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Día de Extremadura el 8 de septiembre: la aparición mariana de Ibarra

Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de la Junta de Extremadura, durante una conferencia en el MADOC

La celebración del Día de Extremadura ha estado marcada desde su fijación en el 8 de septiembre por una profunda controversia, que ha sido reabierta en los últimos años por la propuesta alternativa de la Asociación 25 de Marzo.

La Epifanía tuvo lugar el 1 de abril de 1985.

De haber vivido Fray Diego de Écija, el hecho bien hubiera merecido un capítulo completo en su “Libro de la invención de esta Sancta Imagen de Guadalupe”. Y aunque en la historia del Monasterio hay episodios muy relevantes (la reina Isabel I fundando allí un tribunal de la Inquisición para extirpar el núcleo de judaizantes, Cristobal Colón subiendo de rodillas las escaleras, el bautizo de los indígenas traídos de América o la concesión de la “Manda Forzosa”, manda que, como su nombre indica sin riesgo de equivocación, forzaba a todos aquellos que tuviesen dineros a dejar alguna donación al Monasterio en su testamento, a mayor gloria de Dios) todos ellos quedan empequeñecidos ante el milagro de la aparición de la Virgen a Juan Carlos Rodríguez Ibarra.

Fue un 1 de abril de 1985 y quien fuera Presidente de la Junta de Extremadura declaró en esa fecha ante los medios de comunicación que el Día de Extremadura debía coincidir con el 8 de septiembre, Día de la Virgen de Guadalupe.

Aquel 1 de abril, el consenso acordado por todos los grupos parlamentarios en la Asamblea de Extremadura saltó por los aires; los trabajos desarrollados durante un año en la Comisión y Ponencia para establecer los símbolos de la Comunidad se saldaron con un fracaso y los diputados del Partido Socialista iniciaron su particular semana de penitencia. “De reflexión” dijeron, pero las palabras, como ciertos principios programáticos, son interpretables.

Esta es la historia de como la Virgen se apareció a Ibarra:

DEL 21 DE MAYO AL 8 DE SEPTIEMBRE

Todos los 8 de septiembre se celebra una misa especial en la iglesia del Monasterio. Es, de hecho, el único acto relevante que tendrá lugar en el Día de Extremadura.

Y sin embargo, el Día de la Comunidad iba a ser el 21 de mayo. Y todos los partidos políticos estaban de acuerdo en esa fecha que conmemoraba la primera sesión de la Asamblea de Extremadura, cuando, también por primera vez, los extremeños y extremeñas se dotaban de un parlamento propio.

Una de las primeras decisiones del nuevo legislativo autonómico fue crear una Comisión y Ponencia al objeto de aprobar una Ley que fijara los símbolos de la nueva región: himno, escudo y Día de Extremadura.

La Iglesia Católica, desde el mismo momento en que se constituyó la Junta de Extremadura, propuso convertir el 8 de septiembre, una celebración estrictamente católica y religiosa, en el Día de la Región. Sus motivos eran evidentes: frente a otras Comunidades que recordaban fechas históricas o eventos civiles, sin significación confesional, las jerarquías católicas querían un día de evidente e inconfundible resonancia religiosa.

Frente al Partido Comunista de Extremadura y el Partido Socialista, que apostaron por una celebración estrictamente laica, Alianza Popular llevó la petición de los obispos a la Comisión, siendo apoyado exclusivamente por la derecha regionalista, la Extremadura Unida de Pedro Cañada. El Grupo Parlamentario del Partido Comunista, por su parte, proponía el 14 de agosto, día de la Matanza de Badajoz, propuesta apoyada por parte de la izquierda y el movimiento popular.

Finalmente, la Comisión que estaba elaborando la Ley de Símbolos de la Comunidad Autónoma acordó como fecha de consenso el 21 de mayo, día de la constitución de la Asamblea. AP y EU se sumaron y la Ley lograba la unanimidad: los 65 diputados votarían a favor de un himno, un escudo y una celebración laica.

Hasta que Ibarra intervino. Y lo hizo el 1 de abril de 1985. Declaró que ignoraba qué estaban haciendo sus compañeros de partido, afirmó que nadie le había consultado y apostó inequívocamente por el 8 de septiembre, por “razones de historia y de cultura” que nunca se concretaron.

El Presidente de Extremadura fue incapaz de distinguir entre el legislativo y el ejecutivo (la Ley estaba siendo elaborada por los diputados de la Asamblea, no por su gobierno) y como en otros episodios de cesarismo posterior, su opinión se impuso frente a su propio partido. El grupo parlamentario socialista anunció “una semana de reflexión”; o de penitencia, como afirmara el diputado comunista Benítez Donoso, tras la cual los diputados socialistas, como Ibarra, vieron la luz: ¡aceptaron el 8 de septiembre!

