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Currículum y educación inclusiva · por Antonio Martínez Lara

Cada vez que hablo de educación, menciono que la cuestión no mejora, pues aparte de que las reformas excesivamente frecuentes y no siempre hacia cuestiones esenciales, hay otra razón, si cabe más poderosa. Lo creo así y lo repito: porque vivimos en una sociedad des educadora que rebaja, si no invalida, la influencia de la escuela. Tanto que, por mucho que se formaran mejor al personal docente, tarea siempre encomiable en su preparación inicial, el sistema escolar actual no podría formar a la ciudanía deseable. Sí, esa persona dispuesta a afrontar el presente hacia un futuro mejor. Cómo, me pregunto, podrá hacerlo una generación inmersa en el “todo se compra y todo se vende”. Esa es la realidad también en gran parte de familias. Bien para sobrevivir, bien por pequeñas o grandes ventajas, queda poco espacio para la ética humanista y la verdadera inclusión.

Trataré de explicarme con la palabra que inicia este escrito. Entrando los ochenta, ese palabro, pues así sonaba “currículum” en el ámbito escolar, a mí también me extrañaba. A quienes teníamos que vérnoslas con ella se nos explicó que era el conjunto de objetivos, contenidos, libros de texto, y recursos varios en el aula. Por mi parte, tuve que indagar para darle correcta acogida a esa novedad. Di, con “La enseñanza: su teoría y su práctica”, una completa compilación de los textos más avanzados en educación, sociología, y cuanto en el exterior invitaba a cuestionar el tradicional conservadurismo de la escuela. Ya había reflexionado que aquello de currículum, hasta el momento usado junto como currículum vitae, no tenía por qué ser negativo ya que hablaba de vida. De ello me convenció el primer texto del mencionado libro que firmaba Pierre Bourdieu. Y es que este sociólogo francés con su ensayo “Sistemas de aprendizaje, sistemas de pensamiento” me acentuó la importancia que, por intuición, yo venía dando a los conocimientos previos que cada una de aquellas personillas traían a la escuela. A lo que trataba que aprendieran en conjunto, daba cauce a las briznas de vida y familia cada cual, ofrecía enrolladas en sus palabras. Retazos tan honrosos unos como otros. En el camino encontré la estimulante experiencia de L. Stenhouse, el maestro e investigador que ejercía su labor en una zona deprimida por el paro, y muy alejada de lo que era la escuela oficial. Como tanto colega consciente de aquellas lecturas, empecé a tomarme más en serio aún lo de las ideas previas. Tanto que me obligó a desconfiar del libro de texto y otros mensajes emitidos de tan lejos, que empecé a prescindir de ellos para aterrizar en la vida cercana.

Bourdieu, el profesor francés empezaba destacando que, en la escuela, como en la sociedad, habría de empezarse con la aceptación de la persona desde su origen. Si en la primera socialización, la de la escuela, no se acepta el principio de igualdad por ser persona a pesar de las demás diferencias, hemos dado una patada a la cacareada inclusión. Mal se puede seguir sin reconocer que en nuestro entorno hay personas con la desventaja de la pobreza u otras. Es aún peor, que conociendo esa pobreza, marginemos más a quienes ya la padecen. Eso ocurre cuando, al acometer el aprendizaje lo hacemos imponiendo el currículum o vida de la clase dominante, ignorando el currículum o vida de la minoría pobre. Así viene sucediendo en el sistema escolar con un currículum adoptado casi como único, que deja oculto el currículum de la pobreza. Eso podría seguir ocurriendo en la realidad de aula, si no se aborda de manera integradora: saber que hay riqueza y pobreza desde la infancia entre las personas, y qué se ha de hacer.

Cuando miro los intereses de los niños que conozco, siento una sensación agridulce, pues veo en un caso en la huella neoliberal va penetrando, pese a la bondad ingenua de la criatura. En otra realidad, observo algunos destellos que tratan de rebelarse ante tantas incitaciones. Sin embargo, cuando a ello se une la tentación de la religión, cuasi mercado de la primera comunión, hasta la familia, que venía manteniendo la creciente secularidad, también claudicó. Aparte de no reflexionar en los desiguales orígenes, como he señalado, en la escuela se uniforma todo y se da poca ocasión para “filosofar” en común. Ya fuera del aula, entramos en el “buen colegio” que como una mercancía más se exhibe en tiempo de matriculación. Ya han puesto ventanilla preferente las administraciones de Madrid y Andalucía para la escuela concertada. Y pese a ello, la Consejera del ramo en Andalucía dice que es igual a la pública, pese a que en ambas comunidades vienen cercenando a la última. Favorecen a la concertada obviando la doble financiación que aleja a las familias menos pudientes, contribuyendo al mejor emplazamiento de sus centros, eximiendo de la obligación de atender a alumnado con necesidades educativas especiales. Ah, y propiciando ideario

En general lo que hacemos es mirar para otro lado, cerramos los ojos y cambiamos de escuela, cambiamos de barrio, hasta llegar a pensar que unos somos los buenos y los otros los malos. Así hasta llegar a frases reaccionarias y fatales como “siempre ha habido ricos y pobres”. En el camino nos hemos dejado la responsabilidad de ser personas acuciadas por problemas comunes, y cada día, mayores. Así mientras sigamos con las mismas exclusiones negándonos a entender, ya desde la infancia, que la persona es persona antes que de otra cualquier condición.

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