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‘Durante el mes de Ramadán también hay que vivir’

Abdul es marroquí y lleva algo más de diez años viviendo en España, regentando un pequeño bazar en la céntrica calle Elvira de Granada. La noche del miércoles empieza su ayuno del Ramadán, como el de la mayoría de musulmanes que usan el calendario del Magreb "los de Asia ya lo están desde el martes". Un mes durante el cual tendrá que seguir abriendo su negocio.

"Hay que vivir", explica. "Los musulmanes que practicamos estamos acostumbrados. Desayunas muy fuerte y vas a trabajar". Lo que lleva peor es no poder fumar. "A la sed me acostumbro. Lo malo es cuando se para alguien con un cigarro delante de la puerta, o se asoma algún cliente. En cuanto cae el sol, después de ir a la mezquita, lo primero que hago es encenderme un cigarro".

Leeya y sus tres amigas son de Malasia y están en la ciudad de turismo. Llevan hiyabs estampados con flores, pantalones vaqueros y zapatillas deportivas de marca. Por calendario, están en ayuno desde el martes, pero los viajeros están exentos. "Hemos esperado a pasar varios días en la misma ciudad. Podremos recuperar los días cuando acabe el viaje".

Se hacen fotos en el mirador de San Nicolás, con la Alhambra de fondo, mientras lamentan no poder tomar tapas durante el día. "Tenemos que esperar a la noche, pero antes es necesario hacer la ruptura del ayuno en una mezquita", explican. "La gente nos trata muy bien al ver a musulmanas que vienen desde tan lejos". Para los rezos del mediodía "no tenemos problema, podemos hacerlo en cualquier sitio".

Aunque el desayuno y gran parte de los rezos se realizan normalmente en familia, el iftar, la ruptura del ayuno a primera hora de la noche, es un acto en comunidad. La mezquita reparte dátiles acompañados de agua o leche nada más caer el sol, se realizan los rezos y se recita El Corán, y luego llega la harira, una sopa espesa con legumbres, carne y verduras.

En la mezquita de Taqua, en el barrio del Albaicín, el director, Zacaría Maza, y el imam, Sheij Hamid, se pasan la mañana del miércoles atareados en que todo este listo. "Durante todo el mes van a pasar por aquí una media de cien personas diarias", explica Maza, "y hay que darles dátiles y sopa a todos". En la cocina funcionarán varias ollas de 50 litros para preparar la sopa. "Es una intendencia complicada. Los dátiles, por ejemplo, los suelen donar desde embajadas de países árabes".

Hamid pasará el mes recitando El Corán entero de memoria más de una vez, al menos una hora diaria de asuras en los rezos del mediodía y la noche. Maza, mientras tanto, se dedica a aconsejar a los miembros de la comunidad. "El ayuno no es estricto, hay excepciones, pero el que lo haga y tenga trabajar tiene que hacer un ejercicio de autocontrol, medir sus fuerzas. Por suerte para algunos, este año coincide con agosto".

200.000 musulmanes en Andalucía

En Andalucía serán unos 200.000 los musulmanes que inician hoy el Ramadán. Mohamed El Karkri llegó al municipio jiennense de Jamilena en los años 90 y no falta a su cita con el Ramadán. Él explica que, además del ayuno, "los musulmanes tienen prohibido insultar, crititar o dañar a alguien".

"Los actos religiosos, como los rezos, lo hacemos por nosotros; el Ramadán lo hacemos por Alá", afirma El Karkri. En este mes lunar -de 29 días-, "no se puede mirar -con lascivia- a las mujeres", añade. Durante este periodo, "si faltas un día al ayuno, sin una excusa justificada y permitida por El Corán, debes cumplir dos meses seguidos de ayuno o darle de comer a 60 pobres", afirma Mohamed.

Los niños, las mujeres embarazadas o con la menstruación, o los ancianos con alguna enfermedad están exentos de cumplir con este acto religioso. "Nunca he tenido ningún problema de salud; de hecho, me gusta hacer el Ramadán", confiesa Fatna Tagi, una musulmán que trabaja en Sevilla. Se dedica al servicio doméstico y reconoce que lo más duro es "no realizar los rezos junto a la familia" que dejó en Beni Mellal (Marruecos).

Explica que ante el Ramadán "tanto los ricos como los pobres son iguales". De hecho, es una obligación para los que más tienen dar dinero o comida a los más necesitados para que ellos también celebren esta festividad.

Ella convive con una familia que permanentemente se preocupa de ella. "Me preguntan si tengo hambre o sed", afirma Tagi, quien confiesa que lleva cuatro días de prueba haciendo ayuno. "El día es largo, los primeros son difíciles, pero yo soy feliz", concluye.

Una tradición que se vive en familia

Bouchra es una joven francesa de 23 años que trabaja en Sevilla. Su familia es de origen marroquí y éste es el primer Ramadán que pasa fuera de su ámbito familiar. Hasta ahora siempre lo ha vivido con ellos, en Francia. "El Ramadán no es sólo el ayuno", explica. "Implica una preparación, es el ambiente familiar en el que lo vivimos". Y este año ella lo vivirá sola.

"Lo más difícil de soportar es la falta de líquido", explica la joven. "A no comer, pasados unos días, te acostumbras". Pero cuando el Ramadán cae en verano, "es muy duro no probar líquido. El peor momento es en torno a las 18 horas". Sobre todo, si hace más de 40 grados de temperatura, como estos días en Sevilla.

"Me siento mejor cuando cumplo con el ayuno del Ramadán". A nivel espiritual ("te sientes más cerca de Dios"), y a nivel físico. "Le echamos mucha porquería al cuerpo. Y éste agradece que le demos un respiro", asegura Bouchra.

El Ramadán es una tradición, casi más que una obligación religiosa. Quienes durante el año no cumplen con los preceptos del Islam, sí lo hacen durante este mes de ayuno. "Es lo que has vivido en casa toda la vida". Como tradición es romper el ayuno comiendo dátiles. "Es una tradición de nuestro profeta, Mahoma". Pero tiene un sentido "científico", explica la joven francesa: "La cantidad de azúcar que contiene esta fruta viene muy bien para reponerte de todo el día".

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