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Desde Croacia

Escribo estas líneas en Zagreb, donde residen hijos y nietas. La actual capital de Croacia es una ciudad de tipo medio, muy viva, de perfil austro-húngaro y esloveno, pero encantadora (donde muchos turistas pasan de largo y hacen mal). A pesar del idioma, me siento bien, pues hay una cierta empatía con sus gentes. Aprovecho, casi siempre que vengo, para conocer algunos entornos. Eslovenia, las montañas y lagos del norte, Serbia, Bosnia-Herzegovina, la costa croata hasta Dubrovnic. Cada vez que paso unos días por aquí hago pequeñas excursiones que me sirven para conocer este trocito de Europa.

Ha pasado bastante tiempo, pero las cicatrices de la guerra se perciben, aunque más en el sur que en el norte. Aquella guerra fue una mezcla de fanatismos patrioteros, religiosos, de banderas y fronteras. En suma, de poder.

Las tres religiones mayoritarias en lo que era la antigua Yugoeslavia (católica, cristiana ortodoxa e islámica) conviven con recelo. Al norte, se sitúa el poder católico y una minoría de evangélicos; en el centro, los musulmanes, unos pocos católicos y más cristianos ortodoxos; y en el sur, una gran mayoría de serbios cristianos-ortodoxos. Los no creyentes están en todos los lugares y percibo que son mayoría, sobre todo entre los jóvenes.

En Croacia, la inmensa mayoría de la enseñanza es pública, la educación infantil es hasta los 6-7 años en centros específicos. La educación primaria en Croacia comienza a los seis o siete años (lo deciden los padres) y tiene ocho grados de primaria y tres de secundaria. Al acabar la guerra, los politicastros de la época abrieron la escuela a la religión y hoy se ofrece a todos los que lo soliciten. Aunque asisten, más o menos, un 50% del alumnado, restando tiempo muy valioso para áreas comunes.

Cuando se configuraron las nuevas fronteras, en Croacia hubo un gran desembarco de elementos del Vaticano y del Opus Dei, instalándose en Zagreb y en las principales ciudades y con muchos medios para desarrollar un potente proselitismo, apoyados por elementos políticos de la derecha cavernícola croata. Algunos de los cuales venían del antiguo régimen comunista y con el auspicio del poder económico de la iglesia croata, católica y romana.

Ahora con el Gobierno social-demócrata del presidente Josipovic y del primer ministro Zoran Milanovic, la neutralidad de Estado en materia religiosa se percibe en casi todos los ámbitos. El Estado, desde la muy reciente Constitución, se denomina como "laico" y, aunque la mayoría se declaren como creyentes, una inmensa mayoría apenas practican la moral y ritos religiosos.

En la escuela, en las instituciones se percibe una cierta laicidad, aunque la presión de las entidades y personas religiosas católicas se palpa, hasta en el cementerio de Zagreb (por cierto, lugar turístico), donde encima de muchas tumbas laicas y musulmanas, fanáticos católicos las han ensuciado con cruces cristianas sin el menor respeto por las personas fallecidas y sus familias.

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