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Ecclesia, Volad y Para nosotras. Prensa, poder y censura en la construcción del arquetipo femenino católico bajo el franquismo

1. Introducción

Este capítulo condensa el análisis de tres revistas que editó en plena posguerra española la Acción Católica Española (ACE), dos de ellas dirigidas al público femenino, y reflexiona sobre los significados históricos de los discursos católicos que permanecieron en la sociedad gracias a su difusión a través de la estructura de la ACE en la primera mitad del siglo XX. A través de las páginas de Ecclesia, Para Volad y Para Nosotras se entrelazan los discursos y arquetipos femeninos formulados por el catolicismo en Europa durante la primera mitad del siglo XX y difundidos por la ACE durante la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. Este modelo alcanzaría una notoriedad mayor con la movilización activa de las católicas adscritas a la Acción Católica de la Mujer a partir de 1919, y posteriormente, con el beneplácito del régimen franquista.

Tras el estallido de la Guerra Civil, las alianzas políticas entre Iglesia y ejército quedaron reflejadas en el apoyo de la primera a los sublevados y la llegada de algunos representantes eclesiásticos de Roma a España durante el conflicto bélico. Ya entonces se manifestaron en revistas y otros instrumentos de propaganda las simpatías que profesaban buena parte de los sectores que apoyaban al bando rebelde a los arquetipos de género difundidos por el proyecto transnacional de la Acción Católica (AC) y por el movimiento católico en España. Con la consolidación del régimen franquista, estos discursos, identidades y arquetipos serían reconocidos y apoyados desde el poder a través de las diferentes políticas de género que se promulgaron en la temprana posguerra, otorgando así el franquismo un reconocimiento al proyecto católico de sociedad que se había ido gestando durante la primera mitad del siglo XX.

A finales del siglo XIX se había configurado el despertar de diferentes culturas políticas de masas y, por lo tanto, se incrementaron las posibilidades de participación pública de las mujeres en los distintos proyectos políticos que se estaban gestando, entre ellos el católico. La militancia activa como reacción ante el peligro de debacle del programa social católico, y la actitud de resistencia frente a los cambios secularizadores, la fuerte presencia de los gobiernos liberales y el anticlericalismo fueron los elementos que impulsarían la movilización de las católicas con el cambio de siglo.

La nueva orientación política de la Iglesia en Roma apostó por la necesidad de agrupar las diversas instituciones católicas en una dirección central y orientar la Acción Católica (AC) como participación en el apostolado jerárquico, una decisión global que coincidiría con las decisiones de muchos católicos a nivel local. En el pro- ceso de conformación de la AC, cabeza de todas las asociaciones religiosas, el Papa Pío X en Roma había tomado en cuenta la propuesta de movilización femenina ante los procesos de secularización enunciada en 1908 por la dama italiana Cristina Giustiniani Bandini, quien sería presidenta de las donne, y por Adelaide Coari, una maestra de la escuela pública rural que se convertiría en editora de la primera revista femenina católica en Italia: Azione Muliebre. Giustiniani deseaba unir a las católicas en su movilización contra del gobierno italiano, que pretendía abolir la educación religiosa, entre otras medidas políticas desde el Estado. La aristócrata propuso al Papa Pío X la constitución de un círculo de cultura femenina donde se difundieran los valores tradicionales del catolicismo y se velase por las buenas costumbres de las madres y esposas italianas.

Tras la batalla perdida por la Iglesia en el campo de la educación, los católicos fueron llamados a la acción social en todo el mundo. Ya en 1918, un año antes del nacimiento en España de las Mujeres de la ACE, la Unione fra le Donne cattoliche d’ Italia se constituía organizativamente bajo las premisas de protección a la Iglesia, la familia, la virgen y el catecismo, y con el propósito de continuar con el espíritu del círculo de cultura femenina. Organizada la rama de la juventud en 1918 a cargo de las donne y con la labor activa de Armida Barelli, ambas ramas se fusionaron en lo que sería a partir de entonces la Unione Femminile di Azione Cattolica6. Ellas serían desde entonces las encargadas de velar por la moral y la educación femenina, propa- gando a nivel internacional los arquetipos de género de la Azione Cattolica Italiana (ACI), que sería replicada en estructura, propósitos e imitada en discursos a uno y otro lado del Atlántico.

A partir de la administración del Papa Pío XI en Roma, se consolidó este proyecto de la Acción Católica —definiéndose como la tarea de recristianización de los laicos y de la vida pública— el cual planteó su campo de actuación en lo estrictamente religioso. Estos cambios operaron en el nuevo contexto europeo en el cual el fascismo italiano pretendía imponer la unicidad de las organizaciones y su absoluto control por el partido único.

