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Dos ciencias

Quien crea que hay dos ciencias sobre la homosexualidad -la progre y la de Aquilino Polaino-, y que cada partido político puede acogerse a la que más le convenga según la coyuntura, está equivocado.

La única ciencia que tenemos, la que busca entender el mundo y nuestra posición en él, dice que la orientación sexual es uno más de los rasgos variables de la naturaleza humana. Del mismo modo que uno puede ser introvertido o extravertido, estable o neurótico, conformista o experimental, apaciguador o pendenciero y premeditado o improvisador, uno puede ser homosexual o heterosexual.

   Cada uno de esos rasgos tiene una fuerte componente genética, y cada uno se combina libremente con los demás para constituir la psicología del individuo. Si el profesor Polaino hubiera dicho en el Senado que la estabilidad emocional es una psicopatología, que la introversión se contagia o que las parejas  onformistas no deben adoptar niños, le habrían abucheado hasta los obispos. Pero decir esas mismas cosas de los gays es, en realidad, exactamente igual de grotesco.

   "En este lado del Atlántico nos enfrentamos a las mismas expresiones de ignorancia y fanatismo", escribe en un correo electrónico el médico y genetista Eric Vilain, de la Universidad de California en Los Ángeles. "Pero hay sólidas evidencias, no sólo biológicas y genéticas, sino también psicológicas, que refutan todas esas pretensiones de que los gays son inestables y malos padres, y de que su orientación sexual puede revertirse con terapias. Lo que ocurre es que los activistas conservadores, entre los que hay algunos psicólogos, actúan por motivaciones políticas y religiosas, y no están interesados en los datos científicos. De hecho, si les pides que apoyen sus datos con trabajos publicados en revistas científicas revisadas por pares, no pueden hacerlo".

   Los activistas gays discrepan al valorar las evidencias científicas de que la homosexualidad está muy influida por los genes. Algunos las consideran un ataque a su libertad, o prefieren pensar que su orientación sexual es una opción totalmente voluntaria. Esa actitud es un error por tres razones. Primera: puede que los genes de la orientación sexual coarten la libertad, pero no la de los gays, sino la de todo el mundo, ya que la heterosexualidad, por más que cuente con la bendición eclesiástica, es tan esclava del ADN como la homosexualidad. Segunda: si los genes de la homosexualidad existen –y existen-, la verdadera pérdida de libertad no consiste en nacer con ellos, sino en negarse a verlos. ¿Es más libre un gay que, convencido del poder invencible de su voluntad, se autoinflige una biografía de heterosexualidad aparente que con toda probabilidad le amargará la vida? Y tercera: aceptar los datos de la genética es la vía más rápida y contundente para enterrar las terapias antigay que promueve Polaino y todavía se tragan algunos padres, y algunas universidades.

   "Entre los científicos hay pocas dudas de que la homosexualidad tiene un fuerte componente genético", prosigue Vilain, y detalla las siguientes evidencias.

1.Los gemelos (que comparten todos sus genes)concuerdan en su orientación sexual en el 50% de los casos, mientras que los mellizos (que sólo comparten la mitad de los genes, como cualquier par de hermanos) sólo concuerdan en el 22%.

2. Uno de los núcleos del hipotálamo es menor en los hombres homosexuales que en los heterosexuales, y manifiesta diferentes respuestas a las feromonas en los dos tipos de hombres.

3. Los gays de una misma familia tienden a compartir las mismas variantes en ciertas zonas de los cromosomas X, 7, 8 y 10.

4. Los fundamentos de la orientación sexual son los mismos en el Homo sapiens y en otros animales, como es habitual en biología. "El 8% de los carneros macho se sienten atraídos por otros machos", explica Vilain, "y hemos comprobado que un núcleo de su hipotálamo es menor que en los carneros heterosexuales, justo como en el ser humano".

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