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Despenalizar el aborto

Es importante señalar que ante la problemática de despenalizar el aborto o continuar la penalización o criminalización del mismo, se confrontan dos visiones, concepciones, interpretaciones o posturas, las cuales producen conductas y acciones, según se responda a una u otra opción. Así, observamos actitudes frente a la percepción que se tiene sobre el embrión y sobre la ley que criminaliza o penaliza el aborto. De lo anterior se desprenden dos tipos de argumentaciones, de acuerdo a los posicionamientos éticos y morales. Veamos.

Es indudable que cada visión o interpretación lo hace desde ciertos discursos, los cuales se apoyan en campos de saberes y creencias, también distintos. Existe un discurso que lo hace desde el dogma, el prejuicio, es decir, el sentido de la confesión religiosa, y desde este lugar proporcionan percepciones sobre el embrión o cigoto y la ley. El otro discurso hace su interpretación desde los saberes que se han acumulado en diversas ciencias, naturales, sociales, humanas, y desde este campo, se piensa sobre el embrión y la ley.

Lo interesente es descubrir, en ambas posiciones, los argumentos que cada una sostiene conforme a la razón crítica, más próximos a la verdad y desenmascarar a aquellos que se apoyan en el intento de persuadir, convencer, alejándose del pensar reflexivo, de la verdad, y pretenden mentir y controlar. Los campos de saber que sobresalen en la discusión sobre la ley que penaliza el aborto y la que lo despenaliza, está la ética y la moral (filosofía).

Así, iremos descubriendo desde dónde y con qué conceptos se nombra o se concibe al embrión. Algunos lo hacen nombrando a dicha entidad como una persona, como un ser humano inocente. Con este nombrar se anticipa una postura de carácter moral. Se habla en nombre de algo o de alguien. Sin embargo, otros lo hacen nombrando al embrión como una entidad que aún no tiene propiedades mentales o psicológicas. Como dicen, atinadamente, algunos filósofos, “pensar lo contrario es cometer una falacia naturalista que intenta derivar el valor moral a partir de cualidades naturales”.

En el momento del embrión no es válido afirmar ningún criterio moral, porque todavía no se constituye en una persona con todos los derechos. Además, en ese momento de desarrollo del cigoto, hasta las doce semanas, no existe todavía un referente estructural-biológico y cultural, que permita traducir la capacidad de sentir dolor o placer, frío, calor. Como bien afirman algunos filósofos: “Pensamos que las personas son seres capaces de tener conciencia y autoconciencia, seres que tienen capacidades que implican ciertos grados de racionalidad, que poseen la cualidad de interactuar con otros miembros de la comunidad y llevar a cabo acciones intencionales”.

Por lo tanto, quienes le asignan el concepto de persona al embrión no lo hacen desde fundamentos racionales, desde la claridad y distinción, sino que lo hacen desde el prejuicio, el dogma y del poder de dominación, que se opone a la libertad como fundamento social para que decidamos en lo individual y lo colectivo, la mejor vida y existencia humana. Si la gente desea discutir la problemática del aborto y su ley, tiene que hacerlo desde la secularización del propio pensamiento, desde la laicidad, desde la condición del pensamiento disruptivo y, nunca, porque no se puede desde ahí ser libres y autónomos, desde una institución (Iglesia) que se funda en el dogma y el prejuicio.

En el fondo de todo esto está un querer, desde el poder de dominación, clausurar el crecimiento de los derechos individuales y colectivos y, especialmente, continuar excluyendo a las mujeres del derecho y la garantía constitucional para decidir sobre su propio cuerpo. Este es el talón de Aquiles. Este lugar es golpeado por quienes todavía se instalan en el oscurantismo, para mantener el negocio sobre determinadas creencias de carácter confesional- religioso.

Nombrar como persona, colocar el alma o el soplo divino al embrión es asumirse en un poder de dominación, negador de la verdad, la libertad, la laicidad, la secularización, la igualdad ante la ley y la palabra. No es creíble, y menos conforme a la razón, que el embrión o cigoto a las doce semanas manifieste sensaciones o característica mentales y falso afirmar, que sea una persona. No puede haber un conflicto de derechos donde alguien por capricho, por arbitrariedad y por poder, intenta colocar un concepto o nombre (persona) en el embrión, el cual no resiste el examen de la razón crítica.

En cuanto a las posturas sobre la ley que penaliza el aborto, también existen serias divergencias. Veamos. Toda ley tiene consecuencias. ¿Cuál es el sentido y consecuencias de la ley que penaliza el aborto? Primero, afecta derechos y garantías de la mujer, porque le impide ejercer decisiones libres sobre su propio cuerpo y, segundo, afecta principios básicos constitucionales como la laicidad, que produce la condición necesaria para que la gente decida si practica o no, una confesión religiosa y, tercero, la consecuencia de dicha ley altera el bienestar de la comunidad. Además, algunos consideran que la ley que penaliza el aborto resulta más negativa que positiva. Aunque es bueno recordar que el prianismo en 16 legislaturas estatales ha penalizado el aborto.

Lo anterior no significa que no se continúe practicando abortos. Esta parte negativa de la ley antiaborto lo que provoca es que la mujer lo lleve a cabo en condiciones de peligro, más cerca de la muerte, que de la vida. Esta ley antiaborto no contempla la desigualdad social brutal que produce el sistema de dominación actual, ya que excluye a la mujer más pobre, la cual no tiene acceso, como otras privilegiadas, a las mejores condiciones para abortar. Algunos legisladores michoacanos en lo que piensan es en ganar elecciones, puestos, presupuesto y poder. En la óptica de estos señores diputados, no están los derechos y garantías de las mujeres. Según cifras oficiales, el aborto constituye la quinta causa de muerte materna en el país.

La ley contra el aborto afecta garantías constitucionales, es injusta. Bloquear y reprimir el derecho a la mujer sobre su cuerpo es caminar en sentido contrario a la historia, dado que incrementa la desigualdad social, la discriminación, la sumisión, la esclavitud, la explotación, y ataca directamente la libertad, como expresión necesaria de los valores humanos. La ley antiaborto es inmoral, porque no protege el bienestar de la persona, del individuo, del ciudadano y de su comunidad, lugar éste donde realmente no hacemos sujetos humanos. La ley antiaborto, no reconoce derechos en las mujeres y les anula la capacidad para decidir su proyecto de vida autónomo, individual y colectivo. Una ley que sacrifica la privacidad, la autonomía, la dignidad, la integridad corporal es injusta y discriminatoria. Por último, suscribimos y defendemos el siguiente lema: “Las mujeres deciden, la sociedad respeta, el Estado garantiza y la Iglesia no interviene”. Otro mundo es posible.

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