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Debaten razón y fe

¿Puede una universidad laica como Harvard abrazar la religión sin sacrificar su espíritu de centro de estudio basado en el razonamiento?

No es necesario tener un título académico para entender que en el mundo de hoy cualquier persona se beneficiría de saber un poco más acerca de lo que es la religión. ¿Quiere que le dé un Norte? Los conflictos entre israelíes y palestinos; el roce entre cristianos y musulmanes; y el pleito entre conservadores y progresistas sobre el aborto y el matrimonio gay. Todo ello involucra a grupos rivales que tienen sus propias creencias acerca de Dios y de sus libros sagrados, hasta el punto de que están dispuestos a luchar y a morir por sus convicciones.

Por lo tanto, cualquier resolución que se pretenda dar a los conflictos que se generan entre grupos antagónicos, tendrá que venir de personas que sepan dirimir sobre las creencias y prácticas religiosas propias de cada sector cultural de nuestro mundo.

El punto es que en el campus de Harvard —donde se educa la próxima generación de líderes—, la importancia de conocer a fondo la religión ha comenzado a verse como un asunto de primera prioridad.

Sin embargo en la práctica, Harvard no sabe cómo reaccionar ante la religión. De hecho, niguno de sus rectores ha logrado ponerse de acuerdo sobre quién debe enseñarla, cómo debe ser enseñada y cuánto valor debe dársele, comparada con la Economía, la Biología, la Literatura y todas las materias consideradas vitales para la educación de un universitario de primer nivel.

La pregunta sobre cuánta religión enseñar, llevó a un amargo debate cuando Harvard discutió su última reforma curricular, en 2006. En ese entonces, Louis Menand, ganador de un Premio Pulitzer, junto con un grupo de colegas, se dieron a la tarea de revisar la curricula de Harvard, y llegaron a la conclusión de que los estudiantes de esa universidad necesitaban tomar al menos un curso de religión que les permitiera explorar los grandes temas de actualidad, digamos el Diseño Inteligente versus la Creación y los mandatos del Islam versus las enseñanzas del cristianismo.

Pero Steven Pinker, un experto en evolución, introdujo un punto de vista contrario al requerimiento de un curso de religión en Harvard. Pinker argumentó que la meta educativa de esa universidad era buscar la verdad a través de información racional, y la religión no tiene lugar para eso, ya que la verdad religiosa se apoya en la fe, no en el razonamiento.

Esto hizo que Menand y sus colegas del Comité de Reforma Curricular se echaran para atrás, así que la idea de “crear un curso de religión en Harvard”, nunca llegó a ser votada.

Ahora, cuatro años después, algunos creen que echar a un lado la religión se ha convertido en una vergüenza para Harvard, ya que la sociedad necesita líderes bien formados acerca de la fe y de las motivaciones de los que están inmersos en ella.

Por tratarse de un reconocido centro de estudios, Harvard refleja —para bien o para mal— las prioridades del sector intelectual del mundo Occidental.

De manera que, echar a un lado la religión, precisamente cuando hay tantos conflictos apadrinados por la fe, es, en el mejor de los casos, una reacción tímida, y en el peor de los casos, una derrota autoinfligida. El desgano de Harvard de incluir la religión como una de sus materias académicas es particularmente irónico, dado que ese centro de estudios surgió en 1636 como un lugar de entrenamiento para ministros cristianos. De hecho, uno de sus primeros lemas fue Christo et Ecclesiae (“Para Cristo y la Iglesia”).
 
Si bien es verdad que las otras ocho universidades más importantes de Estados Unidos no requieren que los estudiantes lleven clases de religión (con la excepción de Columbia, donde se analiza el Éxodo bíblico; el Libro de Mateo; los escritos de Agustín de Hipona (San Agustín) y el Corán), es justo decir que el estudio de religión en Harvard es singularmente disfuncional.

La religión en Harvard no amerita siquiera suficiente mérito como para tener su propio departamento. De hecho, los catedráticos que imparten nociones de religión generalmente pertenecen a otras áreas —digamos a Antropología o a culturas del Cercano Oriente.

Un Comité sobre el Estudio de la Religión supervisa los cursos, pero no puede contratar ni despedir, y no puede asignar maestros.

Diana Eck, experta en las religiones del mundo, señala: “Hay excelentes maestros de religión en Harvard, pero debido a que son miembros de otros departamentos, sus reputaciones no les permiten ‘rebajarse’ a este tipo de enseñanza”.