La ACE no fue un fenómeno aislado, sino que se produjo en un contexto mayor, donde la Iglesia pretendió invocar su labor recristianizadora y su derecho a imponer su ideal político-religioso desde el poder público y político. Las mujeres, en ese sentido, fueron actores fundamentales para la difusión transnacional de los objetivos y el ideario de sociedad perfecta de la AC, una representación con la que muchas españolas comulgaban.

De esta forma, las católicas fueron agentes movilizadores en las instituciones confesionales y algunas difundieron a través de su pluma los arquetipos y discursos de la AC en diferentes revistas femeninas católicas. Las mujeres de la Acción Católica jugaron un papel clave en la divulgación del ideal de género desde esa institución durante buena parte del pasado siglo. Sin embargo, la mayoría de ellas han permanecido invisibles o en el anonimato.

Este discurso católico no fue propagado solamente en España, sino también en distintos espacios nacionales de diversa naturaleza política e ideológica. La historia transnacional replantea los espacios nacionales y asume que los límites de los Estados- nación son construcciones artificiales. Como señala Bartolomé Yun, el concepto de historia transnacional está íntimamente relacionado con la idea de “historia entrelazada”, que conecta la historia transnacional con la idea de transferencias culturales entre diferentes grupos sociales. En el caso de este trabajo, la participación de mujeres intelectuales en los espacios de poder y la construcción de un nuevo modelo de género transnacional fueron fenómenos que ocurrieron a ambos lados del Atlántico. Las ideas y los discursos, en realidad, se encuentran en un constante ir y venir, son recolocados y resignificados constantemente: world-travelling.

En este sentido, el pensamiento feminista (o mejor, los pensamientos feministas), fruto de una larga trayectoria histórica y de sucesivas experiencias y debates, forma parte de un desafío epistemológico central para nosotras historiadoras y nosotros historiadores, que buscamos reconstruir los diferentes discursos de género a lo largo de la historia de la cultura occidental. Entendemos, como también ha señalado Carmen Silva, la importancia de la teoría feminista para cuestionar la normalización patriarcal, comprender, describir o explicar el silenciamiento de las mujeres e identificar cuáles son las estructuras sociales y procesos de interacción que mantienen los discursos, pensamientos y símbolos masculinos de forma hegemónica.

En este trabajo, por lo tanto, utilizaremos la categoría de género. De acuerdo con Margarita Ortega, el análisis de género permite detectar la especificidad de la experiencia femenina y masculina en su interrelación y, a la vez, establecer las pautas de su integración en los procesos históricos. Así, consideramos necesario utilizar un marco conceptual que tome como punto de referencia la categoría de género enunciada por Joan Scott13, la cual permite estudiar las relaciones de poder y situar en términos sociales a hombres y mujeres. Según la historiadora María Pilar Salomón, el concepto de género permite profundizar en las atribuciones y cualidades que cada sociedad asigna a lo masculino y lo femenino y en las relaciones de poder que a partir de ahí se derivan entre los sexos y en la sociedad en su conjunto. Para el presente trabajo, el género se enriquece a través de las aportaciones que facilitan otros conceptos como la clase, y de las posibilidades abiertas por la interrelación de éstos con los procesos religiosos internacionales.

El foco de nuestra comparación se encuentra en tres revistas católicas que editó la ACE durante los años cuarenta y cincuenta bajo la dictadura, libre de la censura oficial del régimen. Ecclesia, dirigida a un público general y con un amplio contenido de artículos y secciones encaminados a mantener la moralidad de la sociedad, Para Volad, la revista destinada a las jóvenes “inocentes” encaminadas a un buen matrimonio y porvenir, y Para Nosotras, la revista escrita para las mujeres de clase obrera, apelando desde su nombre directamente a la inclusión de las trabajadoras bajo el arquetipo femenino hegemónico del catolicismo. La elección de publicaciones destinadas a diferentes sectores sociales femeninos, según las variables de edad y clase, encuentra su origen en el modelo transnacional de la AC que se constituyó segregado por sexo y edad en cuatro ramas generales. Desde ellas se preparó el “apostolado obrero”, agrupando a su vez en especializaciones o sindicatos (según los marcos polí- ticos de cada nación) a las trabajadoras. El análisis de estas publicaciones aporta un significante importante al arquetipo femenino católico, pues según nuestra hipóte- sis, denota la existencia de un único modelo para una pluralidad de identidades y mujeres en la España franquista y en el plano internacional.

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Sara Martín Gutiérrez y Gabriela de Lima Grecco

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