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Divino cinismo

En un artículo, publicado en este diario el pasado día 31, Rafael Fernando Navarro hablaba metafóricamente de “las palabras maltratadas”, de las palabras deformadas por aquellos que “las prostituyen por las esquinas, convirtiéndolas en mercancía”; palabras que, utilizadas como vulgares transmisores de mentiras de saldo que se compran por nada, se venden muy caras al más ignorante postor. Hablaba el autor de la manipulación del lenguaje y, por tanto, de la realidad, con la que algunos sectores hacen que las palabras, por no ser referente de la verdad, pierden todo su valor y contenido.

La semana pasada el arzobispo de Almería hacía unas declaraciones en una pastoral que se podrían equiparar a esas “palabras maltratadas y prostituidas” a las que aludía Fernando Navarro; palabras que desvirtúan la realidad y la verdad histórica de una institución, la católica, que parece experta en denigrar los argumentarios contrarios a sus intereses, atribuyéndoles las miserias propias.

En ese texto, monseñor González, aludiendo a la Ley de la muerte digna, aprobaba recientemente por el Parlamento andaluz, y a la Ley de reforma del aborto, se atrevió a comparar ambas leyes, cuya finalidad última es la mejora de la vida de los ciudadanos, con “la tortura, el acoso criminal de los regímenes totalitarios, la pena de muerte, los enfrentamientos raciales, los genocidios y las persecuciones de cristianos”.

Ciñéndonos a la historia objetiva, los cristianos pasaron de ser perseguidos por el Imperio Romano (por conspirar contra su dominio) a convertirse en perseguidores, quizás los mayores perseguidores de la Historia. Ejemplos habría cientos; baste mencionar la persecución de que fuimos objeto en Europa y América durante muchos siglos por parte de la Inquisición, o la persecución que sufrieron los pueblos precolombinos, considerada el mayor genocidio de la historia; o la persecución continua de científicos y hombres de la cultura; o la persecución de las mujeres en la llamada “caza de brujas”; o la persecución secular de los homosexuales; o la persecución de judíos y musulmanes en la España del XV y XVI (enfrentamientos raciales, a todas luces),….etc. etc.

En cuanto a la tortura, sería bueno recordar quiénes la han empleado con saña a lo largo de muchos siglos, recordar los monstruosos artilugios que la Santa Inquisición (institución de la Iglesia) ideó para torturar y exterminar a los “herejes” o “infieles”, así denominados aquellos que eran simplemente personas que no se adherían a sus ideas o que simplemente no habían cumplido alguno de sus preceptos, o que poseían muchos bienes, porque tras los juicios, los incautaban.

Si nos detenemos en la pena de muerte, no hay más que recordar que el Vaticano la mantuvo vigente hasta 1969, cuando ya no existía en ningún Estado europeo democrático; y no hay más que recordar que los obispos no alzaron su voz contra la pena de muerte vigente los cuarenta años del franquismo, o la reciente oposición de la Iglesia a firmar una propuesta de la ONU de despenalización de la homosexualidad en los países donde aún sigue vigente.

Respecto a “los acosos criminales de los regímenes totalitarios”, para muestra, un botón; el “botón” de la propia dictadura franquista, cuya alianza con la Iglesia católica está más que demostrada y documentada, como lo está la chilena, la argentina, la portuguesa, la alemana, la italiana, etc… Al lector que no haya profundizado en estos temas, le animo a hacerlo porque información y documentación hay mucha.

Se trata, en definitiva, de un ejemplo muy claro de cómo las palabras pueden llegar a ser maltratadas o “prostituidas”; o, como diría el inglés Pat Condell, de cómo las religiones se permiten atacar a otros con inquina, pero no toleran ninguna crítica, cual asaltante callejero que llama a la policía cuando sus víctimas se defienden; o cual hipócrita sin escrúpulos que pretende avergonzar al oponente achacándole las vergüenzas propias. Cinismo llevado a límites sorprendentes.

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

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