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Dios, Patria y Bolsonaro

“Soy la solución del momento”. Así se ve Jair Mesías Bolsonaro, de 63 años, el militar retirado y veterano diputado ultranacionalista favorito para ser el presidente de Brasil a partir de enero de 2019. Así lo creen también al menos 49 millones de brasileños, el 46%, que le votaron en la primera vuelta electoral el 7 de octubre.  Hoy domingo los brasileños eligen entre Bolsonaro y Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (PT). Hasta ahora nunca se ha dado un vuelco en la ronda definitiva.

Haddad, de 55 años, ex alcalde de Sao Paulo y ex ministro de Educación, recibió la encomienda de relevar al ex presidente Lula da Silva, cuando ya fue definitivo que el líder del Partido de los Trabajadores no podía competir por estar en la cárcel condenado por corrupción. En la primera vuelta Haddad consiguió 31 millones de votos, un 26%. El voto en Brasil es obligatorio y muchos expresan su protesta con la abstención o el voto nulo o en blanco.

Menos carismático que Lula, quien era favorito en las encuestas hasta su encarcelamiento, Haddad compite con el fatídico número 13. En el último sondeo de Datafolha está a 12 puntos de distancia de Bolsonaro (56%/44%). Con la calculadora en la mano, solo una sorpresa de octubre o el milagro de que los indecisos (6%) y los votos nulos (8%) se inclinen por Haddad podría frenar el fulgurante ascenso del veterano diputado ultranacionalista, homófobo y misógino. Hace ocho años le votaban 120.000 personas como diputado federal. Nadie entonces le habría imaginado en Planalto.

“Es un fascista, tratamos con un bárbaro, desde el punto de visto democrático, que va a poner en riesgo lo conseguido en 30 años de democracia”, declaraba Haddad a los periodistas en Río. Bolsonaro en el fragor de la recta final amenazaba con perseguir “a los rojos  proscritos” que “irán a la cárcel o al exilio”. Asegura que con el PT en el poder Brasil se convertirá en otra Venezuela. El diputado ultraderechista, que defiende la dictadura que rigió Brasil entre 1964 y 1985, asegura que debería haber matado a más gente en lugar de torturarlos.

Más que hartos de lo conocido

¿Son esos 49 millones de brasileños, y los que se sumen este domingo, unos fascistas? Pocos se describirán así y solo una minoría apoyaría una dictadura. Sin embargo, están “hartos” con mayúsculas. Hartos de las 65.000 muertes violentas al año, de las 60.000 violaciones. Hartos de políticos corruptos de todo signo político. Hartos de gestores incompetentes. Hartos de que la economía no despegue y del desempleo y del subempleo. En Brasil, el país más grande del hemisferio sur, hay 13 millones de parados y 32 millones que sobreviven en la economía sumergida.

Brasil, con una grandeza bendecida por Dios como clama su himno, busca salir de ese círculo vicioso. Después de 13 años de gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), hay una creciente mayoría que quiere probar algo nuevo, que piensa que cualquier cosa es mejor que lo ya conocido.

“El mensaje positivo que lanza es la exaltación del nacionalismo brasileño. Es lo que más ha explotado. Es un elemento irracional. Junto a los valores conservadores. Es un nacionalista a ultranza con las características del nacionalismo brasileño; la patria, Dios, la grandeza de Brasil. Es un conservador religioso con la fe del converso, bautizado en el Jordán. Ha logrado el apoyo de los evangélicos”, señala Bruno Ayllón, politólogo e investigador en la Universidad Autónoma de Madrid.

“Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos” es el lema de Bolsonaro, a quien sus partidarios llaman mito o Bolsomito (leyenda) como si fuera una divinidad.

La iglesia evangélica ha crecido en Brasil a un ritmo vertiginoso, entre un 30% y un 40%. Su influencia en política es crucial hasta convertirse en un grupo de presión relevante: un 66% de los evangélicos apoya a Bolsonaro, defensor de la familia tradicional, antiabortista y homófobo. Dijo que preferiría que un hijo suyo tuviera un accidente antes que ser gay. También presume de que sus hijos no se casarían con mujeres de raza negra “porque están muy bien educados”.

El 30% de los encuestados dicen que apoyan a Bolsonaro porque significa cambio, y el 25% porque no es el PT. A Haddad un 20% le apoya contra Bolsonaro. Los niveles de rechazo de los dos candidatos son altísimos: 42% nunca votaría al militar retirado y  un 51% nunca respaldaría a Haddad.

