18 de agosto de 2009
«La capital de España no sólo está emplazada en un páramo de la naturaleza, sino también en el del analfabetismo. A la hora que escribo este ensayo se dice que hay en Madrid cuarenta y cinco mil niños sin escuela». Enrique Diego Madrazo refiere claras sus inquietudes en las líneas recogidas en la publicación 'Pedagogía y Eugenesia, cultivo de la especie humana', de 1932.
Presiden la entrada de la exposición que en torno a su figura se ha instalado en la feria. «Siempre me llamó la atención un dato», confiesa Carmichael, «Madrazo era uno de los prohombres de finales del siglo XIX y principios del XX. De su impresionante obra tan sólo quedan las ruinas de las escuelas que construyó en la Vega de Pas». Y es importante el contraste con su contemporáneo, Menéndez Pelayo. «Tiene su biblioteca, sus calles, y a nivel de testimonio, no es muy superior a lo realizado por Madrazo».
Javier Gómez, fiel a la figura del médico, ha prestado parte de los objetos personales, correspondencia, grabados y fotografías que conforman la muestra. «Su conocimiento abarcaba todos los campos, no sólo en medicina, sino en teatro, educación, etc», explica. Fundó las escuelas laicas en 1910, y pagó el profesorado de su bolsillo.
Estaban equipadas con gimnasios, sala de música y 24 microscopios que eran prestados a las universidades de Valladolid, Barcelona y Madrid. «Este hombre es el responsable de las primeras teorías microbianas y el que introdujo las técnicas asépticas. La falta de su recuerdo es culpa de una sociedad con criterios extraños, en los que figuras que no lo merecen son condenadas al olvido».