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Donde hay mucho dinero, hay mucha bendición

La Santa Madre Iglesia, única y verdadera, ha sido esta semana protagonista de dos noticias que ponen en cuestión si una institución creada por Dios, debe o no someterse a los designios de las leyes de los miserables humanos. Pongo en duda la autoridad del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía para obligar a la Iglesia a readmitir en su puesto de trabajo a Resurrección Galera, la impía profesora de religión que osó contraer matrimonio civil con un divorciado, contrariando las leyes de Dios que lo consideran como pecado capital. Bien es cierto, que diga lo que diga el tribunal andaluz, Galera y su pecador esposo están condenados a pasar la eternidad en el infierno, pero lo que quiero someter a su juicio no es la suficiencia del castigo, sino la prevalencia de lo humano sobre lo divino que parece gobernar nuestro tiempo.

Es más que posible, que a muchos de ustedes la posición de la Iglesia les parezca, para los tiempos en los que vivimos, añeja e irracional y debo decirles que lo es, para añadir a renglón seguido que eso sucede porque nuestras mentes no están preparadas para entender los designios de Dios. Lo que a nosotros nos pueda parecer lógico o racional, no tiene porque serlo para la mente del Supremo, y por eso precisamente, para interpretar sus leyes, existe la Iglesia, que está exenta, además del pago de la mayoría de los impuestos, de tener que razonar sus disposiciones y normas.

Estoy seguro de que a ustedes, y debo confesarles que incluso a mí, les parecerá lógico que si Resurrección Galera (y es que el nombre ya provoca) es condenada por la jerarquía eclesiástica por casarse con un divorciado, lo deban ser todas las personas que cometieran el mismo pecado. Pero no, mira tú por donde, siguiendo con el ejemplo, el príncipe Felipe no sólo se pudo casar con una divorciada sin cometer pecado, sino que además fue Monseñor Antonio María Rouco Varela quien ofició la ceremonia, previa a la bendición singular de la mano derecha (siempre la derecha) de Dios, el mismísimo Papa de Roma.

¿A qué ustedes no lo entienden? Bueno, pues la Iglesia, que es quien sabe de estas cosas sí. Siguiendo con los ejemplos de aparentes contradicciones, también es noticia de esta semana que el obispado de Orense quiere poner de patitas en la calle a un grupo de enfermos de sida que viven en un piso de acogida que la Iglesia les cedió en 1999. Los acusan de impago de un alquiler que hasta ahora no existía. Seguro que muchos encontraran entre esta acción y la doctrina de Jesucristo una aparente contradicción, pero en lenguaje divino no lo hay.

Se estarán preguntado a estas alturas de la columna qué relación tienen estos dos casos, más allá de que ninguno de ellos es para ustedes inteligible desde su raciocinio humano. En vez de escribirles la solución, esta vez les dejo un ejercicio para que reflexionen. Encuentren ustedes la semejanza entre el caso del no pecado de los príncipes Felipe y Letizia y el desalojo de una casa de acogida de personas enfermas. Hay un interés común en ambos. Les dejo como pista un famoso poema del Arcipreste de Hita del que, para no ponerles tan fácil la solución, he omitido la palabra secreta. Que ustedes lo disfruten:

“Y si tienes XXXX tendrás consolación,
placeres y alegrías y del Papa ración,
comprarás Paraíso, ganarás la salvación:
donde hay mucho XXXX hay mucha bendición.”

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