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Diálogo con el Islam

PUEDE un Papa alemán, en la universidad alemana en la que fue profesor de teología, en una conferencia solemne a los filósofos y científicos, hablar de las cuestiones religiosas en las que no está de acuerdo con la religión islámica sin que ello se entienda como una falta de respeto? A esta pregunta debería responderse afirmativamente o el derecho a la libertad de expresión estaría puesto en crisis por el miedo de nuestra cultura al integrismo islamista.

Dos afirmaciones realiza Benedicto XVI en las que manifiesta su disconformidad con algunos aspectos del islamismo: la fe no puede imponerse por la fuerza de la violencia, y la religión verdadera no puede ir contra la razón. Dos afirmaciones ante las que las confesiones islámicas tendrían que manifestar su opinión para que la sociedad occidental sepa las consecuencias socio-políticas de la implantación de comunidades islámicas en los países europeos.

El problema de la violencia es de radical importancia. Se abren mezquitas por toda la geografía europea, su actitud ante los no musulmanes es de respeto, al margen de algún atentado terrorista a quienes han criticado abierta e irrespetuosamente al Islam (sin que una falta de respeto justifique asesinato alguno). Pero este respeto puede ser fruto de la impotencia socio-política, como proponen los historiadores sobre la temprana sura 2,256 del Corán en la que dice: "No hay imposición en cuestión de fe". La práctica de los estados islámicos actuales no respeta esta máxima, muy al contrario se reprime violentamente a quien manifieste públicamente una fe diversa al Islam. Los islámicos que viven en países europeos han de tomar postura ante esta situación: ¿qué opinión tienen sobre el hecho de que en países islámicos no haya libertad religiosa?, ¿comprenden y aceptan esa limitación de la libertad, esa intromisión del Estado en la conciencia de los individuos o es su fe una fe de tolerancia y respeto, haciendo una interpretación diversa de su fe de la que hacen las autoridades de esos países?

La cuestión que ha abierto el Papa consciente y directamente es de importancia capital para la armonía social y la paz civil. En absoluto es falta de respeto; los imanes de las mezquitas tienen que responder a esta cuestión y no distraer la atención con supuestos insultos. La tesitura es clara: acepta o no acepta su interpretación del Islam la libertad religiosa, que no es más que una dimensión de la libertad de expresión y de la libertad de conciencia, base inviolable de la civilización europea en la que ellos viven.

Quien acepta la libertad religiosa ha de aceptar que los que no son de su propia confesión opinen y actúen con entera libertad. Un islámico europeo ha de aceptar sin odio y sin alimentar animadversión que un vecino suyo piense que Mahoma no ha aportado ninguna novedad a la historia de las religiones, que parece que es la frase del Papa que más ha molestado a diversas autoridades islámicas. Si no se acepta el derecho a decir esto, ¿me quieren decir ustedes en qué queda el derecho a la libre expresión?

Mucho tiempo estuvo la Iglesia católica apoyándose en la violencia estatal para propagar y defender la fe cristiana: una aberración evangélica injustificable de la que se beneficiaba el poder eclesiástico y el poder político. Pero a la altura del tiempo en el que estamos no se puede dudar de la tolerancia cristiana hasta con las expresiones más irrespetuosas y lacerantes contra los símbolos y las verdades de su credo, contra expresiones que hieren la sensibilidad íntima de una parte importante de la sociedad, con el fin de conseguir rendimiento económico. Ciertamente esta tolerancia de la Iglesia ha sido asumida muchas veces contra su voluntad, forzada por las fuerzas históricas y culturales que ella misma dio a luz. Pero eso no obsta para que a esta altura del tiempo las confesiones islámicas tengan que profundizar en su propia verdad religiosa para actualizar el verdadero rostro magnánimo y misericordioso del Dios que une a cristianos y musulmanes y aclaren si la fe su puede imponer por el miedo o la autoridad.

El segundo interrogante del Papa es también crucial: ¿está la trascendencia divina, según la tradición musulmana, absolutamente por encima de la razón y la verdad humanas? Puede que un islámico acepte esta manera de entender la trascendencia de Dios, pero esto conlleva que las prescripciones religiosas no admiten crítica racional alguna. Y esto lleva muy cerca del integrismo, y es cauce abierto del fanatismo religioso. Es una puerta abierta para que cualquiera, tomando pie en algún texto a interpretar de su confesión religiosa, no tenga ningún reparos en traspasar ciegamente las normas de la ética, de la legalidad social, del propio sentido común. ¿Una fe irracional puede ser una fe humanizadora personal y socialmente? ¿

Pero el Papa se dirige también a quienes siguen buscando el rostro de Dios en el fondo de su vida. ¿Creéis que renunciar a la razón para vivir la vida desde Dios? La oferta cristiana es distinta; en el cristianismo la trascendencia de Dios no se vive como separación, sino como profundidad; por eso la razón humana en su profundización más auténtica siempre estará abierta a la Palabra.

El diálogo está abierto; y es un diálogo necesario y urgente. Pero no hay diálogo posible si una parte se siente agredida y ataca violentamente a la otra ante la mera exposición de puntos de vista contrarios; no hay diálogo posible si no se acepta que la razón sirve y ayuda a la fe a evitar fundamentalismos fanáticos.

José Joaquín Castellón profesor del Centro de Estudios Teológicos de Sevilla

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