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De Weber a Freud, dos metodología para una filosofía de la Historia

Me pregunto, qué ocurriría en la civilización musulmana si un día todas las mujeres decidieran quitarse el símbolo religioso de dominación que las oprime

La civilización en progreso o en decadencia. Fue  uno de los grandes temas que se trataron a lo largo de los siglos XIX y primera mitad del XX. De Hegel a Hitler, pasando por Comte, Darwin, Marx, Bakunin, Gobineau, Chamberlain, Nietzsche, Berdiaeff,  Spengler, Belloc, Mussolini, Rosenberg y tras él, el triunfo del nazismo en una civilización en la que, en expresión del Duce, publicada en su artículo “Forza e consenso”, “…el hombre está cansado de la libertad”. Magnífica síntesis para anticipar la antítesis que nos anunciaba el triunfo de los totalitarismos en el siglo XX. Con estas apocalípticas palabras el fascismo, anticipándose al nazismo, anunciaba el fin de la Historia. Al menos de la libertad. Grandes palabras que lo único que desencadenaron fue el caos.

Pero ¿qué es una civilización? Recurriendo a la dialéctica materialista, sería un conjunto compuesto de infraestructura y superestructura. En la que, si la infraestructura es el soporte real de la superestructura, el desarrollo, estancamiento o subdesarrollo de ésta marca el estado en el que se encuentra toda civilización. Superestructura es lenguaje, pensamiento, literatura, arte, cine, moda, vestido, desnudo, música, derecho, filosofía, teología, ciencia, moral, placer, sufrimiento…y todo un sistema de valores representados por dos ideologías en proceso de negación: la monoteísta o divina y la progresista o humana.

Ocurre, y no es difícil de comprobar, que allí donde ha dominado o sigue dominando la ideología monoteísta la civilización está atrofiada. Es una civilización sin Historia, sin pensamiento, sin filosofía, sin literatura. Estas civilizaciones elaboran sus propios valores no para transformarse así mismas sino para permanecer en un tiempo estático y estéril. La dialéctica está atrapada en un círculo vicioso en el que la dinámica entre la tesis y la antítesis no se resuelve en una síntesis. Una nueva civilización. Porque toda antítesis, toda amenaza por negación de la civilización monoteísta, es destruida antes de que pueda madurar. Sólo los herejes y la formación de los Estados modernos, a partir del Renacimiento, fueron capaces de romper el caparazón prehistórico de la civilización teológica. La Edad Media, dominada por la teología, fue una edad sin Historia y cuando en su seno empezó a crearse la Historia fue como negación. Como destrucción del mundo medieval. El mundo islámico todavía permanece atrapado. De ahí su atrofia.

Si en ausencia de represión, todos buscamos el placer, no será difícil demostrar que la búsqueda de la felicidad es, en el proceso de desarrollo de las civilizaciones, un motor del progreso. Un motor frenado por la represión que ejercen las religiones monoteístas contra el placer. La paradoja es que estas mismas religiones prometen la felicidad sólo que, inalcanzable en la vida, la prometen en la muerte. Hasta el punto de que las religiones se crean para impedir que seamos felices y se justifican causando todo el sufrimiento posible.

“El placer, sin embargo, contiene un elemento de autodeterminación”, en expresión de Marcuse, citando a Freud. Yo aún iría más lejos, porque el placer contiene la necesidad de libertad individual, de autosatisfacción y de realización personal. La libertad individual es indivisible de la libertad sexual. Si un individuo no puede decidir sobre su propia sexualidad es que no es libre, porque la libertad es autonomía y emancipación individual en el ejercicio de los derechos individuales.

El potencial revolucionario fue admitido por el mismo Freud en la elaboración de su relación dialéctica entre el Principio del placer y el Principio de la realidad. Durante la cual ésta se impone a aquélla para no desestabilizar la civilización o el orden social. Curiosamente, la represión sexual tiene la misma función final que toda religión monoteísta: guardar el orden social dominante, que siempre está construido sobre la explotación económica, la dominación política y la represión moral/sexual.

El carácter reaccionario de esta civilización, al imponer la represión sexual, obstruye el progreso como liberación económica, liberación política y liberación moral/sexual. La civilización podrá progresar tecnológicamente e incluso en formas democráticas de gobierno, que en sí mismas y sin la sustancia de los derechos individuales, no amenaza al Poder de dominación, que lo contiene, por lo que deberíamos distinguir entre civilización en desarrollo y civilización progresista.

Esta se construirá con el desarrollo del pensamiento político y de la lucha de clases sobre las revoluciones políticas e industriales, ideológicas y tecnológicas, en sus primeras fases, y en una tercera fase como consecuencia de la libertad moral y sexual. Sin esta tercera, el progreso en la civilización permanecería estancado. Y lo que aún sería peor, sobre ellas, y contra las libertades, se construyeron las formas de totalitarismo, fascismo y nazismo, y hoy se pueden construir nuevas formas de totalitarismo religioso o teocrático. En la lucha del individuo por liberarse de la represión sexual, lucha contra la moral que le reprime y al luchar contra esta moral está luchando contra el orden social dominante.

Me pregunto, qué ocurriría en la civilización musulmana si un día todas las mujeres decidieran quitarse el símbolo religioso de dominación que las oprime, el velo, y qué ocurriría si un día los hombres y mujeres de la civilización occidental decidieran salir desnudos a la calle o simplemente en tanga fueran a trabajar, a pasear y a las reuniones de ministros y de la ONU. Qué significaría, si un día en el Estado vaticano, hombres y mujeres, encabezados por el papa de turno, fueran desnudos o simplemente en tanga.

