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Dios se acuesta en tu cama

A Gallardón le va ser ministro. Si yo fuera presidente…Lo sueña todas las noches. Se lo dice todos los lunes a la hija de Utrera Molina. Y el contestador de su fijo y de su móvil tiene una voz seria que lo repite. “Este es el contestador automático del ministro Gallardón. Ahora mismo no puedo atenderle porque estoy ocupado en la tarea de llegar a presidente. No intente llamar de nuevo. Porque si yo fuera presidente no le iba a hacer ni puñetero caso”.

Jugó un partido bronco con Aguirre, pero el árbitro Rajoy los mandó a la caseta. Ella se dedicó a construir hospitales para que su sucesor González se los regalara a las empresas como un detalle de cumpleaños. El botones Lasquety debía llevar el ramo hasta el felpudo de los aspirantes. Pero Lasquety se ahogó en una marea repentina y todavía los están buscando entre el oleaje. Y visto que no aparece le dan por desaparecido y le han puesto una cruz grande que nadie sabe para qué le va a servir.

Gallardón se dedicó a practicar la caída libre y se estrelló contra el ministerio de justicia. Y por más que Soraya y Mariano acudieron a socorrerlo con uniforme de 112, no lograron salvar al yernísimo de la España una, grande y libre. Otra marea para el ministro. Violeta. Trenes de libertad, de dignidad, de voluntad de resistencia contra quien exige la expropiación de ovarios y vaginas con derechos a ser lo que son, mundo espléndido de derechos, regalo para quien las mujeres quieren como dueñas absolutas de sus cuerpos, de su maternidad, de su sexualidad. Y Gallardón en los semáforos, repartiendo carnets de maternidad, gritando por la ventanilla de los coches que sólo es plenamente mujer la que es madre y la conductora diciéndole que perdone usted por dios, que no llevo suficiente desprecio suelto y que si le da todo el que siente lo va a aplastar, pero que le da pena que en el siglo XXI con Franco enterrado en la sierra madrileña haya ministros pidiendo limosna en los semáforos.

Gallardón no ha llegado a ser presidente. ¿Pero y si consiguiera ser Obispo? ¿De Alcalá de Henares, por ejemplo? ¿Y darse el gusto de quemar homosexuales, lesbianas, mujeres que abortan?  ¿A qué sonará el chisporroteo?  Se indultará del fuego a las planchadoras, las que preparen la comida a sus esposos, las que le cuelguen el traje y la corbata, las que laven las camisas, las que abran sus piernas sin ganas pero con la sumisión debida y suficiente para que su macho relaje recuerdos erectos de secretarias escotadas. De eso sabía mucho Pilar Primo de Rivera y de ella ha aprendido este nuevo obispo de Alcalá.

Bajo su mitra, Gallardón descubrió por sí mismo lo que Rouco le había dicho tantas veces: Dios se acuesta en la cama de los que se acuestan. Y en su desvelo, observa. Con los pulmones henchidos de seres humanos, Dios se coloca cerca de lo que entre hombre y mujer se va aproximando hasta la fusión suprema. Y en ese momento, con la exactitud de un reloj-publicidad-Rafael-Nadal-Julio-Iglesias, Dios sopla fuerte, como en una suprema espirometría y florece el alma entre esperma y óvulo. He ahí al hombre. Un hombre pleno se marcha del calor gozoso de su vientre y otro real, completo y absoluto comienza el camino que desembocará un día en el parto glorioso de la luz.

Gallardón ha sorprendido a Dios vigilante, donante, plantado entre los amantes para regalarles un ser plenamente humano, un persona como tú, como yo y él, que todavía no ha llegado a presidente, se ha convertido en guardián de ese mal llamado feto porque tiene un nombre y unos apellidos. Se llama Teresa, Pilar, Antonio o José. Y él, nombrado vigilante jurado por Fernández-opus-ministro-del-interior permanecerá en el puesto que tiene allí.

Dios tiene que marcharse a otra cama. Los amantes proliferan. Algunos son pecadores irredentos que sólo buscan placer y que arderán para siempre en el fuego eterno porque el placer es una perversión de satanás, de ese ángel que experimentó la caída libre y en lugar de llegar a ministro se quedó en demonio para siempre. Pero si algún esperma y óvulo se besan, debe estar atento para insuflarle inmediatamente el alma. Y eso, parece que no, pero da mucho trabajo.

Gallardón, mientras llega a presidente, sigue en los semáforos repartiendo octavillas por si alguien quiere que Dios duerma en su cama.

Rafael Fernando Navarro es filósofo

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