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Educar para la convivencia de la ciudadanía

Yo no sé si, como dice Jean Paul Sartre, en un alarde de fidelidad al pensamiento existencialista, «todos los medios son buenos cuando son eficaces». Desde un punto de vista absolutamente pragmático, la frase es incontestable, otra cosa es cuando se manejan los conceptos éticos y morales de bondad y de eficacia.

 Por ejemplo, no cabe duda de que aquellas máquinas mortíferas que fueron los hornos de gas hitlerianos tuvieron un alto grado de eficacia, pero, moralmente, ¿se pueden calificar de buenas o de engendro diabólico? Por el contrario, sería un arduo trabajo enumerar cronológicamente los artilugios técnicos fundamentados en la energía del gas que facilitaron y alivian las tareas de la vida. Una vez más y como siempre, la realidad está llena de matices.

Para cualquier moral, sea ésta católica o laica, el hecho de quitar la vida a un semejante es siempre una cuestión que se aleja de las normas y valores más elementales. No quiero decir más primitivos. Sin embargo, hay grandes diferencias entre ambas morales. Mientras la primera mantiene su supremacía fundamentada en la metafísica, es decir, en el dogma, por tanto incontestable y única para la Iglesia, el laicismo emergente no impone su criterio, examina, tolera y respeta el libre pensamiento, es decir, la democracia.
De lo dicho hasta ahora se puede colegir que la moral católica impone y la moral laica propone. Aunque, en el fondo, las dos persigan el orden bien entendido y el desarrollo de los valores sociales -de ahí que la fundamentación filosófica de ambas sea más convergente que divergente-, el inmovilismo histórico de una hace sumar adeptos a la otra. El hecho es que los principios morales, cuando llegan por la vía del convencimiento propio, es decir, del examen previo, pasan a formar parte de la conciencia, se practican de forma espontánea y son más sólidos que los impuestos por letras divinas o códigos humanos.

En este contexto debe ser analizada la asignatura de Educación para la ciudadanía, una materia que trata más de la reflexión que de la imposición. Todos sabemos, también la Iglesia, que en la práctica es imposible -más en unas asignaturas que en otras- impartir docencia de forma aséptica, otra cosa es caer en el adoctrinamiento, ejercicio absolutamente rechazable. El profesorado forma parte de la misma diversidad ideológica que la sociedad a la que pertenece y por tanto va a desarrollar la labor docente mediatizado por su pensamiento. Entonces, ¿cuál es el núcleo de las desavenencias?
La realidad es que la dialéctica entre el Estado -hoy dirigido por el PSOE-, y la Iglesia en torno a esta asignatura, sin pretender ascender a la lucidez de Ockham, queda reducida a una mera lucha de predominios. Por un lado, la Conferencia Episcopal, que no toda la Iglesia, defiende la supremacía de la moral católica y aprovecha la ocasión para hacer política partidista de derechas, y el Estado laico defiende su laicidad bajo el manto del correcto ejercicio democrático del poder cedido por el pueblo. Tenga por cierto la ciudadanía que lo que unos y otros hagan en el aula con esta asignatura, me refiero al profesorado más cercano a una u otra postura moral, además de estar determinado por el currículum, no va a diferir demasiado de lo que se venía haciendo con la materia de Ética.
Si las dos morales son convergentes en lo esencial, si quien tiene la responsabilidad de marcar las pautas en materia educativa es el Estado, si el currículum de la asignatura trata únicamente de valores democráticos para el respeto y la convivencia pacífica, si el profesorado es ideológicamente diverso, si esta materia sólo cuenta con una hora semanal, si está demostrado que la televisión y la pandilla ejercen mayor influencia en nuestro alumnado adolescente que la escuela y su propia familia, si, en definitiva, el franquismo no pudo adoctrinar a las masas, machacando en el «yunque» durante cuarenta años, ¿no les parece a ustedes que en realidad no hay materia de discusión y que los temores de adoctrinamiento que argumenta la Conferencia Episcopal -Rouco, Cañizares, etcétera- y sus organizaciones afines son infundados? ¿No será más cierto que sus mentes no consiguieron despojarse intelectualmente de la herencia franquista y temen los mismos usos y abusos de los que ellos, en algunos casos, y sus predecesores, en otros, fueron protagonistas? Yo creo que, siendo totalmente criticable la oportunidad de esta asignatura, la Conferencia se equivoca de argumentos.
Volviendo al principio y sin apartarse del tema que nos motiva, seguro que los medios pedagógicos serán buenos si son eficaces en la formación integral del alumnado y sirven para la reflexión más que para la imposición; de no ser así, cosa altamente probable debido, entre otras cosas, a su raquitismo horario, no servirá más que para engrosar la nómina de las marías.

Paco Domínguez es profesor de Secundaria

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