El último vídeo de campaña de Bolsonaro, que ha hecho una campaña insólita basada en las redes sociales, ilustra bien su mensaje a los electores: Votar a Haddad es votar por la impunidad de los corruptos, por quienes no defienden los valores cristianos y hablan de sexo a los niños, y por quienes no aseguran la paz en las calles. En otro vídeo arranca con las cifras sobre violencia; más de 60.000 muertos anuales, 175 al día, “un Maracaná lotado(lleno de gente)”.

“Brasil es una sociedad traumatizada por la inseguridad. Presentar soluciones fáciles a problemas complejos a veces cuaja en ciertos sectores de la sociedad. Los diputados más votados son capitanes, coroneles, mayores, brigadiers, sargentos”, explica el profesor Ayllón.  Bolsonaro defiende el derecho a portar armas, al estilo de la segunda enmienda de EEUU.

“Ven a todos los demás candidatos iguales. Apuestan por el menos político. Le ven como una figura de ley y orden que defiende la patria y la familia. No todos sus votantes son blancos de clase alta. No hay tantos”, afirma Anna Ayuso, investigadora senior en el CIDOB. En parte sus seguidores provienen de esa clase media que se creó con el PT y ahora ve frustradas sus aspiraciones.

Bolsonaro ha sabido presentarse como una fórmula nueva a pesar de llevar casi tres décadas como diputado. Ha recalado en una decena de partidosy ahora lidera el Partido Social Liberal (PSL), que ha pasado de un diputado a 52 diputados, la segunda fuerza en un Congreso fragmentado en 32 partidos. El PT es el primer partido con 56 escaños, aunque apenas cuenta con el 10% del total.

Ha protagonizado una campaña digna de estudio. Con apenas ocho segundos de televisión, se ha lanzado a las redes sociales, donde es el rey absoluto. Cuenta con ocho millones de seguidores en Facebook. El favorito para la Presidencia se ha negado a acudir a los debates con sus rivales y solo ha concedido entrevistas a medios afines.

Las últimas revelaciones de Folha sobre cómo empresarios favorables a Bolsonaro habrían financiado una campaña masiva de whapp en su favor le ha crispado. en los whapp se propagan bulos sobre el PT y Haddad, desde que defiende las relaciones sexuales entre padres e hijos hasta que liberará a todos los corruptos. Argumenta, como uno de sus admirados líderes, Donald Trump, que todo son fake news y arremete contra los medios de comunicación tradicionales.

A nadie ha sorprendido que el ex asesor de Trump Steve Bannon acaba de mostrar su admiración por Bolsonaro, aunque ha negado que haya financiado su campaña “El capitán Bolsonaro es un patriota brasileño y creo que un gran líder para su país en este momento histórico”, dijo Bannon en un texto enviado a Reuters.

El empresariado está con Bolsonaro, a quien ve como una vía para impulsar reformas liberales. Les genera confianza que sea Paolo Guedes, formado en la Universidad de Chicago, quien se vaya a hacer cargo de la economía en un superministerio. Guedes asegura que Bolsonaro represente a la clase media, abandonada por la izquierda.

Está por ver que pueda privatizar todo lo que pretende, porque el capitán retirado ya ha anticipado que los sectores estratégicos seguirán estando bajo la tutela del Estado. Los militares, otro de sus grandes apoyos, así lo defienden. Es previsible que haya militares en el gobierno. Otras reformas como las pensiones o la seguridad social son imprescindibles pero impopulares. Y habrá de buscar consensos en las Cámaras.

El atentado, punto de inflexión

El atentado que sufrió el 6 de septiembre a manos de un desequilibrado fue un punto de inflexión. Es la primera vez desde 1984 que en Brasil sucedía un atentado político tan grave. Fue intervenido y aún padece secuelas.

Según Ayllón, “generó simpatía entre los proclives a votar a Bolsonaro y su comité de campaña lo capitalizó  muy bien. Ya no tuvo que ir a debates públicos y redujo su actividad a líderes religiosos y sociales afines”.

Su primogénito, Flavio Bolsonaro, recién elegido senador con 4,3 millones de votos, sentenció: “Brasil acaba de elegir a su presidente”. Los hijos de Bolsonaro, tan ultranacionalistas y conservadores como él, también cometen excesos verbales alarmantes con frecuencia.

