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Dios ya tiene pupitre

Estaba preocupado por Dios, su educación, su carrera sin terminar, sin un puesto de trabajo a la vista porque los que no han culminado la universidad no tienen futuro y los que han sido alumnos brillantes se van a Alemania a limpiar retretes y servir cerveza.

Dios había desempañado papeles muy importantes durante el franquismo. El dictador, que fue generalísimo por la gracia de Dios, no olvidó nunca ese favor y se lo pagó con creces. Le había ayudado a vencer al comunismo que pretendía destruir la patria, le había regalado un palio para andar por la calle y que los feligreses confundieran el uniforme militar con la túnica del sagrado corazón de Jesús en vos confío. Y Franco supo abrirse camino eliminando a todo aquel que se oponía al reinado de Dios. “Yo reino en esta casa”  se leía en las puertas. El caudillo no fue antimonárquico. Simplemente cambió la titularidad borbónica para poner al dios libertador en su lugar.

Cuando Arias Navarro, aquella plañidera en blanco y negro, nos leyó el testamento del general. Este nos hacía saber que moría en el seno de la iglesia católica, porque también la iglesia era propiedad suya y él moría donde quería que para eso había ganado la guerra y tenía a su lado a dios que era muy de derechas.

Llegó la Constitución un tanto cobarde en cuanto a dios se refiere. Un país aconfesional, dijo. Y ahí cabían multitud de interpretaciones. Aconfesional, pero con un Concordato que tenía la última palabra por encima de esa Constitución. Y ninguno de los presidentes democráticos se atrevió a denunciar ese Concordato que permitía darle a dios lo que nunca debió ser de dios a costa de no dar al hombre lo que le pertenecía en democracia: su libertad ante muchas disyuntivas que debía solucionar en la soledad creativa de su propia conciencia. La jerarquía católica seguía adueñándose de las decisiones más íntimas de los españoles. La investigación médica topaba con la cerrazón eclesiástica. El aborto debía responder a una legislación iluminada (o ensombrecida) por la visión católica (no confundir con cristiana) y la madurez de la chavalería debía envolverse en el bendita sea tu pureza… relegando el sexo a un matrimonio donde unos centímetro de piel femenina daban el visto bueno a una relaciones con miras exclusivas a la procreación, pero condenadas al fuego eterno si imperaba el ansia de placer o la demostración amorosa de dos seres.

La llegada del partido socialista al poder hizo que la jerarquía se viera obligada a destapar la maldad que se encerraban dentro esas siglas. Era un partido radicalmente instalado muy cerca de aquel comunismo que derrotó Franco, anticristo, blasfemo, hereje, capaz de perseguir al cristianismo como en la misma Roma cuando los leones se alimentaban de filetes crucificados. Y llegaron las manifestaciones, las misas en desagravio por las ofensas recibidas, y poco menos que proclamaron que los cristianos regresaban a las catacumbas.

Y durante ocho años de gobierno de Zapatero, con una Bibiana Aido que tenía la osadía de exigir los derechos de la mujer en todos los órdenes y que reclamaba que el cuerpo de la mujer es su propiedad más inalienable, más íntima y que todo usurpador de sus derechos es un violador, la jerarquía sólo debía creer, tener una fe ciega en que llegaría un salvador. Y el salvador se llama Mariano Rajoy y sus hijos amados Wert, Gallardón (que en gloria esté) y otros.

Cuando la proximidad de unas elecciones requería predicar que el aborto es un crimen, el aborto fue un crimen. Cuando la proximidad de unas elecciones requiere que la ley del aborto no condene ese crimen, no se condena ese crimen. Los votos tornasolan la realidad haciéndola irreal.

Y dado que la Constitución no está para ser cumplida, sino sólo para llevarle flores y chocolatinas cada seis de diciembre, se ha fabricado un pupitre para   dios. El Concordato, invocado por todo los políticos democráticos, ha ido preparando un aula para dios. Y Mariano Rajoy, cuyo dedo engendra personajes como Wert, le ha regalado un pupitre y una beca para que sea ejemplo de niños creados a imagen y semejanza de una ley publicada en el B.O.E celestial. Desde ahora los chavales no llevarán las manos en los bolsillos para evitar tactos que convocan malas prácticas masturbatorias. La chicas llevarán faldas por debajo de la rodilla porque las rótulas son la frontera con la piel de muslos pecadores. Se enseñará que Darwin era simplemente un hereje digno de hogueras inquisitoriales y se invocará la luz divina al principio de las clases para que dos y dos sean cuatro y sólo cuatro como corresponde al “derecho natural” y que los pobres deben sentirse felices porque no es la explotación del capital quien los priva de una vida digna, sino un dios que los pondrá a su derecha en el reino del más allá.

Hasta dios ya tiene un pupitre. A nadie se le ocurrirá en el futuro hablar de recortes en educación cuando es palpable que ha habido una ampliación de plazas escolares hasta el punto de que él se haya convertido en colega de clase.

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