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¿Educación o adoctrinamiento?

Los seres humanos nacemos libres, sin miedo y totalmente vulnerables; pero terminamos temiéndole a algo, por alguna experiencia particular propia o ajena, en el transcurso de nuestro propio desarrollo. Nacemos tolerantes, empáticos y no entendemos lo que significa discriminación.

En un parque donde hay niños jugando, por ejemplo, se observa naturalmente que ninguno de ellos va a dejar de jugar, así no se conocieran previamente; si es negro, musulmán, sordo, transgénero, rico o pobre.

Nacemos con la capacidad natural de distinguir entre lo bueno y lo malo, y todos nacemos con características solidarias instintivas. Es por eso que si un niño llora al lado de otro niño, este también llorará acompañándole en su angustia.

Asimismo, todos nacemos ateos, aunque la palabra ateo para los clérigos católicos es un insulto (una forma de discriminación, a quien no cree en su propio Dios católico). Nacemos sin ninguna religión, ni católica, ni musulmana. Ni hindú ni judía, menos budista ni sintoísta; ni ninguna otra religión construida por el ser humano.

Entonces, ¿por qué cambiar esto? ¿Por qué los líderes nazis concibieron soldados nazis? ¿Por qué los hijos de gitanos son de padres gitanos? ¿Por qué de los padres cristianos sus hijos son cristianos? Es por un ejercicio que considero peligroso, pues esta acción contra los niños puede cercenar la capacidad de razonar, de esclavizar, de atrofiar la objetividad y, eventualmente, afecta la tolerancia hacia las diferencias. A esto se llama adoctrinamiento y está muy alejado de la educación.

Pero qué significa la palabra adoctrinamiento o la acción de adoctrinar. Una definición bastante acertada: cuando una figura de autoridad transmite como verdades incontrovertibles ciertas creencias y principios; historias y postulados; reglas y condiciones a quien está en estado vulnerable de aprendizaje, en la mayoría de los casos, niños. Amenazan con castigos en caso de rebeldía y exigiendo que deban ser tomados como enemigos aquellos que se atrevan a negar o a desafiar esos principios.

Debe diferenciarse de educar, ya que mientras la educación apuesta a aportar los conocimientos necesarios para que la persona gane autonomía a partir del desarrollo de su análisis y de su propio juicio, el adoctrinamiento busca anular el pensamiento crítico del sujeto y que este repita la información que se le suministra. El uso de esta práctica garantiza control sobre la población y asegura la prosperidad en la expansión de las ideas, ya sean sociales, políticas, culturales, militares y mayormente religiosas.

En todos los países democráticos y en la mayoría de las dictaduras, existe el derecho de la libertad de cultos, que se les niega a los niños cuando los padres le imponen sus creencias contra su voluntad. Ir contra la voluntad del niño es vulnerar sus propios derechos. Los derechos de todas las personas tienen que respetarse.

La Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, en su primera parte, Bases Fundamentales del Estado de derechos, Deberes y Garantías, en su artículo 4to dice lo siguiente: el Estado respeta y garantiza la libertad de religión y de creencias espirituales de acuerdo con sus cosmovisiones.

El Estado es independiente de la religión. Muchos crecemos condicionados por doctrinas impuestas, principalmente, políticas y/o religiosas, que tomamos como verdades ajenas a nuestro contexto; y cuando la razón se despierta y la duda ataca, ni siquiera ponemos en tela de juicio nuestros principios porque tememos al castigo.

Sabemos que no hay caballos con alas, como el que usó Mahoma para subir al cielo. Sabemos que no caben todas las especies animales en un barco. Sabemos que las aguas de los mares no se separan para que pasen 2 millones de personas en unas horas. Sabemos que las vírgenes no pueden tener hijos. Pero contrario a profundizar en esas sospechas y aceptar con cierta vergüenza que se creyó efectiva y lógica de las fábulas, se callan y esperan que la doctrina haga su tarea, recordándole que más vale no entrar en controversias que pueden desembocar en un castigo que nadie quiere.

Por eso considero una aberración violenta y desdeñable imponerle a los niños doctrinas que afectarán irreparablemente su vida. Inculcarles desde párvulos la idea aterradora de que deben seguir ciertos parámetros de comportamiento si no quieren sufrir los rigores del infierno en un futuro. Condenarlos a seguir la monotonía de rituales que difícilmente entienden. Llenarlos de culpa por pecados que no han cometido, como si fueran responsables del comportamiento de sus padres, previa a su mera existencia. Amenazarlos con castigos divinos si llegasen a increpar los principios eclesiásticos es, simplemente, despreciable e inhumano y todos lo sabemos.

Un niño al que le han enseñado qué creer, cómo creer y a nunca dudar de la autenticidad de esas enseñanzas por sus maestros, sus padres, sus pares y hasta por los políticos en conjunto, es un niño viviendo bajo la influencia del adoctrinamiento. Es un niño que hará lo que tenga que hacer para ser salvado.

¿Pero salvarlo de qué? ¿De qué queremos salvar a los niños? Analice por un momento el amplio significado que la palabra salvar tiene para los niños. Un superhéroe de las caricaturas salva al ciudadano inocente de las maldades del villano. El médico salva la vida de aquel que sufre una enfermedad o un accidente. El policía salva a la pobre viejecita de los ladrones inescrupulosos.

¿Cómo no van a sentir alivio los niños al saber que alguien los va a salvar de las llamas de un infierno que no conocen pero que asumen como el sitio más castigador y escalofriante? ¿Cómo no van a querer sentirse bajo el amparo del superhéroe? Basta solo con observar por un rato su mirada inocente y sedienta de conocimiento, para entender que lo único de lo que necesitan ser salvados es de influencias dañinas que afectarán su vida para siempre.

Acaso ¿qué ha hecho de malo su hijo recién nacido para necesitar salvación? Absolutamente nada. Decirle a un niño que necesita salvación, es condenarlo a vivir su vida amenazada. ¿Es malo hablarles a los niños de religión? ¡No! Pero hay que hablarles de todas las religiones, incluso de la idea del pensamiento libre. Y si ellos llegado el uso de razón después de fomentar el pensamiento crítico, deciden por voluntad propia afiliarse alguna creencia, así sea diferente a la suya, debemos respetar. De eso se trata la libertad. Enséñeles a los hijos cómo pensar y no qué pensar.

Hay una vida muy bonita, feliz, gratificante y completa, lejos de la doctrina.

 

Raúl Maldonado Cano

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