Mientras tanto otras universidades, como  Minnessota, Emory, Oberlin y Swarthmore, han tenido un éxito extraordinario con sus nuevos Departamentos de Religión.

  “Simplemente estamos sorprendidos de la enorme  aceptación que hemos tenido con los cursos de religión”, dice Jeanne Kilde, catedrática de Universidad de Minnessota.

Los puntos de vista

¿Por qué hay tanta ansiedad en Harvard, acerca de la religión?

El profesor Steven Pinker dice que su principal objeción a la propuesta de 2006 de incluir la religión en los cursos de Harvard, fue que la razón es el único sendero que lleva a la verdad. “Realmente no quiero pasar a la historia como el profesor que sugirió que en esta universidad debería enseñarse religión. La razón y la fe no son lo mismo. La fe es un sentimiento. La fe es creer en algo sin tener buenas razones para esa creencia. Por lo tanto, la razón, no la fe, es lo que Harvard debe fomentar”.

Pinker es un intelectual, una celebridad en el campus de Harvard; el tipo de maestro capaz de mantener atentos e interesados a 400 estudiantes durante un discurso.

Su especialidad es la evolución, y defiende la noción de que el desarrollo de un mundo científico y racional ha sido el logro más alto de la mente humana.

Sin embargo, su esposa, la reconocida novelista Rebecca Goldstein, se lo dijo un día en su casa de Cape cod, Massachusetts: “Todas las formas de irracionalidad te molestan, pero la religión es la forma de irracionalidad que más te molesta”. En opinión de Pinker, el progreso humano descansa en la evolución, lejos de la superstición, de la hechicería y del culto a un ídolo, es decir, la religión.

“Una educación universitaria es nuestra mejor arma en la batalla contra nuestra estupidez natural”, dijo Pinker en un discurso reciente. “Nosotros no sacrificamos a las vírgenes en un altar, porque estamos conscientes de que eso no aliviará el infortunio en la Tierra”.

Por su parte, Louis Menand —quien presidió el Comité de Reforma Curricular de Harvard en 2006—, no se deja impresionar por las observaciones de Pinker.

Menand no se considera un partidario del estudio de la religión por sí misma, pero quiere que los estudiantes de Harvard aprendan a enfrentar los embrollos y las contradicciones de las ideas opuestas propias de un mundo cada vez más globalizado. Y en ese sentido, él considera que el estudio de la religión es una buena idea.

Lo que explica la fe

“Nadie está sugiriendo que Harvard reconozca las ‘verdades de la religión’ y las eleve por encima del progreso humano logrado a través de la información racional. Pero también hay que reconocer que la ciencia no es la única ni la mejor herramienta para entender la experiencia humana”, explica Louis Menand.

“De hecho, el estudio de la religión no representa una amenaza ni para la ciencia ni para la racionalidad. Más aún, los profesores universitarios enseñamos con frecuencia cosas en las que no creemos todo el tiempo”.

En otras palabras, Menand argumenta que la religión sí importa. “Le importa al mundo y le interesa a nuestros estudiantes”, ha dicho un miembro del Comité de Reformas de Harvard. “En sus vidas adultas, los graduados de Harvard tendrán empleos que los llevarán a lugares lejanos y los enfrentarán a personas que son diferentes a ellos en su cultura y en sus principios.

“Por ejemplo, podrían vivir en una ciudad donde el Consejo de una escuela esté considerando enseñar Creacionismo, o donde la biblioteca esté orientada a prohibir los libros de Harry Potter”, señala Menand.

Y un dato interesante: “Los estudiantes de Harvard van cada vez más a la iglesia, estudian cada vez más la Biblia y son cada vez más creyentes”, dice Jay Harris, decano del programa de Educación General de Harvard.

“Además, en Harvard tenemos una comunidad evangélica muy fuerte. Y muchas de las mujeres que estudian en nuestros recintos usan ‘mascadas’ (hijabs) musulmanas.

“Por lo tanto, el rechazo de Harvard a incluir la religión en su curricula pone a los maestros en riesgo de quedar fuera de lugar con respecto a sus estudiantes”, señala Harris.

“Los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 nos hicieron ver de nuevo hacia la importancia de la cultura religiosa. De hecho, con racionalidad, sería muy difícil entender cómo fue que esos individuos subieron a esos aviones para estrellarlos contra edificios repleto de seres humanos.

“Solamente el estudio de la religión podría arrojar algo de luz sobre ese tipo de comportamiento.

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