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«De los que son como niños en el reino de los cielos»

Es la cita que encabeza la web de la Fundación Victoria. No hace mención de niñas alguna. Si uno introduce en Google las palabras «Fundación Victoria» la primera dirección lleva por nombre Fundación Diocesana de Enseñanza Santa María de la Victoria. Una Fundación perteneciente a la Diócesis de Málaga. De ahí lo de María de la Victoria pues en 1487, la madre de Jesús, por revelación divina, ayudó a Fernando de Aragón a la conquista de la medina andalusí en manos de impíos sarracenos. La fundación que recuerda la victoria sobre el infiel dirige colegios financiados con dinero público, es decir, que una ínfima parte del dinero que, a través de los impuestos directos e indirectos, entregas a la Hacienda española, sirve para que los niños y niñas del Colegio San Patricio, que dirige la Fundación Victoria, sean educados en la verdadera fe de la religión fetén.

Uno de sus alumnos hace ya un tiempo se descubrió niña, una identidad transgénero a la que, con ayuda de sus padres, no está dispuesta a renunciar y pide aparecer en las listas escolares con nombre femenino, poder llevar falda en su uniforme, usar los baños de chicas y ser tratada como una niña en todas las actividades del centro.

Habrá a quienes el hecho les parezca una cosa banal: uno siente distorsión entre su identidad sexual y su identidad de género y pone o intenta poner solución a la misma y punto. No así muchos de los católicos padres de la Fundación Victoria, primero adujeron que «en edades tan tempranas como la de el alumno en cuestión» no era recomendable incentivar «estas conductas» de «feminizar al niño lo máximo posible». Al parecer, la falda, llamarse Pepa en lugar de Pepe y mear sentado transforman de tal manera la personalidad de un individuo que lo hace irreconocible a ojos de propios y extraños. «No queremos ser cómplices» de «estar apoyando implícitamente una actitud», que pudiera resultar, «en el futuro, negativa para el menor». En un primer momento todo era por el bien del niño, obviando, por supuesto a la niña. Es mejor que sufra ahora las burlas de los demás, por ser un niño al que no se le permiten sus deseos de ser niña, para que el paso de los años lo devuelva al recto camino del Señor.

Salieron a relucir otras razones: «no conocemos ningún informe psicológico ni psiquiátrico que nos garantice que la `normalización' de una situación tan sumamente excepcional no vaya a afectar al correcto desarrollo y formación integral de los compañeros de clase, patio y centro en edades tan críticas». Ya lo sentencia Mons. Jesús Catalá, obispo de Málaga: «el niño está asistiendo de forma normalísima, el ambiente es normalísimo y no ha habido dificultad. Lleva 5 años asistiendo como niño al colegio y lo lógico es que siga así, claro».

No padezcan por sus vástagos, por Dios. A los seis años uno ya casi ha cubierto las etapas en la formación de la estructura de la personalidad. La mayoría de sus hijos serán tan católicamente normales como ustedes: unos crueles imbéciles normalizados.

Fundación Victoria obispado Málada

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