, desde nuestro punto de vista, el principal desafío de la Argentina de los próximos años. Si el Estado liberal ha sufrido un déficit de democracia, los proyectos políticos que le sucedieron no solo se caracterizaron por una disminución democrática sino que redujeron también el desarrollo económico, endeudaron al país y  comprometieron su futuro.

 En tanto que país fundador y motor junto con Brasil del MERCOSUR, nuestro país debería, por su historia y su conformación social, asumir sin complejos un papel capital en las relaciones con la Unión Europea, comprometiéndose a continuar con ese laboratorio político inacabado al que hemos hecho referencia en estas paginas. Todo ello nos permitiría no sólo una mejor inserción internacional y un reequilibrio respecto de las relaciones con los Estados Unidos sino también un reencuentro con lo mejor de nuestra historia política y jurídica.

   Daniel Borrillo

 Jurista, Université de Paris Ouest, chercheur associé au CNRS

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