En la sesión plenaria del 21 de mayo de 1985 en la Asamblea, una sorprendida Alianza Popular recordaba que su grupo ya “propuso para ese Día de Extremadura el 8 de septiembre, festividad de la Virgen de Guadalupe, en aquella primera reunión de la Comisión del Himno, el Escudo y el día de Extremadura, propuesta sólo apoyada en su momento por el Grupo Parlamentario de Extremadura Unida, siendo rechazada por los demás grupos”, al tiempo que se felicitaba porque “por fin se ha aceptado por mayoría, después que el Presidente convenció al Grupo Parlamentario Socialista” (Diario de sesiones número 27 de 21 de mayo de 1985).

Tras el cambio de postura del PSOE, el consenso alcanzado se rompió y la Ley no se aprobaría por unanimidad.

Como rédito para la Iglesia, que cometió el error de encomendarse en primer lugar a Alianza Popular en vez de acudir directamente a Ibarra, error que no volvería a cometer, estableciéndose una sólida alianza entre el Gobierno de la Junta y el Altar, cada 8 de septiembre toda la oligarquía política y financiera de la región acude a una misa al Monasterio de Guadalupe. Pese al favor recibido, el Monasterio y su imagen siguen perteneciendo a la Diócesis de Toledo y la misa la sigue oficiando el Arzobispo de Toledo, quedando claro que su vinculación con Extremadura o su pueblo no es prioridad para las jerarquías católicas.

EL IBARRATO

El 1 de abril también se inauguró el Ibarrato. Durante las siguientes legislaturas, y ya con mayoría absoluta del PSOE, el Parlamento regional se convertirá en un apéndice sin voluntad de la Junta, mientras el Presidente culminará un viraje definitivo hacia las formas cesaristas: cuando la Universidad de Extremadura elija a un rector no apreciado por el Presidente, esta será sometida a un régimen de pan y agua; cuando un colectivo cultural o social se oponga a sus mandatos, se le cerrarán todas las puertas; si un periódico es regido por un director con ínfulas de independiente, todas las suscripciones públicas se anularán y se establecerá un jugoso sistema de beneficios y prebendas para los afectos al poder y de castigos y exclusiones para quienes mantengan una actitud crítica frente al César extremeño.

El 1 de abril de 1985 no solo se apareció la Virgen de Guadalupe a Ibarra, milagro mariano donde los haya, también se encarnó el régimen político del caciquismo y el clientelismo en el cuerpo del Presidente. Junta, Diputaciones y Cajas de Ahorro irán conformando el caciquismo del siglo XX.

FECHAS ALTERNATIVAS

Ante la imposición de la fecha del 8 de septiembre, dicha Ley obtuvo la abstención de los 4 diputados del PCE y los fotos a favor del PSOE, Alianza Popular y Extremadura Unida. El 21 de mayo, la fecha del consenso o el 14 de agosto, propuesta inicial del PCEx, desaparecerán de la escena.

En 2001 Izquierda Unida inició la reivindicación en la Asamblea del 25 de marzo como verdadera fecha del Día de Extremadura.

El Día de la Comunidad para conmemorar y celebrar una de las mayores movilizaciones del pueblo extremeño y su toma de conciencia. Ese 25 de marzo se iniciaron una de las mayores ocupaciones pacíficas de tierras de labor, al amparo del principio de utilidad social de la Ley Agraria de la República.

La ocupación de fincas fue secundada por huelgas en el campo coordinadas con los obreros urbanos. El gobierno aceptó legalizar la situación y desde esa fecha se asentaron en Extremadura 81.197 campesinos y yunteros en 238.797 Has. El 70% del campesinado, que había logrado ocupar el 40% de las tierras. Prácticamente todos los municipios pudieron ver como familias campesinas accedían a la tierra y a un medio para subsistir.

Juan Carlos Rodríguez Ibarra ha querido descalificar el 25 de marzo considerando dichas jornadas un fracaso, porque la Reforma Agraria se revertió y el latifundio fue la tónica dominante desde entonces. Es una burda manipulación de la Historia. El 25 de marzo fue un éxito colectivo y las jornadas de ocupaciones culminaron con éxito.

Pero el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y la caída posterior de la República Española, tras la Guerra Civil, junto a la brutal represión del ejército franquista en Extremadura, anularán esta conquista del pueblo. El régimen de Franco entregará las tierras a las mayores fortunas rentistas ubicadas en Madrid.

A la propuesta de reconocer como Día de Extremadura a la mayor ocupación de tierras pacificas que se conoce se han ido sumando distintos colectivos, con mención especial de la “Asociación 25 de Marzo”; un Día del que todos los extremeños y extremeñas deberían de sentirse orgullosos.

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