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El Ayuntamiento socialista de Lisboa expropia a vecinos para construir una mezquita

La construcción de la Gran Mezquita de Lisboa, entre las zonas de Intendente y la Mouraria, ha llevado al Ayuntamiento socialista de la capital portuguesa a poner en juego tres millones de euros para cubrir todas las expropiaciones previstas, antes de que la comunidad musulmana se haga cargo de los costes de edificación en el número 256 de la Rua da Palma, muy cerca de la Plaza de Martim Moniz.

El emplazamiento se ubica en pleno corazón multicultural de Lisboa, con un alto número de población de religión islámica. Eso sí, obligar a vecinos y locales comerciales a marcharse de inmuebles que, como en el caso del garaje Almeida Navarro,ocupan desde 1917no ha hecho ninguna gracia a los residentes del área, que no entienden semejante presión por parte del Consistorio socialista contra los propios moradores.

El caso es que los tiempos se echan encima y el proyecto de mezquita moderna diseñado por la arquitecta Inés Lobo aguarda su curso para convertirse en realidad. Además, tampoco ha gustado nada el regateo al que han sido sometidos varios dueños de los alrededores. Por ejemplo, el particular António Barroso reclamaba 1,9 millones de euros de indemnización y, finalmente, solo le ofrecieron 530.000 euros con cargo a las arcas municipales.

De acuerdo con los planes previstos, deben acogerse a la expropiación los propietarios de los edificios comprendidos entre los números 248 y 264 de la Rua da Palma. Para las necesidades básicas de rehabilitación, se han presupuestado 1,5 millones de euros.

Pero precisamente allí, por detrás de la cercana Rua Benformoso, se ubica la mezquita que ya desarrolla sus actividades en la zona, para la que debe ascenderse una empinada cuesta antes de llegar al Beco de Sao Marçal, un callejón sin salida donde se alza el enclave.

Según fuentes municipales, el objetivo ahora se centra en «servir a la comunidad musulmana, ya que la mezquita existente no reúne las condiciones óptimas».

El primer paso sería iniciar las labores de demolición de los deteriorados bloques, mientras que el colectivo árabe del área se compromete a tomar el relevo de la financiación a partir de entonces.

Se da la circunstancia de que la Confederación Nacional de Cooperativas Agrícolas ocupa uno de los espacios, pero el Consistorio ya trabaja para su reubicación.

Según el alcalde de Lisboa, Fernando Medina, poner en pie la mezquita es «un síntoma de apertura, como decir a todos que son bienvenidos».

La controversia generada también tiene que ver con el hecho de que la Mouraria lleva años siendo un distrito deteriorado… y aún quedan restos visibles, pues el tráfico de drogas continúa ejerciéndose en las proximidades, como sucede en la Rua dos Anjos.

Los mensajes de protesta no se han hecho esperar en las redes sociales: «¿Para eso pagamos impuestos, para que construyan otra mezquita?», «Lo que faltaba», «Si se hace, será una vergüenza» o “«¿Es que no hay otros barrios degradados donde invertir ese dinero?». Más por las cantidades en liza que por cuestiones de intolerancia en una ciudad acostumbrada a los vínculos con las antiguas colonias.

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