El segundo de sus vástagos, Eduardo Bolsonaro, el diputado más votado de la Historia de Brasil, dijo que si los tribunales no permitieran que su padre accediera a la Presidencia “para cerrar el Supremo bastarían con un soldado y un cabo”. Su padre le desautorizó.

El fracaso del PT

Haddad trata de trasladar a la población brasileña que está en juego la democracia y que Bolsonaro es un fascista que encarna la vieja política. Organizaciones de derechos humanos y ecologistas están  muy preocupadas con la deriva que puede suponer su presidencia. La Amazonia está en grave riesgo si se pone al servicio de los sectores ruralistas que apoyan la explotación sin límite y se desentienden de los postulados ambientalistas.

Sin embargo, Haddad no ha sabido crear un frente anti Bolsonaro. En realidad, ha sido el PT el que optó por dejar de lado una coalición con el PDT de Ciro Gomes, de centro izquierda, más popular que Haddad, para frenar al líder ultraderechista. Ha podido más el hegemonismo del Partido de los Trabajadores, que ahora tiene una revisión a fondo pendiente. Hasta última hora ha intentado trasladar que la victoria era posible.

“El PT ha hecho una estrategia más de partido que de país. Ha utilizado el reclamo de Lula para redimirse de su fracaso. También utilizaron el impeachment de Dilma Rousseff para poner en duda las instituciones. Se presentaron como los únicos demócratas y así han desacreditado aún más a las instituciones”, señala Anna Ayuso. Rosseff, que aspiraba a un puesto en el Senado en estas elecciones, se quedó fuera en la primera ronda.

Ayuso apunta que habría sido mejor que Dilma Rousseff hubiera perdido en las últimas elecciones en 2014, en lugar de vencer de forma ajustada. “Y lo peor que ahora podría pasar sería un resultado al límite de Haddad”, remarca Ayllón, quien también cree que el PT tiene mucho que ver con la aparición de una figura como Bolsonaro.

“El PT es responsable de haber creado a Bolsonaro. No hizo una apuesta por una transformación estructural de la sociedad, tan solo una transformación por el consumo. Pactó con las élites del capitalismo a la brasileña y lo han terminado devorando. El PT dejó de ser lo que parecía que iba a ser”, afirma el politólogo.

¿Está en riesgo la democracia?

Desde fuera de Brasil se ve la situación más alarmante que desde dentro, donde confían en la solidez de las instituciones.  Francis Fukuyama considera que Bolsonaro es “una amenaza para la democracia”, visión con la que coinciden The Economist y The New York Times, que titulaba un editorial reciente La elección más triste de Brasil.

En Brasil muchos periodistas y politólogos defienden que son una democracia sólida, donde el presidente no tiene tanto poder, ha de conseguir apoyos en el Congreso y el Senado, muy fragmentados. A su vez el poder judicial es fuerte, como se ha visto en el caso Lava Jato, y los medios de comunicación están muy consolidados.

A juicio de Anna Ayuso, “los riesgos dependen de las Fuerzas Armadas, muy valoradas por los brasileños, pero no veo al ejército saliendo a dar un golpe de estado. Haría mucho daño al país y la clase industrial sabe que no sería bueno para el país. Sin embargo, puede haber revueltas y mucha represión”. La policía depende de los Estados y ya había datos que apuntan su brutalidad: de los más de 60.000 crímenes violentos, 5.000 son perpetrados por la policía y la mayoría de las víctimas son de raza negra.

La incógnita es si Bolsonaro, en caso de ganar este domingo como se prevé, adoptará un cariz presidencial o seguirá actuando como un capitán del ejército sin experiencia de gestión. Según Ayllón, “la realidad de gobernar será diferente. En las dos últimas semanas hay una estrategia de moderación. pero la personalidad de Bolsonaro es un factor importante: estilo autoritario, sin preparación intelectual, sin experiencia internacional. Habrá un estilo presidencial alejado de las formas democráticas”.

Quienes fueron torturados en la dictadura militar en Brasil tienen miedo de una vuelta atrás. Quienes saben que la Amazonia es el pulmón del planeta tienen miedo de quedarse sin aire. Quienes defienden la igualdad y la libertad tienen miedo de ser perseguidos.

No parece que vayan a ser suficientes para frenar a Bolsonaro, que clama: “Somos la mayoría, somos el nuevo Brasil. Juntos haremos una nueva nación”.  Quien ya se ve presidente in pectore insiste: “No soy una amenaza a la democracia, lo contrario, soy una amenaza a los corruptos”. Esperemos que la solución del momento no se transforme en el problema del día de mañana.

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