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Día 14, Manifestación Internacional en París por el laicismo

Leyendo un libro de cuentos que cayó en mis manos cuando era niña, leí una frase que nunca he olvidado, y que de vez en cuando intento tener en cuenta para ser consciente de que mi mundo no es el mundo, mi visión no es la visión de todos, y mi pequeño espacio no es más que una diminuta parte del espacio de la humanidad.

La frase es la siguiente: "Para el gusano de un rábano, ese rábano es el mundo entero". Pues bien, empiezo este artículo con esta frase naïf, pero muy cierta, porque creo que a veces es bueno dejar de "mirarse el ombligo" para tomar distancia y poder apreciar una perspectiva realista y global sobre lo que acaece en el mundo, porque lo cual acaba influyendo en lo que ocurre en nuestro entorno y, de algún modo, en nuestras vidas.

Y, en cuestiones de democracia, de derechos y libertades, quizás sea Francia el mejor ejemplo a seguir o, al menos, a observar. En el país vecino, ante la visita programada para el presente mes del Papa Benedictus XVI, se están organizando una serie de manifestaciones y movilizaciones contra los fundamentalismos religiosos y a favor del laicismo. La Fédération Nationale de la Libre Pensée (algo así como una federación nacional que tiene el país vecino para defender el librepensamiento y la libertad de conciencia) ha convocado, para el próximo día 14 en París y en cooperación con más de 25 asociaciones laicistas de todo el mundo, una Concentración internacional contra la financiación pública de la visita papal, por la separación de los Estados y las Iglesias, y por el laicismo en Europa.

Desde 1.905 existe en Francia una ley específica que niega toda vinculación del Estado con cualquier culto. Pero Sarkozy , quizás en base a su posicionamiento neocon y ultraconservador, está vulnerando, por primera vez en más de un siglo, las normativas laicistas que son la pieza fuerte de la democracia francesa. Francia es un país laico que no reconoce oficialmente a ninguna confesión religiosa, y que tradicionalmente mantiene fuera del poder político al poder católico. Y los franceses se niegan a aceptar que se vulnere una laicidad que les costó siglos conseguir.

En realidad, es más que evidente que en el mundo existe, en el momento actual, un peligroso auge de los integrismos religiosos; y en Europa, los gobiernos y partidos liderados ideológicamente por la nueva derecha extremista y neoliberal (Bush, Sarkozy, Berlusconi, Aznar…) están creando ámbitos políticos y sociales que son excelentes caldos de cultivo para la ofensiva del fundamentalismo católico y del totalitarismo religioso.

Pero Francia se resiste. El país que, con su Revolución, desencadenó el final de los absolutismos políticos en Europa e inauguró en la historia la era de las democracias, los derechos civiles y las libertades individuales, se niega a aceptar la impronta totalitaria de la que se liberó hace siglos. El ideal de "libertad, igualdad y fraternidad" es importante para los franceses y saben muy bien que un Estado democrático es incompatible con la connivencia de organizaciones teocráticas, absolutistas y sustentadas en la superstición, la represión y la irracionalidad (las religiones). Y el que un líder religioso les visite para hacer proselitismo y, además, con gastos a cargo del dinero público, la mayoría de los franceses lo consideran una clara vulneración de la ley francesa del 9 de diciembre de 1.905 que garantiza la independencia del Estado francés de cualquier credo o culto.

En España, la tradición católica es aplastante. Formamos parte de los pocos países europeos que no se han liberado, en pleno siglo XXI, del poder de lo religioso en el poder político; seguir la actualidad nacional es suficiente para acreditarlo. Nos queda aún mucho camino que recorrer para lograr asumir que lo religioso debe formar parte exclusivamente del ámbito personal de los ciudadanos y que la separación Iglesias-Estado es, probablemente, la pieza más importante que sustenta los valores de un Estado de Derecho. Mirar el ejemplo francés quizás nos pueda ayudar. Y no se trata de faltar el respeto a ninguna confesión, sino, al contrario, de exigir el respeto a todos los seres humanos y a la libertad de pensamiento y de conciencia (Art.18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).

Coral Bravo es doctora en Filología y Miembro de Europa Laica

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