La civilización en progreso o en decadencia. Fue  uno de los grandes temas que se trataron a lo largo de los siglos XIX y primera mitad del XX. De Hegel a Hitler, pasando por Comte, Darwin, Marx, Bakunin, Gobineau, Chamberlain, Nietzsche, Berdiaeff,  Spengler, Belloc, Mussolini, Rosenberg y tras él, el triunfo del nazismo en una civilización en la que, en expresión del Duce, publicada en su artículo “Forza e consenso”, “…el hombre está cansado de la libertad”. Magnífica síntesis para anticipar la antítesis que nos anunciaba el triunfo de los totalitarismos en el siglo XX. Con estas apocalípticas palabras el fascismo, anticipándose al nazismo, anunciaba el fin de la Historia. Al menos de la libertad. Grandes palabras que lo único que desencadenaron fue el caos.

Pero ¿qué es una civilización? Recurriendo a la dialéctica materialista, sería un conjunto compuesto de infraestructura y superestructura. En la que, si la infraestructura es el soporte real de la superestructura, el desarrollo, estancamiento o subdesarrollo de ésta marca el estado en el que se encuentra toda civilización. Superestructura es lenguaje, pensamiento, literatura, arte, cine, moda, vestido, desnudo, música, derecho, filosofía, teología, ciencia, moral, placer, sufrimiento…y todo un sistema de valores representados por dos ideologías en proceso de negación: la monoteísta o divina y la progresista o humana.

Ocurre, y no es difícil de comprobar, que allí donde ha dominado o sigue dominando la ideología monoteísta la civilización está atrofiada. Es una civilización sin Historia, sin pensamiento, sin filosofía, sin literatura. Estas civilizaciones elaboran sus propios valores no para transformarse así mismas sino para permanecer en un tiempo estático y estéril. La dialéctica está atrapada en un círculo vicioso en el que la dinámica entre la tesis y la antítesis no se resuelve en una síntesis. Una nueva civilización. Porque toda antítesis, toda amenaza por negación de la civilización monoteísta, es destruida antes de que pueda madurar. Sólo los herejes y la formación de los Estados modernos, a partir del Renacimiento, fueron capaces de romper el caparazón prehistórico de la civilización teológica. La Edad Media, dominada por la teología, fue una edad sin Historia y cuando en su seno empezó a crearse la Historia fue como negación. Como destrucción del mundo medieval. El mundo islámico todavía permanece atrapado. De ahí su atrofia.

Si en ausencia de represión, todos buscamos el placer, no será difícil demostrar que la búsqueda de la felicidad es, en el proceso de desarrollo de las civilizaciones, un motor del progreso. Un motor frenado por la represión que ejercen las religiones monoteístas contra el placer. La paradoja es que estas mismas religiones prometen la felicidad sólo que, inalcanzable en la vida, la prometen en la muerte. Hasta el punto de que las religiones se crean para impedir que seamos felices y se justifican causando todo el sufrimiento posible.

“El placer, sin embargo, contiene un elemento de autodeterminación”, en expresión de Marcuse, citando a Freud. Yo aún iría más lejos, porque el placer contiene la necesidad de libertad individual, de autosatisfacción y de realización personal. La libertad individual es indivisible de la libertad sexual. Si un individuo no puede decidir sobre su propia sexualidad es que no es libre, porque la libertad es autonomía y emancipación individual en el ejercicio de los derechos individuales.

El potencial revolucionario fue admitido por el mismo Freud en la elaboración de su relación dialéctica entre el Principio del placer y el Principio de la realidad. Durante la cual ésta se impone a aquélla para no desestabilizar la civilización o el orden social. Curiosamente, la represión sexual tiene la misma función final que toda religión monoteísta: guardar el orden social dominante, que siempre está construido sobre la explotación económica, la dominación política y la represión moral/sexual.

El carácter reaccionario de esta civilización, al imponer la represión sexual, obstruye el progreso como liberación económica, liberación política y liberación moral/sexual. La civilización podrá progresar tecnológicamente e incluso en formas democráticas de gobierno, que en sí mismas y sin la sustancia de los derechos individuales, no amenaza al Poder de dominación, que lo contiene, por lo que deberíamos distinguir entre civilización en desarrollo y civilización progresista.

Esta se construirá con el desarrollo del pensamiento político y de la lucha de clases sobre las revoluciones políticas e industriales, ideológicas y tecnológicas, en sus primeras fases, y en una tercera fase como consecuencia de la libertad moral y sexual. Sin esta tercera, el progreso en la civilización permanecería estancado. Y lo que aún sería peor, sobre ellas, y contra las libertades, se construyeron las formas de totalitarismo, fascismo y nazismo, y hoy se pueden construir nuevas formas de totalitarismo religioso o teocrático. En la lucha del individuo por liberarse de la represión sexual, lucha contra la moral que le reprime y al luchar contra esta moral está luchando contra el orden social dominante.

Me pregunto, qué ocurriría en la civilización musulmana si un día todas las mujeres decidieran quitarse el símbolo religioso de dominación que las oprime, el velo, y qué ocurriría si un día los hombres y mujeres de la civilización occidental decidieran salir desnudos a la calle o simplemente en tanga fueran a trabajar, a pasear y a las reuniones de ministros y de la ONU. Qué significaría, si un día en el Estado vaticano, hombres y mujeres, encabezados por el papa de turno, fueran desnudos o simplemente en tanga.

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