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Dejad que los niños los alejen de mí?

La Iglesia católica ha acusado a la ONU de ser la gran inquisidora laica; para no desanimarme he cogido un catálogo de los instrumentos de tortura que usaban los inquisidores en nombre de Cristo y no he necesitado de la imaginación para proyectar la dimensión del insulto. El Vaticano peca por ser Estado y tiene difícil absolución, cuándo con su manto sagrado por bandera, envuelve con el silencio el abyecto comportamiento de más que muchos miembros del clero, que han abusado sexualmente de niños y niñas por todo el mundo.

La estimulante metáfora del evangelio de San Marcos: “dejad que los niños se acerquen a mí”, no ha impedido que sus custodios, la conviertan en un lacerante abuso de los derechos humanos, denunciados por los cuatro puntos cardinales, y en su nombre la ONU, y, ahora a la defensiva el portavoz de la Iglesia española trata de envenenar la palabra laicidad con el dardo inquisitorial.

La ciclogénesis explosiva de la crisis nos ha situado en España un gobierno requetécatolicista, de ministros de secta y concertina, catecismo escolar, cilicio, cinturón de castidad y adoración noctámbula.

Ante tanto suplicio la Junta de Andalucía, siempre la más huidiza del temporal que nos asola en la Península, ha decidido reducir al mínimo la Religión en los colegios y armarnos de más ciudadanía, con más ética, antes de perder la moral ante tanta corrupción.

Gallardón vive el voto secreto sin el voto de castidad, ayer nos dejó las arcas del ayuntamiento de Madrid y la Botella vacía, y ahora quiere demostrarle a la izquierda que en la defensa del bien jurídico menos protegido, es mejor cortarle el cuello a la gallina que freír el huevo.

Cortar el hilo sagrado de nuestra existencia es un imposible, mientras en el calendario mande el santoral, pero de eso a intentar hacer otro ERE con la razón, no lo aguanta el más mínimo sentido de nuestra conciencia social.

El franquismo le dio a la Iglesia el mando ideológico, la Moncloa mariana más papista que Benedicto XVI, nos quiere volver al integrismo de la Obra, kikos y don Guido. Pero la realidad es tozuda y el verbo se descarna, y aunque a Mas le gustara firmar un Concordato particular en Monserrat. El pueblo llano globalizado en la ONU, puede que empiece a pensar ante la reacción eclesiástica que los niños se deben de alejar de las sotanas, para evitar males mayores.

Wert no ha conseguido ningún Goya, y Fernández Díaz pide con fervor que los inmigrantes ilegales se queden en su miseria y no se acerquen a nuestras peligrosas fronteras, que ya Dios les proveerá un misionero.

El Vaticano

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