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Educación y religión, ¿una simbiosis necesaria u obsoleta?

Días atrás, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump se manifestó enérgicamente, como suele ser su estilo, frente a la presencia de la religión en las escuelas; ello, en el marco de una Orden Ejecutiva firmada por el mandatario “para proteger la libertad religiosa”.

“Queremos que nuestros pastores hablen, queremos sus voces en el discurso público y queremos que nuestros hijos conozcan las bendiciones de Dios”, sostuvo Trump, agregando que la escuela, como institución, no debe ser un lugar que repela la religión y la fe “que inspira a ser mejores, más fuertes y a actuar en valiente defensa de lo que es bueno y lo que es correcto”.

Las declaraciones del máximo responsable del Ejecutivo causaron resquemor en más de un sector, incluso a nivel mundial, para aquellos que fundamental el laicismo como base de la educación independiente y no ligada a preconceptos religiosos, cualquiera fuera la religión imperante en la currícula.

Separando los tantos

El laicismo es una corriente de pensamiento que promueve la organización de la sociedad, en todos sus estamentos, de manera aconfesional; es decir, ajena a las confesiones del tipo religioso. A finales del siglo XIX, ya con la Revolución Francesa a cuestas, en Francia tuvo lugar la efectiva separación entre la Iglesia y el Estado, algo que marcaría un precedente en el surgimiento de aquella corriente dispuesta a garantizar la libertad intelectual sin que dogmas y doctrinas religiosos fueran impuestos, impulsando la secularización del Estado en todo su concepto.

Sin embargo, las recientes declaraciones de Trump se enmarcan en la postura de una de sus más estrechas colaboradoras, la secretaria de Educación Betsy Devos, una acérrima defensora de la educación religiosa y privada, en detrimento del sistema laico y público.

Según un estudio de la WorldWide Independent Network (WIN), Argentina se ubica en el quinto lugar de ocho países de América Latina, dentro de la categoría de “países más religiosos” de la región, detrás de Paraguay, Colombia, Panamá y Brasil.

En nuestro país, el 78 por ciento de los encuestados en función de dicho relevamiento, se definió como religioso, es decir, 8 de cada 10 personas, mientras que un 16 por ciento manifestó no serlo y un 4 por ciento dijo ser ateo; entre los religiosos, la mayoría se declaró católico.

Abordaje nacional de la igualdad religiosa

En este contexto, semanas atrás, el Ejecutivo Nacional giró al Congreso de la Nación un proyecto que busca garantizar la “igualdad entre las religiones”, el cual, entre otras cuestiones, fue puesto en valor por la Iglesia Católica, que continuaría recibiendo la asignación mensual para los obispos, párrocos de frontera y seminaristas diocesanos, el cual representa, aproximadamente, un 15 por ciento de su circuito económico; al tiempo que también la Iglesia continuará recibiendo los aportes a sus escuelas en un porcentaje relacionado con el nivel de la cuota que se cobran a quienes asisten a clases.

Paralelamente, en la provincia de Salta, una abogada denunció que continúa “la misma situación discriminatoria de violación de los derechos de los chicos que no son católicos”, haciendo referencia a la situación que se vive en dicha provincia, donde una normativa del año 2008 aún dispone que la enseñanza religiosa integre los planes de estudio y que sea impartida durante los horarios de clase.

Laicos y no tanto

Actualmente, nuestro país no especifica la laicidad en su Constitución Nacional, así como tampoco en la Ley de Educación Nacional, algo que da lugar a que cada una de las provincias tome sus propias decisiones respecto de, por ejemplo, incluir la educación religiosa o no en los establecimientos educativos.

De hecho, las únicas provincias que garantizan la laicidad en su constitución provincial son Neuquén, Entre Ríos, Chaco, Mendoza, San Juan, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, Río Negro, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Jujuy, mientras que, en el caso de la provincia del Chubut, el artículo 37 del Reglamento Escolar establece que se prohíbe al personal docente “hacer propaganda en favor o en contra de creencias religiosas u opiniones políticas”; por otro lado, el artículo 18 del Estatuto Docente (inciso c) indica que son deberes de los educadores “abstenerse de realizar, durante el desempeño de sus funciones adoctrinamiento político partidario y/o religioso”.

Soluciones y parches

El abordaje de la religión ligada a la educación ha sido motivo de debate desde tiempos de antaño, y situaciones como las de las provincias de Salta, Tucumán y Catamarca, que establecen la educación religiosa en las escuelas públicas como normativa, obligan a replantear si aún persiste, en algunos lugares del país, el impedimento a la libertad de elegir, o bien si la libertad de elección, como concepto, es lo que el Estado dice que es. En este ámbito, será un debate con “paso obligado”, a nivel nacional, en materia académica, filosófica y social, teniendo en cuenta que no existen soluciones parciales a una cuestión tan imperante como la referida a la educación de los jóvenes, más aún cuando se han aplicado “soluciones de medias tintas”, como ocurrió en Salta, donde la Corte Suprema de dicha provincia declaró la constitucionalidad de la enseñanza religiosa en los establecimientos educativos, presentando un “plan alternativo” para quienes no deseaban ser instruidos religiosamente en las escuelas. Será cuestión, por ende, de marcar la diferencia y la distancia entre conceptos como la religión, la educación y la fe; tres ejes que bien pueden funcionar de manera correcta por sí solos, pero que, conjugados a la estructura de un modelo educativo, seguramente continúen generando más de un cuestionamiento por quienes defienden la laicidad en pleno siglo XXI.

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