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¡El aborto frena la economía!

Reflexion ironica sobre aborto

El insigne doctor Jonathan Swift (1667-1745) ha resurgido de sus cenizas, ¡al fin! Lo que tantos economistas llevábamos esperando ha ocurrido. Este sexagenario nos legó ‘una modesta proposición’ para mejorar la economía de su pobre Irlanda que ha sido rescatada, casi tres siglos después, por nuestros diligentes gobernantes españoles. Una genial aportación, digna de Pulitzer, a la altura de la BBC (Bárcenas, Bankia y Cospedal), la KGB (Karlos Floriano, Gurtel y Blesa) o la CNN (Cristina, Nóos y otros Ninis de la realeza).

La economía española crecerá cuando las mujeres dejen de abortar. ¡Cuánto sacrificio de pobres bebés inocentes!, más para evitar el gasto de una nueva boca que alimentar que por la vergüenza de haber sido violada o de haber concebido fuera del sagrado matrimonio, y que mueve a las lágrimas y a la compasión incluso a los corazones más salvajes e inhumanos, como ya reconocía el doctor Swift.

Seamos rigurosos y repasemos brevemente las cuentas nacionales antes de emitir veredicto alguno, aunque tengo por cierto el sabio criterio de nuestros excelentes Ministros de Justicia y Hacienda, ruego al lector indignado la paciencia para abrirle los ojos con delicado amor materno en este difícil parto de dar a luz a criatura tan débil como es la recuperación económica del Reino de España.

Con tan elevadas tasas de paro y destrucción de empleo, las más altas conocidas en países tan prósperos y democráticos como el nuestro… Con tan grande declive de la demanda interna y del gasto público… Con tan gloriosa debacle de acceso al crédito… Con tan creciente número de ejecuciones hipotecarias por impago… Con tan estéril socialismo… Con tanto desastre por culpa de tanto holgazán y tanto perroflauta aspirante a vividor… ¿No sería buena cosa que los niños de familias pobres dejasen de ser una carga para sus padres y para el país y contribuyeran al buen provecho de la sociedad pudiente?

Echemos un vistazo a las estadísticas oficiales. Pongamos que en España hay aproximadamente cincuenta millones de habitantes, de los que el 40% vive en pobreza o riesgo de exclusión, entre los que puede haber unos cinco millones de mujeres en edad fértil. Con una tasa de natalidad entre las clases de renta baja de dos hijos por mujer, nos salen unos diez millones de infantes. En el futuro serán, como poco, otros diez millones más para engrosar la cifras del paro, ¡es inadmisible!

“¡Bendita homosexualidad que cayera como plaga!”, pensarán otros torcidamente con el rosario sudado entre los dedos… Aunque afinando un poco mejor, y teniendo en cuenta las tasas de secuestro y de mortalidad infantil, podemos descontar por accidentes, abortos naturales, enfermedades raras y mortales, adopciones ‘a lo sor maría’ y movilidad exterior ‘a lo báñez’, aproximadamente un millón. ¡Benditos recortes en dependencia y en sanidad pública! Nos quedan todavía nueve millones. También podemos descontar el efecto de la movilidad social, que aunque bajo en España, algo hay. Pongamos, siendo generosos, que otro millón más consigue ascender en la escala social y logra altos niveles retributivos, consiguiendo rescatar de la pobreza a dos más, por caridad y/o lazos familiares. Nos quedarían seis millones. ¡Seis millones que con la legislación actual no pueden ni venderse para trabajar! ¡Bendita reforma laboral que cayera del cielo como maná!

La propuesta tricentenaria del profesor Swift puede aplicarse como anillo al dedo a la situación española. Y no otra cosa han hecho nuestros estrategas y sagaces ministros. Veámoslo. Inspirándose en insignes economistas de Chicago y en reverendísimos clérigos del Vaticano han sabido que un bebé sano y bien alimentado durante su primer año de edad es un alimento delicioso y nutritivo, ya sea estofado, frito, cocido, horneado, caramelizado, deconstruido, etc.

De los seis millones que hemos calculado, no más del 20%, digamos un millón, pueden reservarse para procrear. Lo bueno es que no necesitan renta básica ni pensión no contributiva ni becas ni subvenciones… ¡Cuanto más curtidos por la austeridad y la vida espartana, mejor! De ese millón basta con que 250 mil sean machos, una proporción similar a la que se utiliza en la ganadería extensiva, por las mismas razones que aducía Swift en 1729, porque esos niños desarrapados rara vez son fruto del matrimonio, institución poco apreciada por los sucios proletarios, ateos silenciosos, más bien inclinados a la bebida y a la prostitución.

Los cinco millones restantes, cumplidos los doce meses, pueden venderse a personas de reputada posición, como ejecutivos y políticos de alto copete, evasores fiscales, astros del fútbol, especuladores, grandes empresarios y filántropos… Obviamente, recomendando a las progenitoras que les den bien de mamar durante las últimas semanas del primer año para que estén gordos y rollizos para tan excelsos comensales, según sugería el célebre Jonathan Swift. Y el excedente de niños que no se consuma por españoles se podrá vender a turistas rusos y alemanes. Inclusive aumentarán nuestras exportaciones, que no acaban de despegar, ya que, los avances tecnológicos, que no había en la Irlanda del siglo XVIII, sí existen hoy, y la carne puede conservarse en perfectas condiciones hasta su lugar de destino, por muy tiernita que sea.

Gracias a esta propuesta, las cuentas del país en poco tiempo volverán a la senda del crecimiento. La demanda exterior de alimentos bajará, provocando el aumento del saldo neto de nuestra balanza de pagos. Seremos más competitivos. La prima de riesgo caerá a mínimos históricos y atraeremos ríos de inversión extranjera deseosa de catar tan suculentos manjares, a la zaga del prestigio y buen nombre de la gastronomía de la Marca España. ¡Mujeres pobres del mundo, no abortéis, uníos para procrear!

J. Agustín Franco Martínez. Profesor de Economía en la Universidad de Extremadura

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